Capítulo 19: Privación.

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Nunca había confiado completamente en nadie y creo que eso me hacía ser menos imperfecto, no podría verlo nunca como un defecto. No es ser desconfiado una virtud sino el tomarte el tiempo de confiar en los que te rodean. La confianza no es no es infinita pues se gana y se pierde tantas veces como uno pueda soportarlo a lo largo de su vida, y es cosa de dos; Pero quién decide en qué creer si antes de que nos preguntemos si debemos hacerlo, el corazón ya eligió por nosotros primero, y no es el haber cometido el error de confiar –aunque éste sea el motivo por el nos arrepintamos después- el que duele cuando nos fallan, sino el tener que dejar de hacerlo, el ya no poder contar más con esa persona.

Jamás me ha gustado decirlo en voz alta pero pondría las manos en el fuego por cada uno de mis amigos. Sé que no lo hago por miedo, como si una vez que lo dijera, pusiera a mi confianza hacia ellos una fecha de caducidad. Lo que no sabía es que independiente de eso, si alguien quería fallarme, lo haría, y de todas las personas en las que podría haber pensado, no me imaginé que fueran ella ni él. No me quemaría la mano porque me hubieran fallado, sino que iban a destruir los cimientos sobre los que había crecido y que me hicieron ser la persona que era…

*** 

-Vas a contarme por qué te importa mi familia-rompí el silencio al cabo de unos minutos en los que solo me había tiempo a revisar un par de cajas más.

-Ya te he contestado a eso.

-No lo has hecho, y no era una pregunta.

-Esto no tiene nada que ver con tus padres-contestó rápidamente, sin querer malgastar su tiempo conmigo.

Dejé caer la tercera caja en el suelo a un palmo de distancia por lo que las figuras de porcelana de dentro chocaron entre sí, provocándome dentera.

-Pero conmigo sí, ¿por qué?

-Maya era tu amiga ¿no?

Resopló frustrado por seguir sin encontrar nada en la caja que estaba examinando en ese momento.

Su nombre se hizo eco en mi cabeza y tuve que respirar hondo antes de continuar hablando.

-¿Qué pasa con ella?

Se tomó unos cuantos segundos en responder.

-Dánae me ha dicho que no te cuente nada hasta que no esté totalmente seguro-Cerró otra de las cajas sin sacar nada en cuánto vio una vajilla de platos.

-Ah, se me olvidaba que ella es la que manda-me burlé con la intención de que por tal de llevarme la contraria, me lo contara. No funcionó.

-No lo es, pero lleva razón… en parte.

Alzó una ceja y me mostró una foto mía de cuando tenía dos años, vestido de mariquita. La acababa de encontrar en otra caja seguida de la de la vajilla.

-Mi madre vive para avergonzarme-respondí arrebatándosela de las manos, y justo en ese momento se escuchó cerrarse de un portazo la puerta de casa. Me giré hacia donde comenzaban las escaleras.

-Es Vítor-me informó Gabriel siguiendo con su tarea, esta vez revisando con minuciosidad cada foto de un montoncito que había sacado de esa última caja.

-¿Cómo lo sabes?-Volví a mirarle.

El día anterior lo había hecho pero no porque viera a Vítor sino porque deduje que era el único humano que podría haber en la casa.

-Tú también deberías-Levantó la vista hacia mí-. Cierra los ojos y concéntrate.

Le hice caso.

Prohibidos: Esclavos del tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora