Capítulo 18

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Nadie preguntó

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Nadie preguntó.

Pero, ¿qué había que preguntar? Si algo está roto. ¿Por qué insistir? ¿Por qué querer conocer un dolor que no está sanado y aún sangra?

Si en un futuro les preguntasen por los momentos en los que habían temido la integridad del grupo, habrían resaltado aquel y otros que vendrían en un futuro cercano.

Pero en el presente, ¿quién les iba a juzgar por simplemente asentir y tragar?

Se acabó. Bueno, todos supieron desde un principio que aquello tendría final. Pero con el tiempo, con la rutina y sobre todo con el amor y la paz que trajeron al final la fantasía se transformó en una realidad tangible.

Y había sido tan dulce, tan armoniosa, tan cercana que en algunos años todos se habían acostumbrado de tal manera que al verles llegar con las maletas en la mano y el corazón roto lo único que pudieron hacer fue bajar la vista y darles espacio.

Y tras ese instante, pedazo a pedazo, la realidad se desintegró.

Los cinco se miraron. Ninguna palabra había cruzado la estancia, pero no hizo falta. Tal vez si alguno hubiese hablado las sutiles lágrimas de Jimin hubieran sido un llanto. Y Hoseok en lugar de morderse las uñas se hubiese encerrado en su habitación.

O quizá todos se hubieran levantado a la vez y hubieran roto allí mismo cada uno de los contratos firmados con sus nombres, y los trozos habrían sido arrojados junto a la foto destrozada de Jungkook.

Foto que rompió por un arcoíris.
Igual que su vida y todo lo que amaba de ella.

Por la cabeza de Yoongi cruzó la idea de levantarse, dar un par de palmadas y bajar el telón de la obra de teatro. Porque aquello era una locura, una tragicomedia, demasiado para estar ocurriendo. Caminar a la habitación de Jungkook donde el menor se encontraba llorando y zarandearle, gritarle, pedirle que diese marcha atrás y arreglase todo lo que había ido rompiendo por el camino.

Pero claro. Ahí estaba la cuestión.

No acababa de romperse.

Todo estuvo roto desde antes de que ninguno se diese cuenta.

En el preciso momento en el que Jungkook se puso de puntillas para darle el primero de muchos besos a Taehyung; desde que les vieron tomarse de las manos a escondidas, besos furtivos, susurros por las noches, miradas de soslayo, caricias discretas.

En ese preciso momento supieron que si aquello seguía, arderían. Y nadie quería verlos sufrir.

Les falló la ignorancia. El desvío de atención cuando tenían un gesto más afectuoso de lo normal. Hasta que fue normal. Y los besos, los abrazos, y la forma en la que se miraban. Se hizo normal, porque en ningún momento dejó de serlo.

Y cuando pusieron las cartas sobre la mesa, ¿qué iban a preguntar, si aquello estaba hecho de cristal?

Si amaban verlos felices.
Y si querían estar juntos, ¿qué importaba? Jamás importó.

El dilema de ser gay ー taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora