Daniel era el más preocupado. Es que se encontraban en Nueva York, la cual era una tierra muy distinta a la que ellos conocían, pues el cielo oscuro tenía una luz especial anaranjada, sin olvidar la presencia de los ángeles y demonios los cuales se acercaban con rapidez.

Cuidala, Daniel recibió un pensamiento de Esteban.

Lucifer se hallaba escuchando las babosadas de uno de sus místicos sobre eclipses y el momento indicado para engendrar al Anticristo, cuando un escalofrío le recorrió la espalda, disparando todas las alarmas de su cuerpo

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Lucifer se hallaba escuchando las babosadas de uno de sus místicos sobre eclipses y el momento indicado para engendrar al Anticristo, cuando un escalofrío le recorrió la espalda, disparando todas las alarmas de su cuerpo. El chasquido de cadenas al romperse inundó la sala del trono, seguido de cerca del dulce olor del pecado humano.

El príncipe de las tinieblas lamió sus labios y luego éstos se curvaron en una media sonrisa que mostraba uno de sus largos incisivos. Alguien le había hecho un enorme favor al romper el primer sello del Apocalipsis y abrir las puertas de su prisión. No sólo eso, en aquellos instantes, una de las cadenas invisibles que lo ataban al Infierno, la que sujetaba su muñeca derecha, emitió un chillido agonizante y se quebró en un millón de pedacitos que se volvieron polvo antes de tocar el suelo. Ahora quedaban seis; y una vez el último de los sellos se rompiera, él sería libre para caminar, una vez más, en el plano mortal y tomar el trono que le pertenecía por designios divinos. Los designios del mismo ser que él añoraba destruir de una vez y por todas.

Sólo entonces la oscuridad sería dueña del universo... justo como lo había sido en el principio de los principios.

La puertas de la sala del trono se abrieron con tal fuerza y estruendo, que la habitación se estremeció mientras grietas se formaban en el techo.

—¿Por qué? —Baphomet entró hecho una furia—. ¿Por qué rayos tenías que escoger a Beleth como el primer jinete? —gritó el joven demonio mientras sus pies continuaban avanzando hasta detenerse a pasos de la plataforma donde el trono de su padre descansaba—. ¡Ella era mía! ¡No tenías ningún derecho a arrebatarme a mi hermana y mucho menos de mi propia cama!

Lucifer miró a su primogénito con ojos dorados que carecían de emoción. ¿En serio estaba escuchando semejantes pendejadas de la boca de su hijo? ¿Del mayor; aquel que sabía exactamente lo volátil que era su temperamento?

Los labios del Príncipe de las Tinieblas se entreabrieron, preparándose para responder a tan insolente atrevimiento, cuando algo que pensó imposible, lo paralizó por completo. El vacío que se creó con la repentina ausencia provocó que perforara el reposabrazos de su trono con sus garras y sus irises se tornaran blancos estriados de dorado. Su respiración y latidos se dispararon mientras apretaba su mandíbula al punto de creer que sus dientes se harían añicos por el esfuerzo.

No. No podía ser cierto. ¡No!

Su hijo, sus reclamos, incluso sus alrededores desaparecieron mientras Lucifer se retraía dentro de su mente y se concentraba en buscar la esencia de aquél a quien una vez llamó padre. Buscó por todos lados, en todos los rincones del universo, pero fue inútil. Se había ido; Dios había desaparecido.

Cadenas Eternas (18+)Where stories live. Discover now