Presentaciones

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Saren se acercó, como pudo, a la puerta. Nunca había usado silla de ruedas y se sentía torpe. La puerta estaba cerrada desde fuera. No parecía una habitación de reclusión, tenía ventanas que sí se podrían abrir, pero en su estado no podría salir, es más, no quería salir, le daba igual. Se sentía débil física y mentalmente. Había sido interrogado por más de cinco horas nada más despertar, así que se quedó sentado, mirando al vacío, hasta que sonó la puerta. Mana entró. Nada más verla, Saren sintió algo raro, dejó de mirar al vacío y observó a la chica que entraba, como sorprendido por algo que ni él sabía, muy atento a ella. De repente se dio cuenta de su descaro y bajó la mirada, intentando pasar desapercibido. Mana lo había notado perfectamente, pero estaba acostumbrada, así que simplemente lo ignoró. Ella habló para romper esa incómoda situación.

—¿Saren? Así que tú eres el que ha causado tanto revuelo. Me llamo Mana.

Saren no contestó, ni siquiera la miró. Mana insistió.

—Vaya... —Mana se apoyó en la pared más cercana y se cruzó de brazos, con un gesto evidente de molestia—. Esto va a ser peor de lo que pensaba. Al parecer se deben fiar de ti, porque me han pedido que sea tu guía por la base, así que ayúdame un poco.

—No necesito niñera. —Saren contestó, pero no la miró, intentó moverse con la silla hacia la puerta. El pie de Mana se puso en la rueda y la paró.

—Ni a mí me gusta hacer de niñera, pero es lo que hay. ¿Qué es lo que hacías en la Confederación?

—Piloto de dracos. —La respuesta generó interés en Mana, que cambió algo su tono.

—¿Y eras bueno?

—No sé contestar a esa pregunta.

—Entonces no mucho. —Mana soltó una pequeña risa—. Te llevaré al Hangar primero.

Mana se puso detrás de Saren y cogió la silla, sacándolo de la habitación.

—¿Por qué te quieres unir a nosotros?

—Tengo mis razones.

—¿Cuáles son?

—Ya se las conté a los que me interrogaron, pregúntales a ellos.

—Pero a mí no me lo has contado.

Saren no contestó, dejando claro que no hablaría de ello. Mana ya tenía claro la evidente falta de ánimo de Saren. Resopló maldiciendo a Aries por meterla en esto.

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Duke estaba tumbado en la camilla del médico con un escáner en la cabeza, estaba pasando el reconocimiento periódico que le hacen a todos los pilotos de draco. Este tipo de pilotos eran muy escasos, poca gente era capaz de sincronizarse con un draco, y de los que podían, muy pocos tenían la mente lo suficiente capaz como para poder manejarlo realmente bien, así que eran como pequeños héroes. Su mente sufre en cada uso, ya que el cerebro es engañado y sienten todas y cada una de las cosas que le pasa al draco. Aunque ellos no sufran físicamente, el cerebro puede verse dañado. Por ello cada poco tiempo se les hacía un control físico y mental exhaustivo. Duke era el capitán de dracos más importante en Radia, y uno de los más respetados de todos los Libres, para muchos, era el mejor.

—Todavía siento lo del brazo, desde la batalla de Mortis. —Duke levantaba su brazo izquierdo y se lo miraba, como si estuviese viendo algo que no debería estar ahí.

El médico se acercó al brazo y comenzó a tocarlo observando la pantalla y los cambios de señal.

—Recuérdame como fue.

—Me lo arrancaron, entero.

—No me puedo creer que lleves tanto tiempo pilotando y este haya sido tu primer daño serio ¿Lo sentiste?

Genoma ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora