CAPITULO 12: UNA NOCHE INQUIETA

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La noche transcurría con normalidad, las luces de Light City permanecían, en su mayoría, apagadas, parecía que se trataba de una noche como cualquier otra, una que daría camino a otro día como cualquier otro, algo cotidiano, sin sorpresas, sin nada particular, esa noche ni mirar al cielo traería algo interesante, como una noche particularmente estrellada, una Luna más grande de lo normal o algo por el estilo. No había nada interesante, nada especial.

Pero entonces, algo sucedió. Fue progresivo, aquellos de sueño más ligero fueron los primeros en percatarse, al despertarse por algo que en ese momento era desconocido. Quienes abrían los ojos podían notar, a veces por el rabillo del ojo, a veces en frente de ellos, cómo aquellos objetos colgantes, dígase candelabros, lamparas, focos, etc. se balanceaban lentamente, de forma casi imperceptible. Los más despabilados fueron los primeros en darse cuenta de qué estaba pasando, pero en cuestión de segundos, todos lo notarían.

 De un segundo a otro, no solo fueron aquellos objetos colgantes, fue todo, aquello que se mecía, cada vez con más brusquedad. Mucha gente despertaba solo para notar cómo sus pertenencias se movían como en un baile lento, pero estruendoso.

La tierra se estremeció. La gente salía de sus casas a las calles para notar cómo ese nefasto baile contagiaba incluso a los más altos rascacielos, mientras que aquellos objetos menores, sucumbían al movimiento de la tierra. Postes de luz, señalamientos e incluso alguno que otro semáforo cayeron con el temblor, por no mencionar a esas construcciones que carecían del mantenimiento adecuado, o que la edad se encargó de debilitárlos para que, llegado este momento, se desmoronaran como si de una galleta se tratara.

De un minuto a otro la ciudad pasó de estar dormida, o al menos somnolienta, a estar completamente despierta, envuelta en sonidos, y ninguno que presagiara algo mínimamente benigno. Los edificios calléndose, las alarmas de los coches, etc. lo único que se escuchaba tan fuerte como esto ultimo era la gente misma, gritando ante el pánico y la incertidumbre.

Este fue un terror que duró poco más de dos minutos, pero tan solo dos minutos de una noche fue suficiente para destruir trabajos de años, dos minutos que traerían semanas de recuperación, reconstrucción, familias destruidas, gente hospitalizada, muertes indiscriminadas y demás tragedias. Dos minutos que le recordaron al hombre que no tienen el control del planeta.

Pero la catástrofe de esa noche no era más que un presagio del gran cambio que vendría...

Los Guardianes de CiantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora