01 | Dolor Fermentado

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«Dos Años Después»


Baja California, México...


Grecia observó desde el jardín delantero de su casa el pequeño camión de la mudanza, la mini van y el Mercedes que se estacionaron en la acera, solo la hizo soltar un bufido.

Cargando a Eros en brazos, caminó hacia dónde los hombres de la mudanza se encontraban reunidos.

—Eh, disculpen —carraspeó, llamando la atención de los presentes.

—¿Podemos ayudarla en algo, señora? —preguntó el que parecía ser mayor que todos los demás.

—Sí, están bloqueando la entrada a mi casa y...

—Discúlpenos, solo serán un par minutos mientras descargamos las cosas.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó.

—Una media hora, a lo mucho.

Soltando un suspiro, Grecia cambió el peso de Eros a su otro brazo, aferrándolo a su costado.

—Bien. Solo media hora.

—Sí, señora.

—¿Cuál es el maldito problema aquí? —espetó una voz masculina—. ¿Por qué no han comenzado a descargar mis cosas?

—Lo sentimos, señor, pero es que, estamos ocupando el espacio de la señora, ya hemos llegado a un acuerdo.

—¿El espacio de la señora? ¿Es que acaso ella es la dueña de la calle o el vecindario?

—No. No lo soy, pero este espacio es mío, está ocupando mi acera —rechinó, conteniendo la furia que comenzaba a crecer en su interior.

El imbécil ególatra apareció finalmente, haciendo a un lado a los empleados, se paró delante de ella.

Grecia retrocedió un paso al encontrarse con la intensidad perturbadora de los ojos azules que la miraban con expresión solemnemente seria.

—¿Así que tiene un problema con que esté ocupando parte de su acera? —preguntó, enarcando una ceja.

Tragando el nudo en su garganta y apartando los pensamientos sobre otro par de ojos azules, enderezó la espalda y aferró un poco más a Eros.

—Sí. Tengo un problema con ello.

—Oh, disculpe usted, alteza, no creí que su carruaje pasara hoy —el tono poco amistoso y burlón provocó que se le erizaran los vellos.

Ella lo miró, con los ojos entrecerrados y el semblante serio. Él le devolvió la mirada, igual de intensa, igual de seria... igual a la de Adam el día que lo conoció.

—Solo aparte su maldita mudanza de mi camino de entrada y dejemos morir el problema —dijo, dando media vuelta para regresar a casa.

No podía ni quería seguir allí, mirando a su nuevo vecino, comparando sus ojos azules con los del hombre que aún seguía amando con cada pedazo de su ser.

Él no respondió, simplemente la dejó marchar. Volviendo al lugar en el que había estado sentada, depositó a Eros nuevamente en el piso, dejándolo jugar mientras trataba de concentrarse nuevamente en el desenlace de la historia que debía entregar en menos de tres meses.

Ante el sonido sordo de los neumáticos, intentó no mirar hacia el frente, pero cuando el camión cruzó su entrada y derribó el portón, un grito/chillido escapó de entre sus labios, se puso de pie inmediatamente y tomó a Eros en sus brazos.

Ground And Pound© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora