Libre Albedrío

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Cuatro años debió cumplir internado en ese sanatorio; cuatro años en los que estuvo intentando limpiar su mente y cuerpo... Y al fin lo había logrado. Tras todo ese tiempo, sin probar ni una sola gota de alcohol y sin apostar, Ronald Weasley se sentía totalmente renovado, con ganas de comenzar de cero nuevamente. Sabía que no mucha gente estaba a su lado y que los pocos cercanos (limitado a un reducido círculo: sus padres, su hermana y algunos internos del sanatorio) llenaban un espacio en su corazón. Atrás quedaban los recuerdos de su férrea amistad con Harry Potter o su débil e insólito noviazgo con Hermione Granger. Si bien ahora entendía por qué ella había decidido casarse con él en un momento de desesperación, todavía no lograba comprender cómo fue capaz de ocultarle tanto a él como a Harry, lo de su relación con Malfoy, con quien actualmente estaba casada, pero en fin, eso ya era pasado. Con los años había comprendido que en el amor no hay nada escrito. Simplemente, nace.

Tampoco podía negar que aún sentía algo muy profundo hacia Hermione, no obstante, no podía asegurar que fuera amor. Es más, luego de todo lo vivido, dudaba si en algún momento realmente la amó. Pues, si la hubiese amado, jamás habría actuado como lo hizo. Fue tan cobarde de su parte atacarla, que si bien culpó al alcohol de ese proceder, en su corazón sabía que esos instintos salvajes habrían aflorado en algún momento con o sin el vicio, con tal de pagarse el hecho de que ella no se casara con él y que para colmo hubiese estado con Malfoy, pero como ya había dicho: era pasado.

Momento era de enfrentar el futuro y labrarse una vida nueva, quizá no con los amigos de antaño porque estaba claro que jamás volverían a estar los tres juntos. Aun así, no descartaba la idea de procurar un reencuentro, pero sabía que Hermione no lo perdonaba por todo el mal causado y que como fuera, él se sentía culpable de la perdida de ese bebé. Un abogado le había dicho que los Malfoy Granger no habían levantado cargos en su contra por ese episodio ya que según los médicos, ese bebé no iba a vivir. Pero —¡Pobre Hermione! ¡Cuánto debió sufrir...! —, y él emborrachándose y metiéndose con cuanta mujer se le cruzaba por el camino, como si nada.

Ahora entendía el alejamiento de Harry, de Hermione, de sus hermanos. Todos entendían lo que había pasado y a pesar de lo mucho que los médicos le decían que no debía culpabilizarse, él se sentía del todo responsable por lo ocurrido. Draco era médico, decían que el mejor, Hermione era bruja y también la mejor, ¿cómo entre ambos no habrían logrado salvar la vida de ese pequeño? No. Él había sido un asqueroso asesino y eso jamás se lo perdonaría. Su conciencia estaba manchada y nada de lo que hiciera lograría borrar los hechos que repercutían noche a noche en sus pesadillas.

Ya tendría tiempo para sanar esa herida... ya buscaría ayuda profesional pues sinceramente, la necesitaba. Aunque en el sanatorio recibió apoyo psicológico, este apuntaba a sus adicciones, nada trataba el cargo de conciencia... la culpa... esa que lo carcomía a cada instante, por eso debía ver la forma de sanarla él mismo y ya vería cómo.

Pero por ahora se enfrentaba a la puerta de salida.

Sí, efectivamente estaba en la antesala a su libertad.

Un hombre le abrió la mampara de vidrio oscuro y el sol de la mañana cegó por unos instantes sus azules ojos cubriéndolos con su mano. Con un cabello pelirrojo más largo de lo habitual, una barba crecida de meses y una maleta con algunas pertenencias, le daban el pase final hacia la libertad.

Respiró profundo sintiendo en su nariz el suave perfume de las flores de la entrada del sanatorio y una oleada de aire limpio le llenó los pulmones. Caminó por el pasillo de cemento de solo unos metros, pero para Ron parecían kilómetros, hasta llegar al portón de hierro que se abría ante él para diera inicio a un nuevo capítulo en su vida. Quería correr y gritarles a todos que era libre, que ya estaba sano, que tenía otra oportunidad para vivir y para hacer algo bueno con ella.

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