Skynet está aquí

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—¡Hola! —dijo Pepe desde la cabecera de la mesa mientras se quitaba el sobretodo.

Intercambió un beso en la mejilla con cada uno de sus amigos y se sentó en su sitio.

—Que raro verte de traje —soltó Fernando.

—Es que se me hizo muy tarde en la oficina. Vine directamente. Mi invitado está por llegar. Ya mismo. Venía detrás de mí, pero en el cruce de la vía se quedó en la barrera.

—¿Y de qué va la cosa hoy? —lo interrogó Daniel.

—Prefiero que lo escuchen de su propia boca. Es un tipo muy, pero muy raro. Es cliente del estudio desde mucho tiempo. Yo le llevo la cuenta hace solo un par de años. Y me pidió que liquidara todos sus activos. Que liquidara su empresa. Dice que va a desaparecer.

—¡Ojala yo pudiera hacer lo mismo! —dijo José simulando una sonrisa melancólica.

—Bueno, aprovechá la ocasión y preguntale como se hace —terminó Pepe mientras hacía señas para que le trajeran un café.

—¿Pero desaparecer en qué sentido? Espero que no vaya a suicidarse, ¿no? —dijo Daniel con preocupación.

—Es una locura lo que plantea. Me parece que... ¡está entrando! —dijo tajante Pepe.

Un hombre de unos 40 años se acercó a la mesa con paso decidido. Vestía de manera informal, sin nada que pudiera destacarse al respecto. Uno más entre todos los habitantes de Buenos Aires.

Cuando el invitado todavía estaba estrechando la mano del último de los presentes, Fernando empezó:

—Dice Pepe que conseguiste cumplir el sueño de más de uno.

—Si, es verdad. No fue fácil, pero lo decidimos con mi mujer hace unos 5 años. Nos pusimos manos a la obra y aquí estamos. El mes que viene desapareceremos. Bueno, nunca se desaparece del todo, pero nuestra huella digital no existirá y nuestra relación con el sistema irá mermando poco a poco.

Parecía que era difícil para el grupo articular alguna pregunta ante un inicio tan inesperado.

—Pará, pará. Mala mía. Empecemos otra vez. Presentate y todo eso..., y de ahí para adelante —dijo Fernando intentando ordenar la conversación mientras reconocía su error.

El invitado se acomodó en su silla.

—Me llamo Martín. Soy ingeniero mecánico. Casado. No sé qué más puede interesarles.

—No, así está bien. Mucho gusto, Martín. Bueno, formalmente entonces, ¿qué es lo que vamos a discutir?

—Salir del sistema.

—Yo ya dije que quisiera hacer lo mismo —dijo José recordando su primera intervención antes de que llegara el invitado.

—Con mi mujer hemos comprado unas tierras en... —Martín se interrumpió—perdonen que no les diga donde, solo puedo agregar que está a unos 4 km de la línea de la costa. Un paraje agreste, acantilados, sin playa, con un atractivo turístico casi nulo. Y nos iremos a vivir allí hasta que..., ya saben..., hasta que no estemos más.

—Yo me anoto. ¿Cómo se hace?—dijo Daniel.

—Yo me había anotado primero —repitió José con un gesto de desgano.

Martín lanzó una breve carcajada. Era una risa franca que sirvió para que todas las mirada se volvieran a enfocar en él.

—No es fácil, no es fácil —dijo levantando las manos como quien espera un golpe.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2019 ⏰

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