Prologo

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El viento gélido soplaba cada vez más fuerte en algún lugar de la Antártida, caía la noche y con ella el frío aumentaba con el pasar de los minutos. El ayudante de máquinas, el cabo segundo Arteaga terminaba de reparar la moto de nieve con manos temblorosas por el frío mientras recordaba lo útil que habría sido traer un segundo par de guantes en la mochila, aunque rara vez los guantes térmicos se rompían al intentar sacar una piedra filosa de entre los deslizadores de las motos de nieve. Solo faltaban un par de giros a la llave para que el deslizador quedara bien, pero cada giro de llave significaba una dolorosa punzada en sus manos entumecidas, coloradas y al borde del congelamiento. Con -60°C Arteaga recordaba esas antiguas historias que contaban los viejos militares en la base durante las eternas noches en la Antártida, esas noches que duran desde 4 a 6 meses, recordaba una en especifico que trataba acerca de cómo el General Schwartz había tenido que cortar una de sus manos cuando esta se congeló al estar sin protección luego de que el General hubiera sobrevivido a una caída en un rompimiento de hielo cerca de Smyley en la península Antártica, aunque este no era el caso ya que esa vez el General Schwartz se encontraba completamente solo y a -80°C, sin mencionar que era conocido por estar medio loco, así que se consoló con la idea de que él no estaba solo y que su compañero podría ayudarle en caso de alguna emergencia; mientras tanto su compañero intentaba sin éxito hacer funcionar el radio de largo alcance para dar aviso a la base de que la tormenta les impediría llegar antes de lo acordado y que enviaran un operativo de ayuda para no tener contratiempos, sin embargo el dispositivo se rehusaba a emitir sonido alguno.

 - Parece que tendremos que avanzar a toda velocidad cuando la moto esté lista de otra manera tendremos que acampar acá con la esperanza de que la tormenta disminuya durante el pasar de las horas, aunque se ve muy poco probable - dijo el teniente Cárdenas mientras miraba al horizonte en busca de alguna respuesta desde el mar.

El teniente Cárdenas era conocido por tener la gran virtud de ser extremadamente paciente durante las emergencias, normalmente en casos donde gente normal perdería la compostura él se mantenía sereno y con el rostro lleno de confianza, como si estuviera tan seguro de que la respuesta a todos los problemas le llegaría en cualquier momento, cuando se le preguntaba sobre esto él se limitaba a responder "Como ciudad sin muralla y expuesta al peligro, así es quien no sabe dominar sus impulsos", al final de cuentas nadie intentaba argumentar contra el.

- Mi teniente - Dijo el cabo Arteaga - la moto esta lista, aunque no tenemos tanta gasolina como para llegar a la base podremos acercarnos lo suficiente como para seguir a pie - Aunque no estaba del todo seguro de eso ultimo, pero quiso darse algo de esperanza.

- Excelente - respondió - partamos ahora mismo, creo que la radio se vio afectada por la tormenta que se avecina, si alcanzamos a llegar antes de que ésta comience sería ideal y así no nos perdemos el café caliente en la base - terminó la frase con una sonrisa que extrañamente calmó los nervios a punto de estallar del cabo Arteaga.

Ambos se subieron a la moto de nieve, Arteaga conducía mientras el teniente Cárdenas iba detrás observando la brújula y buscando la vía más directa para comenzar a andar.

- Debemos avanzar estrictamente derecho - Dijo el teniente casi gritando entre el sonido del viento que seguía aumentando sin declinar y el rugido de la moto de nieve - cualquier desviación podría hacernos chocar con algún montículo y eso seria todo para nosotros - terminó la última frase con una risa burlona que hizo que Arteaga no supiera qué decir ni como reaccionar, solo atinó a devolverle la sonrisa y mover la cabeza como tonto.

Iniciaron la marcha lentamente, pero Arteaga aumentaba la velocidad cada vez más rápido, los nervios y las ansias de salir de la nieve y de la tormenta eran a ratos desquiciantes, su corazón latía cada vez más rápido y sus manos estaban tan rígidas al volante que no sabía si era por el frío o por los nervios de no mover ni un centímetro hacia los lados como le había dicho el teniente. Por el contrario, el teniente Cárdenas se mantenía sereno como era su costumbre, solo giraba su cabeza para mirar alguna señal de peligro hacia los costados o hacia atrás pero la mayor parte del tiempo su mirada era fija hacia el frente. La serenidad del teniente le generaba algo de respeto y solemnidad a Arteaga, pero por otra parte también le producía cierta intriga y miedo ya que era muy poco lo que hablaba cuando estaban en la base, pero cuando lo hacía parecía que todos mantenían silencio y lo escuchaban detenidamente; Arteaga comenzó a recordar un momento en especial durante una charla en la base, mientras jugaba a las cartas con otros cabos apareció el teniente Cárdenas junto a otros oficiales, entre ellos el Coronel Bastian y el Capitán de la base Joaquin Rabello, este último venía al lado del teniente Cárdenas pero a pesar de la diferencia de rangos, el Capitán escuchaba atentamente lo que el teniente le decía, hablaba algo sobre la defensa de una isla y cómo proteger la costa de cierto grupo que llegaba por el "Oro Blanco". Un cabo dijo en voz baja que el teniente tenía años de experiencia en otras bases y que se rumoreaba entre los soldados que fué testigo de algo fuera de lo común en una de sus tantas misiones en la nieve y que había cambiado su vida para siempre; desde entonces se dice que se encierra horas en su camarote a lo que él llama "estudiar", pero otros cuentan que lo han escuchado hablar solo durante esas horas de encierro.

El viento helado y la nieve seguían aumentando de la misma manera que la velocidad de la moto, a pesar de la ropa térmica que les entregaban en la base el frío calaba los huesos y las ganas de llegar pronto se volvían cada vez más insoportables. Un pequeño crujido llamó la atención del teniente Cárdenas, miró rápidamente la brújula para verificar si la dirección en la que iban era la correcta y de la misma manera acercó el oido al motor de la moto de nieve, pensando que el ruido podría venir desde ahí, para su sorpresa el motor no tenía ningún sonido extraño, el crujido se repitió nuevamente pero esta vez fue un poco más audible, tanto que el cabo Arteaga también lo escuchó.

- ¿Qué fué eso? - Preguntó - no nos hemos desviado ¿verdad mi teniente? - su cara comenzó a cambiar del nerviosismo al miedo cuando vió que el teniente miraba a ambos costados rápidamente y de manera constante. Cuando giró para mirar al frente vio como el hielo se iba quebrajando justo debajo de ellos en línea recta, como un rayo que cruza el cielo de arriba a abajo partiendo en dos una noche de lluvia, el hielo se comenzaba a separar a más rápido de lo que viajaban en la moto de nieve, perdiéndose al final de lo que alcanzaban a mirar en el horizonte.

- ¡Mi teniente! - Gritó Arteaga - ¡el hielo se quiebra! - en este punto el pánico se había apoderado del cabo Arteaga y no lo dejaba reaccionar para maniobrar la moto.

- ¡Gira a la derecha! - le dijo el teniente - ¡intenta moverse en zig-zag, que no te venza el miedo hijo! - le dió una palmada en el hombro y se agarro lo mas fuerte que pudo de la moto.

Arteaga sintió como sus brazos volvían a tener fuerza y giro el volante justo antes de que el hielo se abriera bajo sus pies, mientras seguían a toda velocidad se mantenía en movimientos de izquierda a derecha constantemente alejándose de la fisura del hielo, cuando pudo mantener el control total de su cuerpo y de la moto la sensación de alivio fue de alguna manera más fuerte que todo el miedo anterior.

- ...ta! - solo logró escuchar lo último que el teniente le gritaba antes de voltear rápidamente para darse cuenta que el teniente ya no estaba a sus espaldas.

- ¡Mi Tenienteeeee! - gritó lo más fuerte que pudo pero no logró encontrar ni rastro del teniente Cárdenas.

Todo ocurrió en un segundo, en un momento Arteaga giró su cabeza al frente para conducir la moto cuando repentinamente el motor dejó de sonar, el silencio absoluto inundó su cabeza y su estomago se volvió pequeño con la sensación de vértigo.

La moto y Arteaga volaban por sobre el nivel del hielo por unos segundos, para caer al vacío eterno mientras veía las paredes de hielo a su alrededor que subían sin control envolviéndolo en la oscuridad, ahogando un grito que se perdía en el frío.

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⏰ Last updated: Sep 07, 2019 ⏰

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El Secreto bajo la AntártidaWhere stories live. Discover now