Me he quitado la mascara

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Muchas veces debemos mostrar quienes somos en realidad, para poder comprender la verdad.

¿Alguna vez te has mirado en el espejo?

¿Te ha gustado lo que ves reflejado?

Sí te no te gusta, es porque no eres lo ves; pero en cambio si te ha gustado felicidades, te has quitado la máscara.

¿Por qué lo digo de esta manera?, muchas veces somos nosotros mismos los que nos hacemos más daño.

Y ¿qué es esa mascara que nos hace sentir que somos algo que no queremos?

Pues esa misma que decidimos usar el día en que la opinión de otra persona te importa más que la tuya propia, el día en que dijeron que no eras lo suficientemente bueno para hacer algo, el día en que te rechazaron, el día en que te usaron, esa que decimos ponernos cuando nuestro corazón se partió.

Ese día decidimos dejar ser nosotros mismo para ser alguien más, te pregunto ¿valió la pena?

Una máscara ¿qué es?

Si no más que un muro, una barrera, para evitar que vean lo que de verdad se oculta detrás.

Pero esa mascara puede ocultar algo bueno o algo malo, depende de cada persona que la use.

Pero no nos dejemos mentir, las mascara solo buscan una cosa, engañar, ocultar.

Es esa necesidad o miedo de demostrar que nosotros controlamos las olas de nuestro mar, que somos el viento que sopla en la copa de árboles, que somos la calma que controla la tormenta, que solo hay luz y felicidad en nuestro interior.

Solo para ocultar, que sentimos miedo, que no siempre reímos, que hay dolor que recorre los rincones más inhóspitos de nuestra mente y corazón y que no somos felices a pesar de las apariencias.

Pero ¡no! mostrar eso al mundo está ¡mal! Debemos demostrar que somos duros y poderosos, que somos indetenibles y que nada ni nadie es capaz de herirnos.

Y hasta cierto punto, está bien. Pero ¿qué pasa cuando esa mascara la usamos por demasiado tiempo?

Se pega a nuestro como raíces que se fijan firme en la tierra, nuestro corazón se congela y perdemos nuestra esencia.

Y poco a poco, dejamos de existir en la realidad, para pasar a vivir en un mundo de engaños y apariencias. Un mundo hasta el saludo más simple, está plagado de gritos de auxilio.

Y es allí cuando llega el momento de vernos a un espejo y encontrar que la persona que vemos reflejada no es lo que en un momento queríamos, y ¿qué hacemos?, en vez de quitarnos esa mascara y guardarla para siempre, solo la retocamos y hacemos una más bonita, para que el engaño sea más convincente.

Y pasamos a reírnos sin felicidad, a pedir sin necesitar, a hablar sin saber y a querer sin sentir.

Y luego empezamos a decirnos que todo "está bien", es como abrir un paraguas dentro de un edificio que se cae a pedazos, creemos protegernos pero sabemos que tarde o temprano terminaremos enterrados en sus escombros.

Por eso hoy te digo, no más máscaras, que dañen nuestra esencia, que no deje ver al mundo lo que somos y por sobre todo olvida esas mascaras que nos hacen cambiar para mal.

No temas de reír, llorar, amar, sufrir, gozar déjale ver a todos que tienes miedos y que los conoces, que tienes defectos y los aceptas, que te equivocas y lo reconoces.

Si vas usar una máscara que sea transparente que deje ver todo lo bello en lo imperfecto.

Nunca serás lo que los demás esperan de ti. Serás lo que tú quieras ser.

No dejes que aquellos que te señalan y te apuntan dicten quien o que debes ser.

Pues sus máscaras tarde o temprano los consumirán y caerán junto a ellas, las miles de historias que jamás llegaron a escribirse o contarse, las miles de orugas que jamás llegaron a ser mariposas o los cientos de capullos que nunca llegaron a florecer.

Deja que el mundo te vea, y no te avergüences de ello, siéntete libre de sentir y explorar cada aspecto en ti, sin miedo al que dirán.

Y veras como el mundo dejara de parecer tan cruel y malvado.

Pues el mundo respeta aquellos que se atreven a vivir su verdad. Sin tener nada que ocultar.

Por Kelvin E. Lopez

Confesiones de una mente abandonadaWhere stories live. Discover now