Mr Dib aparece

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—­No jombre yo quería mi... nejembrrr... -decía para sí mismo. Otro diría "El coño de su madre", pero Dib era un tipo muy educado.

Pateó una piedrita, con una mano en el bolsillo y el brazo pegado al cuerpo, pensando en lo cobarde que era la gente.

No lo iba a negar. El ofrecimiento a la pelea lo había emocionado. Había estado en una sola pelea de su vida –un compañero de clase se metió con su mamá en segundo grado-, y no tenía sentido volver a entrar en otra, menos por algo tan infantil y estúpido como tener opiniones diferentes.

Pero algo le gritaba que se desahogase.

¿Por qué? No soy un simio idiota, un neandertal que responde coño e' tu madre cuando gritan el nombre del dictador sin pensarlo siquiera, se decía. Se consideraba una persona sumamente racional, pacífica en la mayoría del tiempo, incapaz de matar a una mosca a menos que fuera necesario. Incapaz de insultar, a menos que fuera de manera elegante y simplemente para responder a los estúpidos de la única forma que podía dominárseles: siguiéndoles el juego, pero con un límite.

¿Era el desgaste de esa caballerosidad lo que estaba sufriendo?

No, por favor, no seas guevón. Se regañó a sí mismo, y también por pensar en la grosería, no era quien recurría a ellas como muletillas.

¿Por qué de repente sentía ganas de romperle la crisma a alguien? Si era chavista, mejor que mejor, pero cualquiera. Cualquiera que lo provocara. Cualquiera que le sacase un poco más la piedra de lo normal.

­—¡Victor! ¿Me puedes pasar la tarea de c...? —¡¡PUUUM!!

La cara de Rebeca no terminó de deformarse para decir el nombre de la materia que quería pasar con facilismos y copias. Dib le plantó el puño entero en toda la nariz sin siquiera darse cuenta. La muchacha cayó hacia atrás de manera cómica, y la amiga que iba con ella gritó por la sorpresa y el pánico, haciendo que su expuesto pecho que siempre se aseguraba de acomodar frente a los profesores con los que iba mal rebotase por el saltito que echó hacia atrás en el instinto de alejarse de él.

—¡Aaaaaahhhhh!

—¡Cállate! –le ordenó. Ella se cayó como si su vida dependiera de ello. Y Dib cayó en cuenta.

¡Le pegué a una mujer!

Se agachó con ella para ayudarla a levantarse, estaba casi inconsciente, desorientada, la nariz goteando sangre como un grifo mal cerrado. No sabía qué hacer con las manos, qué decir. La amiga comenzó a llorar. Ni siquiera se acordaba de su nombre, pero era algo así como Jessica, o Jenni.

­—¡Rebeca! Yo, y-yo... ­—Mierda mierda mierda­— Lo siento mucho yo-yo-y... ¡perdóname! ¡No sé qué...!­—Ahí viene el novio ay MIERDA­ y me están MIRANDO... TODOS ME ESTÁN MIRANDO— Je-Jessica a-ayúdame yo...

La entrada de la facultad se llenó de curiosos y chismosos. El alto y bronceado novio de Rebeca lo alzó por la camisa y sin mediar palabra le provocó explosiones de dolor en todo el cuerpo. Cuando estuvo menos mareado, en el suelo, recogiendo los lentes torpemente, pudo ordenar sus pensamientos.

El motorizado novio de la chama al ver lo que ocurrió no hizo más que darle una tunda de coñazos. Mientras una pareja le contaba a todo el mundo por qué el prospecto de malandro estaba golpeando a Victor, el chamo tranquilo que tenía un blog en Facebook o algo así. Se había vuelto loco. Sus compañeros, un profesor, el vigilante, rostros recurrentes que no solían mirarle ahora le veían desde arriba, con miedo, con precaución. Con desagrado.

Salió corriendo de allí.

...

—¿Qué CARAJO te pasa, Victor? –dijo, gritándole a su reflejo. Se estaba volviendo loco. Una extraña sensación de regresarse sobre sus pasos y golpear al motorizado con una fuerza que evidentemente no tenía le acusaba de cobarde en su subconsciente.

Dr Victor & Mr DibWhere stories live. Discover now