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↠ Phoebe ↞

Mi bufanda estaba bien puesta, mi abrigo me calentaba del clima extremo de Alaska, y mis manos estaban enfundadas en un par de guantes.

Cuando mamá nos dijo que pasaríamos unos días con el abuelo, jamás pensé que se refería a, literalmente, viajar a su casa en Alaska.

—Phoe, iré a pescar con el abuelo al lago, ¿quieres venir?

Theo estaba vestido con menos cantidad de ropa que yo, en realidad él se veía con menos frío que yo.

Asentí a su propuesta y noté algo que me pareció un poco extraño.

— ¿Por qué estás tan contento? —le pregunté mientras salíamos al lago congelado en donde nos esperaba nuestro abuelo con herramientas y cañas.

—Es la primera vez que tenemos una blanca navidad fuera de casa. Estoy algo emocionado.

—Este lugar es lindo... frío pero lindo.

Theo me abrazó con su brazo derecho mientras caminábamos.

Nunca fui una persona que gustase del frío, nunca me gustó. Siempre preferí el sol, el mar, la arena... Nueva York era frío en ocasiones pero era tolerable, y cuando nevaba, solíamos irnos a otro lugar.

— ¡Al fin llegan!

El abuelo se levantó, dejando un hacha sobre la nieve.

— ¿Qué estás haciendo?

—Bueno, ¿cómo creías que íbamos a pescar?

El abuelo tomó el hacha y se la tendió a Theo. Ambos comenzaron a golpear el hielo que anteriormente había limpiado nuestro abuelo. Unos minutos después un hoyo de considerable tamaño se abrió frente a nosotros.

Entre los tres estuvimos unos minutos preparando las cañas, cuando una brisa helada atravesó mi cuerpo.

—Este lugar es un congelador. —dije más para mi, ya que ninguno de los dos me prestó atención.

Unas cuantas horas más tarde, no sentía mi rostro. Mis manos temblaban y las brisas eran cada vez más constantes. Intenté levantarme pero mis piernas fallaron, haciendo que me fuese de medio lado, cayendo directo al hoyo.

Eran miles de millones de pequeñas cuchillas atravesando mi cuerpo. No sentía nada más que un dolor impresionante. No podía respirar, sentía mis pulmones a punto de estallar hasta que subí a la superficie de nuevo.

Mi hermano estaba empapado y me llevaba en sus brazos. No podía moverme, en realidad ni siquiera estaba totalmente consciente, no sentía mi cuerpo en lo absoluto.

Pude ver como las sombras se movían a mi alrededor, creo que era papá quien me estaba llevando al auto, pero todo fue muy tarde cuando todo en mi se volvió completamente negro.

En el momento en que abro los ojos, lo primero que noto es una pared blanca y un televisor frente a mi. Estoy en una habitación y me duele todo.

— ¡Hola! —escucho la voz de mi madre, pero me duele doblar el cuello. Ella se levantó y tomó asiento junto a mi sobre la cama. — ¿Cómo te sientes? —preguntó apartando un poco el cabello que había de tener en la cara.

—Me duele... todo. —Ella rió levemente acariciando mi cabeza.

—Si, nos diste un gran susto.

— ¿Qué sucedió?

— ¡Despertaste! —escuché a mi hermano entrar a la habitación. — ¡Papá, ya despertó! —gritó Theo y unos segundos después papá entró cerrando la puerta detrás de él.

El médico llegó a revisarme unos minutos después. Al parecer sufrí un ataque de Hipotermia, y eso hizo que mis piernas flaquearan. El hecho de caer al agua aumentó el daño y pasé a tener un cuadro de Hipotermia Severa, potencialmente peligroso. El médico me explicó que una parte en mi cerebro controla la temperatura y si el hipotálamo se paraliza, ésta deja de funcionar haciendo que mis pulmones podrían haberse paralizado debido al frío que sentía mi cuerpo, y si no pudo respirar, muero. En realidad, no es nada bonito.

—Tengo algo de frío aún. —le dije al médico y él asintió dándome una manta térmica.

—Es normal, entrarás en calor muy pronto. Tu cuerpo no acepta mucho el frío ¿cierto?

—Soy más del sol.

—Este será un invierno fuerte, te aconsejo que si sale te abrigues bastante y evita hasta donde puedas pasar muchas horas fuera. Tu hermano me comentó que estaban pescando, si te sientas sobre el hielo por largas horas, tus piernas lo resentirán. Así que evitémoslo de ahora en adelante, ¿de acuerdo? —le sonreí un poco más tranquila. La manta térmica estaba haciendo lo suyo.

—De acuerdo, gracias.

El médico le dijo algo a mis padres quienes le agradecieron una vez más antes de acompañarlo a la puerta.

—De ahora en adelante no saldrás de casa cuando está nevando. Y el tiempo que estemos aquí, estarás abrigada.

—Estamos en Alaska, siempre está nevando en invierno. —Dice Theo mirando la ventana que está en la habitación. Lo veo pensar, como si los engranajes en su cabeza se moviesen a miles de kilómetros por hora.

Le arruiné su "blanca navidad".

Unas cuantas horas más tarde me revisan de nuevo. Él medico nos informa que mis órganos no han sufrido ningún daño, pero puede que me lleguen a doler algunas articulaciones en estos días. Fuera de eso, nos informa que en el momento en que yo me sienta lo suficientemente fuerte podremos irnos.

Theo trajo una bolsa llena de cosas con las cuales podía abrigarme, me lo puse todo y salí del lugar sintiéndome aún un poco débil, pero nada que no pudiese manejar.

Estábamos a dos días de navidad, y cuando papá sugirió que nos fuésemos a Monte Carlo, me sentí bastante mal.

No le quería arruinar la navidad a Theo, él deseaba pasar un veinticinco de diciembre rodeado de nieve y salir a jugar en un trineo como veíamos en las películas, por muy infantil que suene. No quería arruinarle eso, pero cuando algo se le metía en la cabeza a Charles Schlesinger, nadie lograba sacarlo.

Mamá no estaba contenta con el cambio de planes, y para qué decir Theo. Sé que no quería que yo me sintiese mal, pero lo estaba, y él por supuesto se veía muy decepcionado. El único que estuvo de acuerdo era el abuelo, y no precisamente porque pensara en mi salud, no. Él quería salir de Alaska tanto como papá, incluso creo que más que yo. Le pareció fascinante la idea de acompañarnos a Mónaco.

Y aquí estábamos. En la villa, mirando el cielo azul despejado y el sol brillando sobre nosotros.

Theo estaba utilizando solamente unos pantalones cortos, y sus tenis. Se veía algo triste, pero cuando intentaba hablarle, su semblante cambiaba.

—Theo, lo siento. Se lo mucho que querías pasar una blanca navidad.

—No te preocupes, mi blanca navidad ya llegará. Ahora cambia esa cara. ¿Quieres ir por un helado? —Asentí y lo acompañé a una heladería que estaba bastante cercano a nuestra villa.

Cuando volvimos, el abuelo estaba tomando el sol en una hamaca en el patio delantero.

—Este lugar es delicioso. —Nos informó cuando pasamos a su lado.

Al parecer mamá le había dicho que lo llevaría a dar una vuelta por la ciudad y luego a navegar un rato, eso lo tenía bastante alegre.

Mientras almorzábamos, papá nos informó que Kayla vendría junto con Antoine, su esposo desde hace un año. La última vez que lo vi a él, creo que fue en la boda. La última vez que Kay nos visitó llegó sola.

Al menos la navidad iba a ser algo familiar, supongo que no había arruinado las cosas, al menos no del todo. 

Schlesinger [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora