¿Alguna vez te has sentido que ya no puedes ir a ningún lado y qué no hay otras formas? Pues así me sentí en una experiencia que nunca olvidaré y me pasó con algo que negaba que podría hacer tanto daño, el amor. Pero antes de hablar de esta experiencia hay que ir al origen de este pequeño drama que me monté en la cabeza por culpa de apreciar a alguien tanto que prefería su felicidad ante la mía aunque no era viceversa ese sentimiento o eso creía en ese momento.
Un chico que ingresó a la secundaria de un nuevo colegio, no esperaba nada interesante, conocer personas nuevas y poco más porque tampoco era que le interesaba del todo un entorno social extenso y divertido, era un ambiente alegre después de todo pero nunca me llamó la atención es más ni expresé alguna emoción a través de mi rostro, parecía que era algo normal para mí aunque no. ¿Sabes que odio mucho? Un lugar donde todo el mundo se conozca y yo estar perdido, eso sí se notó, un rostro con mal humor me acompañaba ¿cómo logré saber eso? Pues un futuro compañero se me acercó preguntándome que a qué nivel me iba a dirigir, y así es coincidimos por eso lo de futuro compañero, y también un futuro amigo... bueno supongo. Me enseñó el centro, no porque yo quise, sino porque es típico hacer ese tipo de tontería cuando ni me interesa saber por dónde paseo, duraré un año o más viniendo diario, tengo que aprendérmelo sí o sí. Cierto, se me ha olvidado algo... ese chico por si no se han dado cuenta soy yo, se llama Byron, y mi compañero y futuro amigo se llama Daniel pero eso es algo que se le quedará en la cabeza después de repetir tanto esos nombres, pues sigo con el inicio.
Era chocante; el ingresar a un colegio nuevo, conocer a un compañero que cree que me importa saber los lugares del centro o mantener un disgusto que expreso facialmente y ahí me pregunté, ¿hay alguna mierda en este sitio que me pueda interesar? No, no había absolutamente nada en ese sitio que me gustase, al menos a primera vista.
