Capítulo 4

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ANDREA

Tras varios minutos de risas y conversación, llegamos al primer destino.

Los chicos estaban muy ansiosos por conocer al niñero, ya que ellos se pensaban que era una mujer la que cuidaría de ellos, al igual que yo.

Después de montarles en la camioneta nos dimos cuenta del pequeño detalle de que solo había dos plazas libres.

—Estoy cerca del instituto, puedo ir andando—digo un poco nerviosa.

—No, monta atrás y agárrate fuerte—dice en un tono firme.

— ¿Estás loco? ¡Quieres que me mate o qué! —exclamo haciendo que mis dos hermanos me mirasen con una sonrisa.

Había días que odiaba a mis hermanos con todas mis fuerzas. Hoy era uno de esos días.

—Puedo ir sola, en serio—digo un poco más calmada aunque la realidad era que me daba pudor subir al remolque.

—No queremos ninguna fuga—dijo con una sonrisa pensando que me iba a escapar y no ir al castigo.

Me fui para el remolque con una sonrisa fingida y miré este con cierto temor. Además, me di cuenta de que seguía llevando el uniforme y he de decir que la falda era un poco corta para mi gusto personal.

Entonces escuché una puerta cerrarse.

Aiden venía hacia mí con una sonrisa.

—Ven, que te ayudo a subir—se ofrece Aiden.

—No hace falta, puedo yo sola—dije tímida apartando la mirada.

—Tranquila, no miraré si eso es lo que te preocupa—dice sin ningún rodeo.

—Emm... yo...está bien —me rendí.

Me cogió de la cintura y yo me apoyé en sus hombros, cosa que hizo que me entrara un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo y me pusiese bastante nerviosa.

Aiden hizo impulso y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba encima del remolque.

—Sujétate bien—añade con una sonrisa tras ayudarme a subir.

Se monta de nuevo y tras varios minutos intentando no caerme por el camino hacia el instituto, llegamos al este.

Aiden se bajó tras ponerle el freno de mano a la camioneta y cogiéndome de la cintura me bajó de nuevo al suelo.

—No pesas nada—afirmó extrañado ya que era de sentido común que con mi edad pesase más.

Yo evité contestar a esa pregunta, no quería que supiese lo de no comer, ya que eso le llevaría al bullying y ya era demasiado malo para que él se entrometiera y lo empeorase.

—Bueno, yo ya me voy, ven a por mí dentro de una hora.

—Está bien, ¡limpia bien y no te olvides de debajo de las mesas!—me dice con una sonrisa a punto de soltar una carcajada.

—Que chistoso, ¿no?—le digo mientras pongo los ojos en blanco.

Me encamino rumbo a la cafetería, pasando por mitad del campus para acortar camino. Cuando al fin llego, lo primero que hago tras ir al despacho del conserje y que él mismo me diese los utensilios, es poner música de mi móvil a todo volumen para que lo de limpiar no se haga tan eterno.

Disfrutaba de la música mientras barría hasta el último recoveco de la sala tras haber quitado todos los chicles que había pegados debajo de las mesas y restregar las paredes en las que todavía quedaban restos de los macarrones voladores.

Tras varios minutos que parecieron interminables, por fin finalicé la dura labor de limpiar de arriba abajo la cafetería con la única compañía de Shawn Mendes sonando a través de los altavoces de mi móvil.

Recuérdenme que culpe a Marilyn la próxima vez y no me quede callada como una posesa cuando me están acusando de algo que yo no hice.

Dejé las cosas de la limpieza en el almacén del conserje y al apagar la música de mi móvil vi que faltaban 5 minutos para que el intruso de Aiden viniese a por mí.

Me apresuré a cerrar con llave la puerta de la cafetería y dejar estas con las cosas del conserje en su despacho, me fui por mitad del campus para llegar al aparcamiento cuanto antes.

— ¡Hey! —dice una voz a mis espaldas.

Esa voz... creo que es...

Me doy la vuelta para toparme con unos ojos azules y una cabellera rubia que quita el hipo. Llevaba puestos unos pantalones de chándal grises y una camiseta blanca de tirantes dejando ver así cada músculo de sus brazos bien trabajados mientras transportaban un balón de baloncesto.

¿¡Chad!? ¿¡Qué se supone que hace aquí!?

—Tú eres... Andrea, ¿verdad? —pregunta pensativo mientras me analiza de arriba abajo con una reluciente sonrisa.

¿¡Cómo sabe mi nombre!?

Vale, acabo de gritar en mi mente como una histérica obsesionada.

—Emm. Sí, soy yo... ¿Qué haces aquí?, quiero decir, ¿qué te cuentas? — intenté arreglar mi metedura de pata.

—Estaba entrenando en la cancha del patio, ¿tú estabas limpiando la cafetería, no?—pregunta la única cosa de la que me quería olvidar en ese mismo instante.

Tuvo que sacar ese tema, con todos los temas de conversación existentes en el mundo.

—Si—dije avergonzada.

—Lo que pasó no fue culpa tuya, es decir, mi hermana debería haber mirado por donde iba—dice rascándose la nuca con un leve nerviosismo.

Por si no lo dije, sí, Chad y Marilyn son hermanos. Pero lo más importante de todo, es que me está defendiendo ante la cabeza hueca de su hermana.

—No pasa nada, estoy acostumbrada a llevarme la culpa, tranquilo.

Eso hizo que un silencio bastante incómodo inundara el campus. Solo se podía escuchar mi respiración entrecortada por los nervios de estar hablando con Chad y a los pájaros cantando a lo lejos.

Tal vez no debí decir eso.

— ¡Andrea! —escucho que alguien exclama mi nombre.

Dirijo mi mirada hacia el aparcamiento, desde donde provenía la voz, y ahí estaba Aiden saliendo de su camioneta roja destartalada. Ni siquiera había escuchado el motor de la camioneta cuando entró al aparcamiento ya que estaba embobada con que Chad estuviese hablándome.

Aunque me cayese mal, era mi salvación de aquel momento incomodo que se había instalado entre Chad y yo.

— ¡Ya voy!—le grité y volví a mirar a Chad—Lo siento, me tengo que ir.

—Claro, no pasa nada, ya hablaremos, ¡hasta luego!—me dice con una sonrisa.

Oh Dios mío.

¿¡Chad me acaba de decir que íbamos a hablar!? ¿Acaso morí de nuevo y estoy en el cielo?


MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora