Tormenta [34]

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: : 4 años atrás : :
(2013)

Parecía que nada en el mundo iba mal desde que Brian se alejó de su padre.

Tan sólo en los últimos años había logrado conseguir un título universitario con honores. Justo una semana después decidió caer aún más en el anonimato y servir en una clínica de bajos recursos como un cualquiera.

De pronto, el deseo que había llegado a tener de herir a otro sin razón alguna se había esfumado y en su alma no había espacio para la oscuridad; mucho menos cuando su mejor amigo le anunció la mejor noticia que había escuchado en lustros.

-Estoy limpio -anunció James con una amplia sonrisa en cuanto llegó al departamento que compartían.- Ya no hay indicios de droga alguna en mi cuerpo.

El recién egresado abandonó de inmediato el trabajo que estaba realizando para recibir a su mejor amigo con un fuerte abrazo.
-Estoy muy orgulloso de ti, hermano -dijo con toda sinceridad.

Sullivan se apartó un poco y, con lágrimas en los ojos, susurró- No lo habría logrado sin tu ayuda -hizo una pausa, rompiendo el abrazo al dar un paso hacia atrás-. Por eso te quiero regresar un poco de lo que tú me has dado.

No muy convencido, Brian aceptó el dinero.
Pensó en donarlo al hospital donde trabajaba de inmediato, pero algo dentro de él creía que esa docena de billetes debían tener un fin más especial para su vida; así que los resguardó en uno de los tantos libros de medicina que solía devorar en un par de noches.














: : Marzo del 2017 : :

A pesar de haber rechazado el ofrecimiento de Luke Patterson, Sydney aún continúa considerándolo cuando se encuentra a solas.

El problema es que ahora es algo tarde para cambiar su decisión: la entrevista se llevará a cabo dentro de pocas horas y ella debería estar más preocupada por esconder las ojeras que adornan su cansado rostro sin extrañar a Signe.

Sabe que cualquier problema con su aspecto puede ser arreglado por las maquillistas profesionales en su camerino, pero entre menos tiempo pase a merced de sus enemigos será mejor para ella.

Así que se esmera en arreglarse en su caótica habitación ahora llena de cajas listas para ser llevadas a algún lugar lejos de Los Santos.

Mira la hora en su celular que ha puesto en modo avión desde que comenzó a recibir preocupadas llamadas de sus verdaderos amigos, pues cree estar segura de que hacer la entrevista es la única opción que tiene.
Concluye que ya es tiempo de salir y afrontar algunas consecuencias de sus ingenuas acciones.

Suspira profundamente aún frente al espejo en el tocador y se levanta.
Toma su teléfono en una mano y su bolso en otra, desactivando el modo avión mientras se dirige a la entrada de su departamento.
Cuelga el bolso sobre su hombro mientras busca a tientas la perilla de la puerta; toda su atención está puesta en la pantalla del dispositivo que sostiene su ahora temblorosa mano derecha.

De entre todas las llamadas desviadas y mensajes que aparecen en el listado de notificaciones, hay un número que capta su atención por el simple hecho de no estar registrado.
Por alguna razón, Sydney lo asocia de inmediato con Brian. De hecho su pensamiento, aunado con la falta de sueño, le hace escuchar su voz diciendo su nombre de una manera extremadamente realista.

Ella sacude la cabeza sin pensarlo, bloqueando su teléfono con el fin de seguir evitando a una de las razones detrás de algunos de sus grandes errores, ignorando por completo que se toparía con esa persona en cuanto diera el tercer paso hacia el pasillo.

Si bien su cerebro la había traicionado incontables veces en el pasado, ahora acababa de captar una parte de la realidad mediante la audición.
Y esa realidad ahora no duda en sostenerla con firmeza de la cintura para prevenir su caída inminente.

-¿Qué haces aquí? -anticipa Sydney con frialdad, a pesar de que parte de la fortaleza que resguardaba su corazón ha sufrido daños graves tras el choque.
De inmediato, la mujer da un paso atrás, observando cómo Brian separa sus labios pero no logra decir palabra alguna.

Él aclara la garganta, listo para intentar hablar una vez más.- No lo hagas, Sydney.

Ella bufa tras escucharle, mostrando una débil sonrisa llena de incredulidad.
A pesar de que pretende huir de los cálidos ojos castaños que le buscan sin clemencia, Wackerman sigue siendo lo suficientemente tonta como para rendirse ante ellos y buscar Refugio en el pecho de Haner.
Por ello, le es necesario tomar una gran bocanada de aire que le permita despejar sus instintos.

-Tú no tienes derecho a decirme qué hacer -reclama, cruzando los brazos mientras intenta encontrar la mejor manera de escabullirse de la incómoda situación.

-Por favor -insiste el médico con desesperación, tomándose la libertad de levantar su firme mano y rodear el brazo derecho de Sydney con sus finos dedos de manera gentil-, no quiero que te hagan daño.

Ella baja la vista hasta el lugar en el que su piel está haciendo contacto con la de su acompañante. Siente una tenue corriente pasar por sus venas y desea hundirse en aquella extraña pero agradable sensación que termina por anestesiar parte de su tenso cuerpo. Sin embargo, logra mantener su postura y continuar diciendo aquello que le avergonzaría aceptar que ha practicado más de una vez en los últimos días.

-Me parece curioso que seas tú quien diga eso, pues tú has sido la persona que más daño me ha hecho.

Su confesión obliga al joven en invisible agonía a bajar su brazo y limitarse a verla como un hombre moribundo miraría a la muerte misma.

Y ese sentimiento de desesperanza es el causante de la tormenta de pensamientos que se desata en la mente de Haner. Pronto, él comienza a buscar algo que le dé la oportunidad de salvar lo único que le importa.
Desafortunadamente, los estruendosos rayos en medio del desastre le hacen salir de los límites de su raciocinio.

-Crees que podrás manejarlo sola, pero no es así. De no ser por mí, seguirías dando malos reportes del clima.

Entonces, la nostalgia en Sydney se consume en un fuego ardiente que quema el poco afecto que aún conservaba para Brian.

-¿Tú qué hiciste por mí? Únicamente respondiste un correo. -Su tono de voz entra como veneno en los oídos del médico, provocando que sus mecanismos de defensa actúen de manera más rápida y despiadada.

Sin saberlo, Sydney ha revivido un deseo en Haner que había muerto desde que se separó de su padre.

-Yo tuve que volver a hacer el reportaje que salió al aire. El trabajo que ustedes hicieron era simple basura.

De haber sido por el hombre, el daño continuaría aumentando durante un tiempo indeterminado.
Sydney, en cambio, recuerda que prometió no dejar que alguien la lastimara el día de hoy.
Es por esto que la destructiva lengua de Brian termina inmóvil después de que su mejilla recibe una dura bofetada con la parte externa de la mano de la joven.

-Vete. No te atrevas a decir algo más. -Wackerman lo empuja con desprecio para poder salir por completo de su departamento y cerrar la puerta detrás de ella.

El golpe es como un refugio que encuentra él en medio de la despiadada lluvia, pues le hace regresar a la realidad y pensar en todo lo que ha hecho.
Tras reconocer sus incontables errores, Haner aprieta los labios.
Sus manos se vuelven puños y la tormenta escapa por sus ojos con dificultad mientras siente la presencia de Sydney alejarse.

En cuanto la mujer desaparece de su campo visual, el médico toma su celular y cancela todo plan que habría evitado la llegada de su amada a la guillotina.

Le ha quedado claro que, sin importar lo que haga, siempre terminará por destruir aquello que le haga sentir un poco menos vacío.

Wrecker | Syn Gates ✔️Where stories live. Discover now