Capítulo 11

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Aviso de que el capítulo está sin revisar, así que es posible que haya errores. Los corregiré mañana o pasado. Un beso :D


¿Por qué no estás todavía estresada?

¿Por qué debería estarlo?

Se te ha olvidado el pequeño detalle de que vas a casa del señor Ross, ¿no?

¿Y?

¡Es el enemigo! ¡Vas a casa del enemigo, pedazo de suicida!

—¿En qué piensas tanto? —Jack me frunció el ceño.

En que estoy teniendo una conversación conmigo misma.

—En que deberías estar agradecido por esa sudadera tan bonita y nueva que llevas puesta.

Me miró con mala cara antes de centrarse en la carretera de nuevo.

La verdad es que intenté no pensar demasiado en el señor Ross. Después de todo, Agnes y Mary también estarían ahí. Y Mike. Y, ¿cuál era la alternativa? ¿No volver a ir a su casa nunca solo porque sabía que él estaría ahí? Además, no iba a decirme ninguna tontería delante de Jack. No era tan idiota como para eso. Eso era lo que importaba.

Aún así, mis nervios fueron aumentando a medida que subimos la calle hacia su casa. Tenía un mal presentimiento. Uno muy malo.

Bajé del coche ajustándome el jersey y siguiendo a los hermanos Monster. Mike se adelantó y abrió de un portazo, como siempre. Escuché que saludaba felizmente a su madre al entrar. Jack fue el siguiente mientras yo cerraba la puerta del garaje. Era raro volver a estar ahí después de todo lo que había pasado. Como si... bueno, como si todo volviera a la normalidad. 

Me adelanté cuando vi que Mary estaba ahí de pie, abrazando a Jack. Le dijo algo en voz baja, sonriendo y apretándole las mejillas. Jack se apartó, irritado —como siempre— y ella me dedicó a mí su sonrisa.

—Hola, querida —me dijo suavemente, también como siempre—. ¿Cómo estás?

—Bien. Gracias por invitarme.

—Gracias por venir —me puso una mano en el hombro—. Jackie me había dicho que quizá no querrías.

Clavé la mirada en su hijo, que levantó los brazos en señal de rendición.

—Madre mía, tampoco he matado un perrito. No me mires así.

—Bueno, está claro que una de tus virtudes no es la adivinación, Jackie.

—Exacto, Jackie —lo irrité.

Él me puso mala cara y Mary sonrió, divertida.

Me acerqué al salón, donde Mike se había encendido la consola y estaba disparando a diestro y siniestro por una ciudad. Por algún motivo, iba en un convertible rosa y su arma era amarillo chillón. Agnes estaba a su lado con un segundo mando, poniéndole una mueca a la pantalla.

—¿Tengo que matar a ese?

—¡Sí, rápido o sacará una ametralladora y...! ¡ABUELA! ¡Ya te ha matado!

—Pero... —ella parpadeó—, ¡si era un niño!

—Abuela, tenía treinta años.

—Pues eso, un niño.

—¡Saca ya las granadas o...! ¡¡ABUELA!! ¡Vas a hacer que nos maten a los dos!

—¿Sabes lo que contamina una granada, jovencito? Yo no usaré eso.

Antes de diciembre / Después de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora