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9. Lo que vendrá

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-Increíblemente, estás muy callada hoy -dice Eliot mientras pasa de la sala a la cocina, cargando unas cajas con las cosas que está preparando para nuestro traslado definitivo a la capital.

Yo me encuentro en el balcón, aprovechando el último día en que tendré a la vista el magnífico paisaje de las montañas. Estoy sentada delante del lienzo, pintando un nuevo cuadro de fantasía, con dragones que sobresalen desde atrás y se pasean por el horizonte.

-Solo estoy muy concentrada... -contesto. Aunque la verdad es que no he podido dejar de pensar en la fiesta y en el hecho de que Henry también se mudará a vivir a la capital, pues se ocupará de la reinauguración de la Casa Matriz de la empresa de su familia. De hecho, nos invitó a que vayamos con él en su avión privado y, aunque Eliot quiso rechazarlo en un principio, terminó por aceptar cuando yo insistí en que no podría volver a hacer un viaje en avión comercial, a menos que fuera en la clase ejecutiva, la cual él no está dispuesto a pagar porque lo considera un gasto innecesario.

Él termina de acomodar unas cuantas cosas más. Se ha pasado el día entero embalando todo perfectamente y ahora luce algo agotado. Se acerca y se para detrás de mí, fijándose en lo que estoy haciendo. Pero, como siempre, no me hace ningún halago a mí o a mi trabajo.

-Eliot... -consulto-. Con respecto a la historia que contaste sobre el día en que casi me diste mi primer beso... ¿es verdad?

-¿Acaso no lo recuerdas?

-Me refiero a si es verdad que Dylan no te habló durante una semana entera, debido a eso -aclaro, pasando el pincel delicadamente sobre el lienzo y rogando que él no recuerde la regla número tres, que implica no nombrar a mi hermano.

-Sabes que él siempre pensaba en tu bienestar, y me conocía más que nadie. Sabía que no era bueno para ti, porque solo pensaba en chicas en esa época. Además, ¿por qué te importa eso?

-Sólo, me pregunto... Si Dylan estuviera con vida, ¿le gustaría que estemos juntos?. Papá piensa que sí, pero yo tengo mis dudas...

-Eso ya no importa, Deborah.

-Me importa a mí -sentencio.

-Él ya no está -otra vez ha recuperado ese tono seco con el que acostumbra hablarme -No tiene sentido que te aferres a su recuerdo.

Me quedo en silencio y llevo una mano a la nuca. Acaricio levemente el pequeño tatuaje que llevo allí, y que me reconforta cada vez que pienso en mi hermano.

-No quiero pensar en que Dylan está en el pasado... -susurro.

Eliot parece haberse percatado de mis movimientos, porque siento su mano posarse suavemente sobre la mía y hacerla a un lado para observar los rastros de tinta sobre mi piel.

-¿Una mariposa? -pregunta con curiosidad-. Es por él, ¿no?

Asiento. Seguramente recuerda que Dylan siempre decía que yo era como una mariposa; hermosa, elegante y frágil.

Aparta algunos mechones de cabello que normalmente cubren el dibujo y sus dedos comienzan a recorrer lentamente mi piel, proporcionándome un suave cosquilleo.

-Para él, tú eras lo más importante en el mundo-revela, haciendo que se junte un nudo en mi garganta-. Su hermanita, su princesa... su mariposa anaranjada.

Levanto una mano y la enredo entre sus dedos, por el impulso de necesitar afecto ante la ternura y melancolía que me produjeron sus palabras. Eliot la aparta de golpe y se aleja dos pasos hacia atrás.

-No te confundas. Eso significabas para él, Deborah -suelta con molestia-. Para mí, no eres nada.

Me quedo en silencio, con la mirada perdida en los fríos colores pintados en mi lienzo. Él tampoco se mueve, y como continúo dándole la espalda, no sé qué está haciendo.

Hasta que SU muerte nos separe (Completa✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora