Capítulo 7: Un nuevo rumbo (parte III)

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Las dos habitaciones rentadas compartían un baño, un fogón y un pequeño espacio donde había algunas alacenas de mármol. En estas se encontraban ollas, platos y algunos condimentos en pequeños frascos que el dueño dejaba para que quienes se hospeden puedan usar.
Engar fue el primero en depositar sus pertenencias. Las habitaciones estaban separadas por una cortina, por lo que podía ver como Oriana y Germanus discutían. Hablaban en un tono tan bajo, que sólo se llegaban a descifrar algunas palabras. Levantó su mano, como si estuviese incómodo y dio aviso de que iría a dar un paseo. Engar no solía estar encerrado y acompañado mucho tiempo, siempre que tenía la posibilidad de aislarse la tomaba. Sus compañeros ya estaban acostumbrados, solo pensaban que él necesitaba su espacio.
Aprovechando la oportunidad y contando los minutos antes de que Milton llegara, Germanus intentó disculparse con la guerrera.

—Bueno ¡está bien! —dejaba con las palabras en la boca a Oriana—. No lo estuve tratando muy bien... —sentía la mirada de ella como queriéndolo atravesar—. Le pediré perdón.

—Bien —respondía cortando todo tipo de discusión y volvía a ordenar su ropa sin darle importancia a su presencia.

—Tampoco fuiste su amiga cuando se unió a nosotros —hablaba simulando inocencia en un tono bajo.

—¡Me hartaste! —dejaba sus cosas y se dirigía afuera.

—Oriana... —buscaba su voz más persuasiva mientras le interrumpía el paso—. Es que... Sabés que me cuestan las integraciones —soplaba—. Sólo quise hacer un chiste, sólo eso fue... un chiste —la mirada de la guerrera ahora dejaba de mirar la pared para apuntarse en sus ojos—. Me salió mal... ¿Qué iba a saber yo que su familia estaba muerta? —levantando sus hombros y estirando sus brazos.

—No es a mí a quien tenés que dar explicaciones —revoloteaba sus ojos y lo esquivaba.

—Or... —Germanus volteó para intentar seguir la discusión pero se tragó las palabras al ver que Bori y Milton llegaban —¿Hace cuánto están acá? —pensó en voz alta y luego se arrepintió—. Creo que ya no hay escapatoria —seguía hablando consigo mismo. Luego de unos segundos en que se mantuvo pensativo continuó—. Bori... ¿Nos dejás solos?

El arquero tiró sus cosas a un costado y salieron junto a Oriana. Milton actuó como si no le importara. Tomó un banquito de barro y sentó cómodamente. La expresión de Germanus y la situación en general, le recordó a las tantas veces que él había tenido que dar explicaciones en Oportunidad y en la escuela. Inevitablemente se le coló un recuerdo de Leo, de un día en el que éste había aceptado toda la responsabilidad sobre una broma que habían hecho, para que Milton no quedara reprobado de física, una materia del colegio. «Leo» pensaba nostálgicamente.

—Eh... —armaba la oración intentando atraer la atención del joven que permanecía mirando un punto fijo—. Hagamos esto rápido...

—No tenés que pedirme perdón —interrumpía y le sonreía—. Yo te tengo que pedir perdón —la cara de Germanus se plagaba de duda mientras acomodaba sus pestañas—. Si hubiera seguido a Oriana aquella vez que me buscó en las celdas, no hubieras recibido una golpiza de esa... —intentando recordar el nombre.

—Gena.

—Sí. Gena. Te podría haber matado y yo simplemente corrí.

—No hubiera podido conmigo —se acercaba al joven llenando de humor la conversación. Cuando logró que Milton sonriera, continuó—. Lamento lo de tu familia —apoyaba su mano sobre el hombro del joven—. Tendrás tiempo para contarme.

 Tendrás tiempo para contarme

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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora