Capítulo 37

430 22 0
                                    

–– ¿No se suponía que yo te llamaría para vernos?

––Te estaba mandando los mensajes desde aquí. ––Rubén llevaba una sudadera blanca, la cual le daba un aspecto de rapero, no le quedaba tan terrible el estilo. De cualquier forma, él podía vestirse hasta de Panda y se seguiría viendo atractivo, y no sólo para Zoe, sino para cualquiera… o tal vez sí… sólo para Zoe.

–– ¿Aquí, fuera del departamento? ––ella no pudo evitar el reír, a veces él podía actuar como un ser no muy inteligente, pero aquello era su encanto, siendo una persona tan impredecible, cada día ella contaba con una sorpresa otorgada por él. Los ojos de Zoe se hacían pequeños al reír. Hermosa.

––Pues sí, ahora déjame entrar.

––Claro, pasa.

Aquel departamento ya no era sólo de Chetangel y Zoe, a Rubén le faltaba poco para adueñarse de éste. Pasaba la mayor parte de los días ahí junto con Zoe, Mangel siempre le reclamaba que nunca los visitaba a ellos, siempre era a Zoe, pero él siempre le decía que antes de reclamarle, tenía que estar agradecido por tenerlo en su departamento… A veces era un poquito arrogante. Tan sólo un poquito.

Rubén se dejó caer en el sofá que estaba en la sala, era tan cómodo que incluso podía dormir ahí, y eso es demasiado, porque él sólo podía dormir en su cama, en ningún otro sitio, mucho menos en un sofá. Zoe se sentó a su lado, tenía su ceja izquierda elevada y estaba sonriendo, la actitud de Rubén era tan grandiosa, podía ser inmaduro, infantil y todo lo demás, pero al final siempre era alguien con los pies en la tierra, decidido e inteligente.

–– ¿Y qué haces aquí? ––suponía que si estaba mandándole mensajes mientras se encontraba fuera de aquel departamento, el tema que tenía que tratar con ella debería de ser importante. Y claro que lo era, pero parecía que él no parecía tan confiado para hablar… aún.

––Eso no es lo importante… o bueno, sí que es importante, pero lo dejaré para el final. ––a él sólo le faltaba encontrar un buen momento para darle aquello que traía en una de los bolsillos de su pantalón. Mientras tanto, quería iniciar una conversación para relajarse. ––Ahora, tú me habías dicho que ayer habías hecho algo importante, cuéntame.

––Es cierto, ––de pronto una sonrisa mucho más grande y cálida que la que ya estaba anteriormente en su rostro apareció, aquel gesto hizo que la tranquilidad abrazara a Rubén, era tan gratificante ver a esa chica sonreír, era aún mejor que ver su película favorita ––fui a un lugar al cual debía de haber ido desde hace mucho tiempo. ¿Recuerdas que te conté que siempre había soñado con estudiar la universidad, y precisamente criminología?

––Sí, sí, lo recuerdo. Uno de tus más grandes sueños.

––Pues parece que lo cumpliré… fui a una universidad, he estado ahorrando dinero desde que llegué a Madrid, probablemente puedo utilizarlo para la inscripción y no sé, igual y también puedo conseguir alguna beca.

Sin pensárselo dos veces enredó sus brazos alrededor del cuerpo de Zoe. Él sabía cuánto anhelaba ella eso de estudiar la universidad, lo cual nunca fue posible mientras vivía con su padre, pero el verla así, tan decidida a rehacer su vida, y empezando por realizar su sueños, lo hacía sentir de alguna forma orgulloso, porque otra vez, ella le estaba demostrando su fuerza, su voluntad, su energía, y sus ganas de mejor y de ser aquello que siempre soñó.

{ http://www.youtube.com/watch?v=EB9tqgdCt5I }

Pero es posible que sin la ayuda, sin la simple presencia de aquel chico quien ahora la abrazaba, nunca le hubiese despertado esas ganas de intentar, por lo menos, cumplir una de sus metas. Rubén había sido de gran ayuda para que ella tomara ciertas decisiones, y eso era algo que ella nomás no sabía cómo agradecer.

–– ¡Venga ya, te felicito! ––el cuerpo de Rubén desprendía un olor a perfume, el cual Zoe aspiraba tranquilamente, pues la punta de su nariz tocaba levemente el cuello de él. De pronto se le olvidó por qué la abrazaba, pero no parecía nada que quisiera deshacer, no mostró signos de querer separarse de él, simplemente se mantuvo aspirando su olor…

El cabello de Zoe era suave, sedoso y no parecía para nada maltratado, Rubén no era un experto en cabello ni mucho menos, pero sí, el cabello de esa chica estaba en perfectas condiciones, como para acariciarlo todo el día, además utilizaba un shampoo que olía a mango, el olor era agradable, y nada molesto. Ella llevaba una blusa sin mangas, con simples tirantes, era una blusa que utilizaba para dormir, de eso estaba seguro, porque nunca se la había visto, sus hombros y brazos estaba desnudos, entonces se separó de ella, pero no tanto, tan sólo unos centímetros, sus rostros estaban muy cerca, una de sus manos se fue a la altura de sus hombros, y recorrió con su dedo desde ese punto, todo el brazo, hasta que llegó a su mano. Su tacto fue suave, como si estuviera tocando uno de esos objetos que tienen un aviso de “Prohibido tocar”, la piel de ella era tan suave…

El corazón de ambos latía tan fuerte que en cualquier momento podría salirse, la cercanía, la forma en la que sus respiraciones se mezclaban, el tacto de la piel de Rubén sobre la de ella, las miradas encontradas, todo eso era perfecto para una escena de película romántica, una película que ambos podrían ver repetidas veces, sin importar cuán cursi fuera… el amor era inevitable, aunque se negaran a sentirlo, aquello tendría que pasar, quererse ya no parecía una opción, se había convertido en una necesidad.

Ambos miraban con ansias los labios del otro, después se miraban a los ojos. El hecho de que Cheeto se encontrara en el mismo departamento, y que probablemente estaba espiando, dejó de importar, porque en ese momento ya no se trataba de nadie más que sólo ellos dos. Entonces Rubén recordó la razón por la cual se encontraba ahí, sus manos las llevó al rostro de Zoe, con una recorrió todas sus facciones, su frente, su nariz, sus mejillas, y terminó por sus labios, Zoe ya no podía con aquello, todo su ser gritaba por un beso de ese chico, de pronto su respiración se volvió difícil de controlar.
Rubén supo que tal vez la carta ya no era necesaria, podía confesarle ahí mismo lo que sentía, podía decirle que la quería, que la necesitaba, pero seguía teniendo miedo a que ella sacara a Anthony, como la mayoría de las veces lo hacía. Él quería que no mencionara a ninguna otra persona que no fuera ella o él mismo, porque en ese momento estaba completamente seguro de que ella no pensaba en Anthony, que ella sólo estaba pensando en él, en Rubén Doblas… Y lo iba a comprobar.

Así que la besó.
La besó con miedo, pero sobre todo, la besó con ganas, con amor, con ternura, porque en aquel beso él le iba a demostrar que la quería. Acercó su rostro al de ella lentamente, dejando que sus respiraciones chocaran, que sus emociones se despertaran todavía más, para después juntar sus labios, los cuales se movían lento, como si quisieran que aquello durara más, y de ser posible, que nunca terminara. Los labios de Zoe eran suaves, siempre se ponía una pomada para labios que olía a cereza, la cual le ayudaba a que no estuvieran resecos… y vaya que sí le ayudaba.
Zoe pasaba sus manos por el cabello de Rubén. Ella sabía que no podía negarse el placer de hacer aquello siempre, de sentir los labios de Rubén sobre los suyos, sus manos sobre sus mejillas, su respiración contra la suya, no podía negarse a quererlo, a tenerlo… siempre le había dicho que amaba a Anthony, pero si en ese momento Rubén le preguntara “¿Aún amas a Anthony?” ella estaba segura de que su respuesta ya no sería afirmativa, porque Rubén se había convertido en esa persona que ella necesitaba en su vida. No podía negarse, y no lo haría.

Se separaron porque el aire comenzó a hacer falta. Sus ojos se encontraron, tratando de descifrar en ellos mismos los sentimientos que aquel beso había ocasionado, y aquel sentimiento no era nada más que amor mismo. Rubén buscó en sus bolsillos la razón por la cual había llegado al departamento, y cuando la encontró, la tuvo en sus manos unos segundos y después la puso en las manos de Zoe.

–– ¿Qué es esto? ––preguntó mientras la sostenía. Rubén se encogió de hombros y se rio ligeramente, seguramente aquello pudo haber sido lo más cursi que había hecho en su vida.

––Es sólo una carta, alguien me dijo que así se puede conquistar a las mujeres… espero que funcione en ti.

Zoe |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora