Capítulo veinticuatro

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Emma:

—Dame un fuerte abrazo, mi amor —me dijo papá con ternura y me estrechó entre sus brazos con bastante fuerza. Reí para ignorar el leve nudo instalado en mi garganta y aprecié cada segundo con él hasta que el turno de mi hermano para ser abrazado llegó.

La semana pasada, el día en que noté a mis padres algo extraños, después de la escuela, me dieron la noticia de que mi padre se iría de la ciudad por un tiempo para grabar algunos capítulos de una serie a la que le invitaron a participar. Mi padre estaba contento porque era una serie muy conocida y exitosa y hasta había una posibilidad de que, pronto, terminara siendo parte de los personajes principales. Lo malo, es que tendría que irse por unas largas semanas o, para ser exactos, por casi un mes. Me sentía contenta porque él estaba emocionado, pero no me agradaba la distancia que todos los años tenía que soportar. Siempre le salía algún nuevo proyecto y debía irse, y aunque toda mi vida fue así, jamás he llegado a acostumbrarme.

El día en que nos sentaron a mis hermanos y a mí a hablar estaban serios porque mis padres saben cómo soy de celosa cuando tiene que besarse con otra mujer, y por más que no me agradó en lo absoluto que me dijera que había probabilidad de besos, me mordí la lengua para no decirle nada. No quería arruinar el momento de felicidad para papá porque es algo que esperó durante un largo tiempo y no quería ser una traba para su trabajo. Mamá era como yo —o bueno, yo era como ella—, nos poníamos celosas con ese tipo de cosas, y a pesar de que en el pasado tuvieron ciertos problemas por algo —realmente no sé mucho— lo aceptaba y estaba contenta de que mi padre haya logrado lo que quería.

Mis padres se abrazaron con fuerza y mi papá le dio un efusivo beso en los labios a mi madre. Con Jackson nos quedamos mirando y arrugamos la nariz. Seguía siendo raro verlos besarse. Aun así, sonreí.

Después de que nos dijera varias veces cuántos nos quiere, de recordarnos que nos portáramos bien con mamá y de que le diera a mi madre muchos besos en la boca, salió por la puerta y se metió en el taxi que lo estaba esperando para llevarlo al aeropuerto. Esa noche Kat se quedó a dormir en mi cama porque no quería estar sola en la suya, y la verdad, dormí demasiado mal gracias a que, mi hermana, prácticamente me dejó durmiendo en el suelo.

A la mañana siguiente, mamá parecía estar de muy buen humor y lo agradecí. No quería que la bajoneara el hecho de que papá no estuviera. Yo sí estaba un poco triste, pero podía con ese sentimiento. Lo que me importaba era que ella no estuviera mal.

—Buenos días —saludó mi madre a Jackson y él le sonrió—. ¿Cómo durmieron? —nos preguntó.

Me senté en la mesa y llené mi plato de yogurt y cereales de colores. Metí una gran cucharada en mi boca mientras recordaba que hoy tendría que volver a ver a Aiden en el colegio. En parte quería ver cómo estaba, claramente iba a hacerlo de lejos porque seguramente iba a sacarme a las corridas para tener un espacio personal, pero por otra parte no se me antojaba tanto porque me daba vergüenza.

—Mal —respondí—. Katherine se ocupa toda la cama y se mueve mucho al dormir. Creo que esta ha sido la última vez que dormiste conmigo —apunté hacia la pequeña, pero no lo decía de verdad. No era la primera vez que se lo recriminaba y le advertía lo mismo. Siempre volvía a mi cama como si nada pasara. Supongo que, a pesar de ello, me gustaba que me eligiera para que la acompañara en las noches. Siempre fue muy pegada a mí desde que era una bebé.

Mamá soltó una risa y me dijo que el tío Isaac me llevaría a la escuela mientras que ella se ocupaba de llevar a Jackson y a Kat a las suyas. Terminamos de desayunar mientras mi madre nos comunicaba que papá llegó muy bien y que él luego de la escuela nos llamaría un rato.

—¡Em, Isaac te está esperando en el auto! —gritó mi madre para que pudiera escucharla. Me miré en el espejo; hoy llevaba un tono de labia rosa, se notaba más que los demás que solía usar, y aunque era nuevo para mí ponerme más de lo que me permitía, me dispuse a dejarlo así como estaba.

La tristeza de sus ojos  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora