Capítulo 6: La conmemoración (parte VII)

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—¿Conocer el todo? —se había escapado de su boca y aprovechó para reforzar su pregunta—. ¿Cómo podríamos estar conectados?

Luego de una sonrisa, el Mythier continúo:

—Todos estamos entrelazados por Mytri y Pseu; pero solo quienes obtuvimos Kaa'la, el fruto de Mytri, podemos percibirlo, sentirlo... y utilizarlo —inhaló fuerte y continuó—. Mirá —cerró sus ojos. Se escucharon algunos ruidos y el joven sintió como se movieron algunas raíces debajo de él. Bruscamente la tierra debajo de las hojas, sobre las que Milton estaba sentado, se elevó unos cuantos centímetros. El joven no pudo evitar liberar un gemido de temor. Al irse el susto, sonrió. No podía creer lo que había sucedido. Puso sus ojos sobre Rigal con admiración, y éste lo hizo descender hasta que quedara como estaba antes; lo que impresionó al joven aún más. El Mythier notó que Milton estaba a punto de decir algo, pero lo interrumpió. No quería que se pierda la atmosfera de concentración —Eso, pude hacerlo porque yo estoy conectado con la tierra, siento... siento cada uno de los insectos que caminan por ella en este momento y si quiero, puedo descubrir si tienen hambre —los ojos del joven se abrían cada vez—. Siento el aire, siento las ramas de los árboles, las raíces y todo. Todo lo que me rodea.

—Taniel —su curiosidad y asombro fue más rápido que las palabras de Rigal—. Creo fuego de su mano... y en la habitación no había fuego. ¿Cómo pudo?

—Los primeros pasos —calmaba las ansias del joven—. Serán de autoconocimiento, luego, conocimiento del exterior. No hará falta que tengas elementos para crearlos... porque ellos siempre están. Los elementos, para que lo entiendas mejor, son como las emociones. Las llevamos con nosotros a donde vayamos —hizo una pausa y aumentando el tono de su voz continuó—. Quiero que cierres los ojos y te centres en lo que te diga... Este paso es el más importante y deberás hacerlo cotidianamente si querés ser un gran Mythier. En nuestra lengua se dice Emithis, en la tuya, autoconocimiento o meditación.

Dispuesto a seguir los pasos de quien llamaría maestro con el tiempo, cerró sus ojos y comenzó a sentir su respiración. Era difícil tranquilizarse después de la euforia que le producía el tema. «¿Un gran Mythier?» quizá no sabía pronunciar esa palabra y no estaba seguro de lo que significaba; pero le gustaba como sonaba. Seguiría estrictamente las reglas que Rigal le había puesto: no abrir los ojos hasta él se lo diga y no hablar.
El tiempo pasaba y su respiración era cada vez más pausada, controlada. Le costaba concentrarse, muchos recuerdos lo invadían y aunque intentaba no perder la concentración, comenzaba a molestarle el silencio que se generaba.

—Yo podré enseñarte —la voz de Rigal era tan apacigüe que no molestaba ni distraía—. Pero tendrás que practicar estas técnicas. Yo no podré meterme en tu cabeza y hacerlo... Quizá sea duro; pero tendrás que enfrentarlo —en la cabeza de Milton estas palabras entraban como caricias. No eran bruscas, eran orientadoras—. No hace falta conocerte para notar que no tenés un rumbo. Lo primero que debés preguntarte para resolver esa interrogante es... ¿Quién sos? —luego de esta frase solo hubo silencio.
Al pasar los minutos, el joven entendió la consigna y comenzó a llevar sus pensamientos hacia esa pregunta. Comenzó a notar que la tarea no era sencilla y que requeriría de toda su voluntad.

 Comenzó a notar que la tarea no era sencilla y que requeriría de toda su voluntad

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«¿Quién soy?... Arrancaré por lo fácil, soy un joven. Soy un... ¿huérfano? Ya no estoy tan seguro de eso. Parece que esto va a ser más complicado de lo que pensé...
¿Viví una mentira todo este tiempo? ¿Soy lo que ellos dicen que soy?» Así comenzaban los pensamientos en la cabeza de Milton. Más preguntas que respuestas, más dudas que certezas. Las palabras, frases y preguntas que aparecían, eran cada vez más inconscientes: estaba realizando bien el ejercicio.
«¿Puedo ser el amigo de Leo si el orfanato ya no existe? ¿Puedo ser quien reía de Toni si ya no soy huérfano? ¿Puedo ser el que sintió como el fuego se consumía en la mano de Taniel?» El aire cada vez entraba más puro y denso a los pulmones del joven. Cargaba su pecho de una energía tan vital que lo hacía sentir imponente. Esta energía se recorría por todo su cuerpo, como una señal, como un aviso: estaba cerca de la claridad.
En verdad, toda su vida se había hecho esta pregunta. Pero quizá nunca la había entendido, nunca como ahora. Siempre había creído que al definirse como huérfano, se excluía de otras definiciones. Ahora entendía. «Soy todo... Soy el chico del orfanato, el amigo de Leo y Jazmín. El que lloró en su niñez por no conocer a su familia. Al que le gusta leer historias de fantasía. Soy quien esperaba ansioso y feliz que lo adopte la familia Clemente. Soy quien adoraba los abrazos de Mailen y también soy éste. Soy todos esos, el amigo, el enamoradizo, el serio, el triste, el confundido y más... Nunca me perdí, siempre estuve conectado... Conectado» Había pasado un largo rato ya desde que Milton había cerrado sus ojos pero su concentración estaba intacta. Ya no sentía el viento y no se preocupaba por los ruidos o las presencias externas. Estaba él. Sólo él. «También soy quien controló el fuego, quien se fugó del castillo del rey más temido, quien conoció a Kinta... Todavía puedo sentir su pelo y su mirada provocativa. No, no me quiero desconcentrar... Soy quien enfrentó a bestias y quien corrió sin mirar atrás. Soy quien dicen ser un Mythier y quien averiguará la historia de sus padres».

—Algo cambió en el ambiente —la voz de Rigal cortaba las palabras en la mente del joven—. Creo que te aunaste... Sí —se respondía solo—. Es eso. Te hice esta pregunta creyendo que no podrías responderla... Y todavía no estoy seguro de que lo hayas hecho; pero de algo sí estoy seguro... Ya no te ves como un pollito mojado, como un niño perdido en la selva. Creo que comenzás a entenderte, a entender la unidad. La pregunta es tan amplia que no estoy seguro de si alguna vez podremos responderla. Pero nos sirve para aceptarnos. Nuestros buenos y nuestros malos, nuestros aciertos y nuestros errores. Lo que somos ahora y lo que seremos. Tendrás que perdonarte en algún momento y no es algo que te podría pedir en este momento, fue suficiente por hoy —hizo una pausa e indicó al joven que abriera sus ojos. Al abrirlos, Milton sintió una infinita primavera en su piel, un nuevo despertar, un renacer. Estaba cálido y sintiendo cada segundo que transcurría. Totalmente consciente del momento. Le fue inevitable generar una gran sonrisa al ver a Rigal enfrente de él—. Descubrir quien sos y quien no, es algo que trabajarás durante toda tu vida. Aceptar, te permite ser. Entender la unidad, te permite dar el siguiente paso: entender el exterior.

                                                                                                              NicoAGarcía


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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora