Letter 9

1.8K 336 170
                                    

Querido Steve:

Sobre nuestra cita fallida, quisiera decirte que no tienes nada de preocuparte. No estoy molesto contigo. Al contrario, entiendo. La vida da muchas vueltas, ¿cierto? Para mí, se trató de un sólo de día de espera, mi vida no tuvo muchos cambios en ese corto tiempo. Pero en tu caso, dos años... debieron pasarte muchas cosas. Una y más circunstancias se acumularon y te impidieron llegar ese día. Era un riesgo que quise tomar, así que no te culpo.

No te mentiré, estaba emocionado, como nunca. Estaba ilusionado por una razón muy poderosa, a mi entender. ¿Recuerdas el libro de mi mamá? Bueno, ella siempre decía que el amor verdadero existía, que estaba por ahí, en algún lugar. Un amor verdadero, incondicional y mágico. Ese de las películas y los cuentos de hadas. Ese que, aunque tiene problemas, prevalece. Que ni el tiempo, ni la distancia, ni terceros pueden mellar. Ese tipo de amor que mis padres tenían.

Yo creía en él. Pero supongo que ese tipo de amor es uno en un millón. No es para todos y tampoco es algo que se herede. Y aún si existiera para todos, ¿Cuánto podríamos esperarlo? El tiempo no perdona, ¿qué tal si el encuentro se da un día antes de morir? ¿Tendría caso vivir esperándolo? ¿No tendría más valor vivir sin preocuparse por ello?

No lo sé.

El año pasado, en San Valentín, presencie un accidente terrible. Estaba en medio de una exposición de tecnología en un centro de convenciones en Manhattan. Algo que no debía pasar, pasó; y un hombre murió. No lo vi bien o, más bien, cuando lo vi era demasiado tarde. No había nada que pudiera hacer para salvarlo. Sé que era joven, tenía la vida por delante, quizás alguien esperaba por él, tal vez, él esperaba a alguien. Tal vez, su amor verdadero nunca lo conocería ni él a éste. Un segundo, Steve, bastó un segundo y su vida se apagó. Un corazón se rompió, un amor se diluyó.

Y todo esto me hace pensar, que no podemos estar así. No podemos estar esperando coincidir. Perderemos el tiempo, un tiempo valioso y pequeño. Así que, creo, debemos seguir adelante. La vida, así como propició nuestro encuentro, también, nuestra separación; no se detiene hasta que termina. Debemos aprovecharla, poca o mucha, es todo lo que tenemos. Uno no puede esperar, no siempre, no por mucho. Porque la vida es muy corta, es breve y su final, es impredecible.

Sigue adelante, Steve. En dos años, quién sabe, tal vez estés exponiendo tus obras en Europa, o quizás, estés casado y con hijos. Hemos sido un capítulo en la vida del otro, pero los capítulos se terminan. Es éste nuestro momento.

Yo también seguiré adelante.

Te pido que ya no me escribas. No vendré más a la casa del lago, así que no tiene caso que lo hagas.

Te deseo lo mejor del mundo y, también, un feliz año nuevo, 2018.

Con cariño, Tony.

P.D. No, Steve, lo siento. Pero es mejor que no tengamos otro intento de cita.


Steve terminó de leer la carta y sintió un horrible hueco en el pecho. Una tristeza desconocida se posó ahí como una pesada losa. Se quedó un rato ahí, sentando en la nieve con la carta entre las manos, mientras miraba hacia el buzón como si pudiera ver a Tony en él.

Dodger, quien había estado jugando a escarbar en la nieve, se acercó a él con las orejas gachas. Steve estiró el brazo y le acarició la cabeza, para después abrazarse a su cuello. Era extraño, pero no pudo contener las lágrimas.

Más tarde, cuando sintió su ropa demasiado mojada, regresó al interior de la casa. Dejó la carta sobre la mesa del comedor y la miró de reojo una y otra vez, mientras se preparaba un té caliente. No pudo dejar de pensar en ella y la leyó más de una vez, como si esperara que las letras en ella escritas, cambiaran su configuración y dijeran otra cosa.

La casa del lagoWhere stories live. Discover now