CIEGA OBSESIÓN / LA BODA Y UN INVITADO INESPERADO

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Gabriel no pudo evitar continuar besando la piel suavemente perfumada de Isidora.

Su corazón estaba a punto de escaparse del pecho. Isidora continuaba con los ojos cerrados. Aun creía que lo que estaba sintiendo era un sueño. Unos cuantos cabellos cubrían su boca que permanecía levemente abierta, Gabriel los quitó suavemente con sus dedos para llevar su propia boca hasta aquel manantial de miel y pasión que lo enloquecían.

 Por primera vez no sintió el rechazo que siempre ponía Isidora cuando él se le acercaba. Su cuerpo estaba ardiente, sus labios llenos, su boca abierta y entregada a la pasión de ese hombre que moría por ella.

El solo quería acercarla a su piel, sentirla, atravesarla con la furia y la llama de su deseo reprimido por tanto tiempo. 

Como pudo, se soltó la corbata y luego la camisa. Pronto sus cuerpos se pegaron tanto que dolía. Gabriel acariciaba, lamía sus pechos, mordía sus labios.

Isidora no dejaba de gemir de placer. Su boca estaba llena de placer. En su sueño pedía a gritos que aquella dulce boca la besara, que no dejara de hacerlo nunca.

Con cada ahogado gemido que ella emitía Gabriel sentía que perdía la razón y su pecho se inflaba de orgullo. Era él y sólo él quien la estaba  llevando a sentir ese placer que sólo quería entregarle a ella.

Bajó con su boca por el vientre de Isidora. ¡Cómo deseaba entrar a esa delicada zona!. ¡Cómo moría por hacerla vibrar y saborear su sexo húmedo y abrasador.

No tardó mucho en hundir su boca y su lengua en su entrepierna. Isidora ya no podía más. Se encorvaba, gritaba, rasguñaba la espalda de Gabriel sin darse mucho cuenta de ello.

 - ¡Qué es esto Dios mio! - pensaba - ¡No quiero que pare nunca!

- No pares, por favor - gimió despacito

- ¡No pares, no pares! - dijo luego gritando, sin poder evitarlo.

Gabriel estaba en éxtasis. Era todo lo que siempre había soñado. Sólo quería hacerla feliz y él sabía que podía hacerlo. Presintió desde el primer momento cuales eran los puntos débiles de la mujer que amó casi desde el mismo instante en que la vio.

Poco después de sentir que Isidora había tenido su primer orgasmo, Gabriel subió hasta su boca y la volvió a besar mientras intentaba deshacerse de los pantalones que aun llevaba puestos y que ya no podían sujetar la gran erección que en ellos se atrapaba.

 - Te amo - le dijo, mientras desabrochaba el cinturón y no paraba de repartir besos por su mejilla, su mandíbula y su cuello - Te amo más que a mi vida princesa - volvió a decir, ya con su cuerpo sobre el de ella, buscando el calor y la humedad que ya habían conocido su boca y su lengua.

De pronto Isidora se paralizó

 -¡Gabriel! - gritó - No ¡Déjame!,¡Déjame por favor! ¡No!

-Isidora.... qué te pasa.. ¿Te hice daño?.. Dime por favor..Princesa

-¡No me digas princesa! ¡No soy tu princesa!

Gabriel no entendía nada. Recién le decía que no parara, recién había recibido de su boca los besos mas apasionados que le pudo haber entregado una mujer y ahora... 

Isidora corrió hasta el tocador y se encerró ahí. Gabriel, muy dolido se volvió a poner los pantalones y desde el otro lado de la puerta la pudo oír sollozar.

 - Sal de ahí mi vida. Por favor dime si te hice algún daño. Te amo princ... No me dejes así

Gabriel pocas veces en su vida lloraba. Con seguridad lo hizo cuando su padre murió, luego de eso, su madre lo necesitaba. Era el hombre de la casa y debía ser fuerte.

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