Capítulo 21

20 8 0
                                    

Michelle regresó al restaurante. No había mucha gente. La compañera de trabajo estaba llorando todavía por la humillación de Edmundo. Tan pronto su jefe la vio se acercó.

_ ¿Cómo te fue? – ella sonrió y asintió. _ ¿Estás bien? – asintió. _ Por más que trates de ocultar el dolor, se nota en tus ojos. Ven, abrázame. – ella lo abrazó y comenzó a llorar. _ Llora todo lo que quieras, deshazte del dolor que oprime tus sentimientos. Deja salir todo el dolor en las lágrimas, y vuelve a llenarte de sonrisas. Vamos, llora, llora todo lo que quieras... yo lloraré contigo. – le dijo el hombre con sollozos. _ Lloraré contigo Michelle, no estás sola.

_ Estoy muerta. Estoy completamente muerta. – respondió entre cortados.

Edmundo llega a su habitación y se encierra a llorar, nunca antes se había visto de esa forma, tan lastimado, tan adolorido, nunca en su vida había llorado por una chica y ahora, solo depende de ella.

_ Cariño, ¿estás bien? – preguntó su madre abriendo la puerta de su habitación. Él estaba de espaldas mirando por la ventana. _ Acaban de decirnos que la ceremonia será aquí en dos semanas, quieren visitar a Venezuela los mexicanos. – dijo la señora sonriendo pero él no respondió nada. _ Mi amor...

_ Está bien mamá, me caso en dos semanas. – dijo soltando una lagrima. La señora lo giró y el agachó su rostro. _ Si mamá estoy llorando, no tienes por qué preguntar. Y estoy llorando por la emoción de saber que me casaré y tendré mi familia. – secó sus lágrimas y respiró hondo. _ ¿Estás feliz? ¿Por qué tu único hijo se va a casar? – ella sonrió a medias y asintió.

_ Por fin serás un hombre mi amor, pero... a mí no me vas a engañar, tu mirada no es la misma, tu voz ha cambiado, tú no eres el mismo, ¿Qué te sucedió?

_ Me enamoré. Eso fue lo que me pasó mamá, que me enamoré de verdad. – dicha esa frase salió de su habitación, tomó las llaves de su moto y se fue a una cantina. _ Una botella por favor. – ordenó y se sentó en una mesa. _ ¿Por qué de Michelle? No estaba en mis planes enamorarme, yo sólo... sólo quería jugar con ella, divertirme pero... terminé enamorándome de unos ojos que no me miran, ¿Qué debo hacer? Solo quiero estar con ella, solo quiero abrazarla, besarla, quererla, amarla, y no tenerla una noche, sino todas las noches de mi puta vida. Me voy a condenar con esa chica mexicana con quien me casaré, no es con ella con quien me quiero sacar, no es con ella Michelle créeme, quiero casarme contigo. Sólo contigo.

Michelle tenía los ánimos por el suelo, su jefe cerró el restaurante y se quedó con ella. Pero después de unas horas se fue, dejándola sola en el depósito. Ella se sentó en la orilla de la cama y comenzaron los recuerdos a aparecer, ella se atormenta. _ ¿A dónde vamos mamá? – preguntó la hermana menor de Michelle. _ A un lugar lejos de tu hermana. – respondió su madre molesta. _ Mamá por favor no me dejen, no me abandonen. – respondió Michelle entre llantos. _ Maldito sea el día en que te vi nacer. – Michelle esa noche cayó al suelo. _ Papá, papá por favor no te vayas. – Yo no soy tu padre, tu padre está muerto. – los latidos de Michelle comienzan a alterarse y cae en la cama mirando al techo.

_ ¿Por qué no me llevaste contigo mamá? ¿Me odias por ser hija de otro hombre y no del padre de mi hermana? ¿Por eso me odias? ... ya para que hago preguntas, si nunca las responderás.

Al día siguiente aparece Joel con juliana. Entran al restaurante buscando a Michelle para contarles la gran noticia. Joel estaba sumamente feliz y quería contarle, pero ella no estaba. Juliana también quería contarle y darle las gracias por todo lo que hiso por ella, pero Michelle no estaba.

_ Señor, ¿ha visto a Michelle?

_ Ella, no vendrá a trabajar por unos días. – Joel frunció el ceño.

_ ¿Por qué?

_ Tiene muchas cosas que hacer y no vendrá. Me comentó sobre juliana, ¿eres tú? – la chica asintió. _ Ella te recomendó, ¿quieres el trabajo? – al hombre se le notaba una mirada triste y una voz melancólica.

_ Yo no puedo quitarle el trabajo a Michelle, pero... si ella así lo quiere, está bien, lo tomo.

Había pasado ya una semana, una larga semana y Edmundo no sabía nada de Michelle. Muchas veces llegó al restaurante de lejos solo para verla, pero ni rastro de ella. Se sentía angustiado, quería verla aunque sea por última vez y aunque ella no le creyera, decirle que la amaba. El volvió a su casa y notó que su madre había comprado varias flores, las mismas que cultivó Michelle en la azotea del restaurante. Al verlas recordó a Michelle.

_ ¿Y esas flores mamá? – preguntó un poco serio.

_ ¡Ah! Se las compré a la chica del restaurante, ¿recuerdas? Le dije que mi único hijo se va a casar en unos días y yo... pues yo quería adornar con estas hermosas flores, ella aceptó y me las vendió todas. – Edmundo negó. _ Si, ¿no te gustan para la entrada? Así, al lado del juez, quedaría. – Edmundo la dejó hablando sola y salió corriendo hasta llegar al restaurante. Cuando entró se dio cuenta del vacío que había en el lugar, no estaban ninguna de las flores, ni en la entrada, ni al alrededor. Entonces subió a la azotea y para su sorpresa, no había ningunas. Michelle se deshizo de todas las flores, de toda su vida. Todo, lo colocó en las manos de Edmundo.

_ ¿Se encuentra Michelle? – le preguntó al jefe, éste negó dándole la espaldas. Entonces el salió al lugar donde la vio la última vez, la buscó por todos lados y no la halló. Salió del lugar y corrió al parque, pero tampoco la vio. Fue al hospital de niños, allí tampoco estaba. Se veía en medio de la nada desesperado por saber de ella. Sin importarle nada se quedó frente al restaurante toda la noche. _ Algún día tiene que entrar. – votó todo el aire contenido en sus pulmones. Tres horas después vio la silueta de Michelle, ella venia apagada, en pocas palabra parecía borracha, pero borracha no estaba. El cruzó la calle y entró al restaurante ya que ella no lo cerró con seguridad. El la siguió, a ella se le dificultaba caminar, pero llegó al depósito y calló en la entrada de la puerta. Él la tomó en sus brazos y la subió a la azotea, la acostó en el banco y se quedó observándola. Un poco más delgada, ojeras, palidez, y todo su cuerpo frio. _ ¿Qué te pasa? ¿Por qué estas así? – susurró, de pronto Michelle deja caer una lagrima y el la borra. _ Despierta, despierta estoy aquí. – decía con miedo a su reacción.

_ Mamá... mamá. – dijo entre sollozos y sin abrir los ojos. _ Mamá me estoy muriendo, me estoy muriendo mamá. – Edmundo frunció el ceño y negó. _ Sálvame por favor, no me dejes morir. – abrió sus ojos y al distinguir a Edmundo no hiso nada, sólo soltó el llanto. _ ¿Por qué siempre apareces cuando quiero estar sola y a la vez necesitar a alguien? – Edmundo tenía un nudo en s garganta al verla en ese estado. Entonces la abrazó.

Simplemente vivir ©️ (Completa)Where stories live. Discover now