Prólogo

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Y entonces lo vi…

El cosquilleo apareció y me paralicé durante unos momentos.

Era él, ahí estaba otra vez frente a mi… bueno, no frente a mí, pero si muy cerca, mucho más de lo que lo había tenido desde la última vez que lo vi.

Tenía el cabello recogido en una coleta, sus rizos caían ligeramente sobre su espalda y caminaba entre un pequeño tumulto de gente que parecía resguardarlo.

Lucía tan perfecto como siempre, aunque ahora me parecía un poco más delgado de lo que lo recordaba.

-       Por favor, déjeme pasar – rogaba con desesperación al gigantesco hombre que no solo me tapaba el paso, sino que ahora también la vista.

-       Ya le dije que no señorita ¿Usted está loca? – recibí como respuesta de su parte.

-       Por favor ¡Ya le dije que yo lo conozco! – insistí.

-       ¡Y yo ya le dije que eso dicen todas! –

-       Yo no soy como todas – alegué.

-       ¿Cree que soy idiota? – me preguntó.

No quise responder esa pregunta, pero por supuesto que lo era.

Era un idiota por no creerme, por tenerme ahí imposibilitada de casi todo, sin permitirme acercarme a él para decirle cuanto le había echado de menos.

Estaba tan desesperada que terminé por darle la patada en la pierna más “fuerte” de la que fui capaz, pero él ni se inmutó.

-       ¿Quiere meterse en problemas? – frunció el ceño, pero lo ignoré.

No tenía muchas opciones para utilizar, así que recurrí a la única que podía realizar sin que aquel mastodonte me imposibilitara de ello.

Junté todo el aire que me fue posible para llenar mis pulmones y entonces dejé salir el grito más potente y más desesperado que jamás pude imaginar.

-       ¡MICHAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAEL! –

De pronto él dejó de caminar. No siguió su conversación con aquella muchacha que caminaba a su lado, por el contrario, su vista buscó atentamente a la persona de la que provenía aquel agonizante sonido hasta que se detuvo en mí, que aun forcejeaba con el gigantesco hombre moreno que me impedía el paso.

Me quedé helada, sintiendo su mirada puesta sobre mí, sin embargo no aparté mi vista de sus ojos en ningún instante; ni si quiera las lágrimas que ahora corrían por mis mejillas me lo impidieron.

Me invadió el miedo.

Tenía miedo, mucho.

Miedo a que no me reconociera, miedo a que se diera la vuelta y siguiera con su camino, miedo a que se acercara y me preguntara quien era, miedo de que estuviera molesto conmigo… incluso tenía miedo de que todo saliera bien.

Estaba asustada.

-       ¡Hey! – gritó para llamar la atención del mastodonte que me aprisionaba y me impedía si quiera moverme ahora. – ¡Déjala! -  

El pasado es historia [Michael Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora