3.Sé profesional

4.1K 723 451
                                    

—No. Por supuesto que no.

Eso hizo que mi acompañante abriera los ojos, impactado, y silbara de sorpresa.

—Woah, no esperaba esa respuesta, amigo.

—Perdón. ¡Tú no debes andar contando cosas como estas con tanta facilidad!

—Pero eres mi compañero —respondió con sinceridad—. Creí que querías saberlo.

—Aunque quisiera, esto es algo que debe decidir el mismo Allen si contarme o no. Quizás ya no quiere que alguien se entere. Sobre todo si es un tema delicado.

—Pensé que no lo juzgarías, después de todo eres gay.

Que gran suposición tienes ahí.

Quería rodar los ojos al darme cuenta de la forma en que estaba tratando este tema. ¿Primer día y hablar de gente a su espalda? Terrible. ¿Esto pasa en todos los trabajos?

—Por supuesto que no lo juzgaré, ese no es el problema. No creo que exista alguna persona a la que le guste que hablen a su espalda —señalé negando con mi cabeza.

—Oh, Allen estará bien. Está tranquilo ahora que ya no hay gente que dude de su versión de la historia. Se siente mucho más relajado y cómodo —aseguró confiado.

—Espera, tú solo llevas dos semanas, ¿cómo sabes que él siente todo eso?

—¿No te lo dije? Somos vecinos. Nos conocemos de hace tiempo —comentó con una sonrisa.

Bien, eso explicaba muchas cosas, pero aun así seguía sintiéndome incómodo con la situación.

Antes de que pudiéramos hablar más del tema, nuestra hora de colación estaba llegando a su final y por supuesto que no me atrevería a atrasarme en mi primer día. No. Mi ansiedad y responsabilidad era más grande. Por ello pagamos y nos fuimos bajo los constantes alegatos del periodista que me pedía tranquilizarme, «un minuto no hará la diferencia», pero se equivocaba, un minuto cambia todo.

Presioné el botón del intercomunicador, y la puerta se abrió de inmediato. Subí con rapidez, y lo primero que vi al llegar al piso superior, fue al guapo pelinegro con una amable sonrisa esperando por mi llegada.

—¿Hubo algún problema? —preguntó levantándose de su escritorio.

—Gracias a ti, ninguno.

—Me alegro, iré a comer ahora. ¡Aline, voy! —anunció en dirección a la oficina.

—Claro —respondió dentro de la oficina—. Nosotros nos encargamos de la recepción.

Con una sonrisa lo despedí y volví a trabajar. Parecía que las personas dentro de la oficina nunca habían salido, porque se encontraban en los mismos lugares que cuando me fui.

Descargué los archivos y especificaciones del correo que me había mandado Scarlett, y me puse a trabajar de inmediato. Cuando empecé a hojear el manuscrito corregido, me di cuenta que no sería tan fácil. Al parecer Oliver tiene un cifrado en símbolos para marcar las correcciones, podía deducir algunos, porque eran reemplazar cosas por otras, como puntos, comas y comillas, pero habían otras instrucciones que no estaba seguro, y había un gran problema: me daba miedo y vergüenza preguntar.

No importa, es mejor quedar como idiota a que haya un error, por no corregir bien.

Ánimo, Nico.

En serio, solo alza la voz, idiota.

—Scarlett tengo una duda con las indicaciones de las correcciones, verás...

Serendipia editorialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora