Prólogo.

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"No olvides esto, Dylan, no porque sea el último día de clases tienes permitido meterte en problemas como este. Si el Sr. Tomlinson te viera, realmente estaría decepcionado de ti. No haces tus tareas, los ensayos y eres un buscapleitos"

Solté un suspiro después de oír el sermón del director de la preparatoria. Sinceramente no tenía deseos de escuchando cuando bien podía ya haber llegado a mi casa y haberme colocado un pedazo de filete congelado en mi ojo derecho. Vaya que dolía; y es que, sin quererlo, había sido la mayor víctima de la cantidad de golpes que recibí.

Asintiendo con la cabeza, salí de la oficina del director y fui a mi clase a recoger mis cosas. Las miradas aterradas de mis compañeros omegas no era algo nuevo para mí y tampoco es que los culpara. En el último año adquirí la fama del chico que buscaba problemas con los otros alfas, además de que, al parecer, me gustaba robarme a la novia de los demás. Lo cierto era que eso ni siquiera se acercaba la historia original, pero ¿realmente importaba contarla?

De mis padres aprendí muchísimas cosas, entre ellas, que hay algunas que es mejor guardarlas si es que pueden ayudar a salvar a alguien más.

"¡Dylan!" Oí la voz de Dash y suspiré pesadamente. Sus pasos se fueron acercando hasta que tomó mi hombro y me giró agresivamente, mirándome fijamente a los ojos.

"Ouch" solté. Él quitó sus manos con cuidado y me miró fijamente, antes de que su enojo se convirtiera en preocupación y luego en una triste resignación. No necesitaba olearlo para saberlo, Dash era simplemente el omega más puro y directo que conocería en la vida. "No es tan grave, sólo fueron unos golpes".

"Dylan, es un milagro que no hayas perdido tu ojo"

"Y es un milagro que esta vez no seas tan exagerado, Dashy"

Regalándole una sonrisa, él sólo hizo un puchero antes de suspirar y soltarme, permitiendo que ambos continuemos caminando. Cogí mi mochila y al salir del salón, me encontré con un par de chicas esperándonos afuera. Dash las miró y luego a mí, antes de fruncir el ceño y avanzar hacía una de ellas, la que no dejaba de llorar.

"¡¿Fuiste tú?!

"Dash..." lo llamé. Él estaba lo suficientemente enojado como para atacarla, por lo que me aseguré de atraparlo entre mis brazos antes de que se lanzara sobre ella. Las dos chicas temblaron de los nervios, pero ninguna se movió de su lugar. "Está bien, sólo van a hablar."

"¡Dile a esta maldita perra que se aleje de ti, Dylan! ¿Ya no hizo suficiente?"

"Basta" Dash obedeció, soltando una especie de siseo hacía las chicas y llenando rápidamente el lugar de sus feromonas enojadas.

Las feromonas de Dash eran una agradable combinación que concluía en un delicioso aroma a menta. Ya varías veces este se había visto envuelto en problemas debido a lo poco que era capaz de controlarse a sí mismo, pero cuando se enojaba, ese aroma se volvía tan abrumador que conseguía sofocar a las personas. Y no dudaba que pronto sucediera eso con ambas chicas y conmigo.

"Dy-Dylan, por favor..." balbuceó una de ellas, justo la que estaba llorando. "Quiero... Quiero disculparme, tú... Tu ojo y... ¡Lo siento tanto!"

La observé por un instante. Las piernas de la chica temblaban como si fueran a flaquear en cualquier momento, mientras su amiga la sostenía con firmeza en un acto de protección, ambas asustadas de lo que sucedería con ella. Me temían. Temían acabar incluso peor que yo por haber hecho lo que hicieron y sin embargo ahí estaban, aceptando su destino como si fuera ese un acto de valentía de la presa al finalizar una cacería.

La realidad realmente era una mierda.

"Hey" Las llamé con el tono más suave y dulce que pude soltar "Ya pasó, ¿está bien? No tienes que vivir acostumbrada a ser castigada cada que haces algo que no le parece correcto a un alfa. Eres una omega, pero más que nada eres una persona, Abby".

The Perfect Alpha.Where stories live. Discover now