Lejos.

Ya no sé.

Quizá que sigas escribiendo poesía

es una mala señal.

Es una mala costumbre,

que sustituye al hablar.

Porque ya no hablas y

sólo callas,

porque ya no gritas y

tus susurros se oyen menos.

Trataste de brillar

y de sonreír,

y las calles de la ciudad

que te construíste

se pliegan sobre ellas mismas.

Sin salida.

Porque oyes los gritos de tus padres

mientras abrazas tus rodillas,

porque te guardas tus problemas

para sagrarlos en letras.

Porque la oscuridad es tu amiga

por mucho mal que te haga.

Y ya sólo quieres abrazarte a ti misma,

hacerte pequeña, hasta que llegue un punto

en el que desaparezcas.

Y hablas de tu vida en segunda persona

para que suene menos patética.

Cansada de tanta mentira,

asustada de decir la verdad,

por miedo a ser rechazada.

Cansada de tratar decir “eh, estoy aquí”.

Nadie te va a ver.

Nadie te va a oír.