Capítulo 4

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El sol ya se había puesto en la ciudad y ambos adultos se encontraban en una terraza tomándose un chocolate caliente.

—Debo admitir, Kouyou, que ha sido una tarde muy animada —dijo con una sonrisa.

Lo dirás por ti, pensó malhumorada tras todo el follón montado en el centro comercial. Lo extraño es que el Departamento de Habilidades Especiales no se personase allí.

—Por cierto, Ōgai, tengo algo para ti… Por las molestias que te haya podido causar y por tu recuperación.

—Ah, ¿sí?

Le entregó una bolsa de la misma tienda en la que habían estado. Mori extrajo de ella la bufanda que tanto le había gustado. Tras verla, su vista se iluminó y Kouyou sonrió por primera vez observando que las cosas iban a mejor.

“—Si le gusta algo, ¡cómpraselo! Así se dará cuenta de que te preocupas por él.”


—¡Kouyou, no hacía falta!

—No pasa nada, Ōgai, solo es…

—En serio: no hacía falta.

—¿Cómo dices?

—Solo miraba el estampado y el tejido para un futuro vestido para Elise-chan.

Kouyou se quedó blanca al escuchar aquello. Daba igual lo que hiciera, lo que dijera, lo que llevara puesto… Aquel hombre no se enteraba de nada. ¡Ella lo había hecho todo bien! Así que la culpa solo podía ser de…

—¡Ehh, Rintarō! ¡Quiero más chocolate!

—¡¿Pero qué…?!

Entre ellos estaba sentada la niña en cuestión, aquella niña que ocupaba el 99% del cerebro de su jefe…

—¡No más, Elise-chan! Si no, te saldrán caries —le dijo mientras sonreía tiernamente a la niña.

—¡Jooo!

La mujer observó aquella escena algo sorprendida. Acababa de darse cuenta de algo que jamás había tomado en serio…

"Jamás podré ganar a esta niña".


—Creo que va siendo hora de que despida, Ōgai. Ha sido un honor haber pasado esta tarde contigo.

Se levantó sin dirigir la mirada al mayor y se marchó del lugar. 

¿Qué era aquello que sentía? ¿Ganas de llorar? ¿Rabia? ¿Impotencia? ¿Por qué siempre debía encariñarse con aquellos que no estaban destinados a estar con ella?

—¡Kouyou, espera!

La mujer se sorprendió de ver a Mori corriendo hacia ella. Se plantó ante ella sin aire y agarrándose la herida del costado.

—¡Ayayayayay! No me vuelvas a hacer correr… —se quejó.

Kouyou le observaba sorprendida.

“—Si todo va mal, te marchas. Y si corre detrás de ti es porque se ha dado cuenta de que algo ha salido mal y desea recompensarte.”


—Ōgai, ¿qué haces aquí? ¡¿Y encima dándote esas carreras con la herida reciente?!

Mori recuperó el aliento y le puso el bolso ante ella.

—Te lo dejabas en el asiento.

Genial, estupendo. Ya se podía calificar la cita como desastrosa.

—Oh, sí… Gracias —lo tomó sin siquiera mirarlo a los ojos.

—¿Te ocurre algo?

Basta… ¡Basta ya de dárselas de inocente! ¡Con lo listo que es, seguro que sabe perfectamente lo que la pasa, pero solo deseaba reírse de ella! A fin de cuentas, él es el jefe de la todopoderosa Port Mafia…

—¿Debería? —preguntó tras soltar una risita.

—Bueno, es que hoy te he visto muy rara…

—¡¿Te parece raro que una mujer te pida tu opinión sobre vestidos?!

Ya está, había explotado. Los dos jóvenes espías (recién salidos del calabozo gracias a que Hirotsu fue a buscarlos) estaban observando todo desde detrás de un coche.

—Prepara a Rashōmon, que haya las menos víctimas posibles.

—Entendido.

Mientras tanto, la riña seguía.

—¡Pues sí! Ya llevas un vestido…

—¡Pero me ignoraste mientras me los probaba!

—¡Que no me gustase ninguno no quiere decir que te ignorara!

—¡¿Qué ninguno te gustó?! —si tuviera allí su katana, Dazai tendría que regresar ya a ocupar el puesto de jefe de la mafia— ¡Perdí el tiempo probándomelos!

—¡¿Y querías que te lo dijese?! “Oye, Kouyou, para porque no me gusta ninguno”. ¿Entiendes que valoro mi vida ahora más tras lo del Canibalismo?

—¡¿Cómo no te va a gustar ninguno?!

—¡Porque ya me gusta el que lleva puesto!

El ruido de los prismáticos de Chuuya cayendo al suelo sonó en toda la calle. Los cuatro se habían callado sorprendidos al escuchar aquello. Los dos agentes se habían quedado petrificados (Akutagawa aún con los prismáticos en los ojos).

—¿Qué has dicho? —preguntó sin aire la mujer.

—Que el que llevas ya me gusta. No necesitabas comprarte otro.

—¿En serio?

—Kouyou, ¿cuándo he mentido yo?

Muchas veces, pero esta te la paso…

—De todas formas, me alegro de haber pasado la tarde contigo. ¡Ha sido una tarde diferente! He podido tomar nota para los nuevos vestidos de Elise-chan. ¡Oye, si quieres, podemos repetir otro día!

La cara de la pelirroja era ahora más roja que su propio cabello. Pensó en el siguiente punto a seguir del manual de Higuchi…

Pero no había más puntos. Higuchi no le había dicho nada para aquella ocasión.

¿Qué debía hacer? Ahora solo estaban ella y él… Nadie más.

Sonrió con ternura y llevó sus manos a las mejillas del mayor. Lo atrajo hacía ella. Sus alientos ya estaban muy cerca, se podía notar… Y estando en aquella posición, le colocó su nueva bufanda en el cuello.

—¿Kouyou? —preguntó algo confundido.

—Si no te la atas bien, te resfriarás, imbécil. Además, no hagas esperar a tu damisela.

Kouyou señaló a la tienda de los chocolates calientes, donde Elise pegaba gritos para que le comprasen un nuevo chocolate.

—Ha sido divertido, Ōgai. Pero ahora, debo irme.

Separó sus manos de su cara y se giró, dejando solo y confundido al famoso jefe de la mafia.

Kouyou observó por encima del hombro cómo regresaba con aquella niña y sonrió para sus adentros:

“Mientras en tu corazón siga estando la imagen de esa niña, ni yo ni nadie jamás tendrá la oportunidad de entrar en él.”


La mujer pasó sonriendo al lado del coche de los dos jóvenes, quienes, tras observar la sonrisa dulce de la ejecutiva, vaticinaron el final:

—Esto huele a boda, Akutagawa.

—Eso parece.

BSD || Cómo tener una cita perfecta [KouMori]Where stories live. Discover now