XXIV. ¿Qué sientes por mi?

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Ann

No dijo nada durante un largo periodo de tiempo. Dejé de mirarlo al mismo tiempo que terminé de decir esas palabras y he tratado, en vano, evitar seguir lloriqueando como una niña. Escuché como Peter empezó a caminar antes de que levantara la vista, él me estaba estrechando en sus brazos. Me quedé inmóvil, incapaz de responderle el abrazo.

—No importa —comenzó a decir—, si tú no llegas a sentir lo mismo que siento yo. Si nunca vuelves a hablarme. Ni siquiera si yo me...

Rápidamente acerqué mis labios a los suyos, interrumpiéndolo. Él pareció algo sorprendido, pero no tardó en seguirme el paso. Mis brazos, al parecer, volvieron a tener movilidad y rodearon el cuello de Peter para acercarlo más a mí. El frío que antes sentía desapareció y una presión que no sabía que estaba presente se esfumó.

—Perdón por lo que dije antes —me alejé un poco de él y subí la mirada—. Sobre tu sinceridad.

—Está bien, me lo merezco de todos modos —se encogió un poco de hombros pero no me pareció muy convincente—. Aunque mentiría al decir que no me dolió.

Junté sus labios con los míos otra vez, pero más suave que la vez anterior. Las manos de Peter recorrieron mi estómago hasta mi espalda. Mordió mi labio y luego se separó de mi un poco.

—Creo que tenemos que comprar algo para alejar las malas vibras.

—No tengo idea a qué te refieres con malas vibras, pero te apoyo con la Nutella —reí.

—¿Quién dijo algo sobre Nutella? —dijo con una sonrisa y la ceja alzada.

—Nadie, pero es lo único con lo que pueden comprarme —me solté de él y comencé a caminar, pero un pequeño tirón en mi playera me hizo dar media vuelta.

Peter se estaba mordiendo el labio —cosa que me derritió totalmente— y luego de eso se relamió. Tomó mi mano y me atrajo hacia él. Tomó suavemente mi cadera y me tiró a la cama.

—No digas nada —sacó su playera y mi cuerpo entero tembló—. Me lo debes —besó mis labios y luego sacó mi sujetador.

***

—Por fis —dije mientras lo jalaba de la playera—. Nunca lo he comido.

—No... —Peter puso la mantequilla de maní fuera de mi alcancé—. ¿Cómo sabes que no eres alérgica?

—No lo sabré hasta que la pruebe —me encogí de hombros—. Vamos, es la última que queda —hice un puchero.

—Por mucho que esa carita me someta, no.

Hice un sonido de exasperación y golpeé mi frente con la palma de mi mano. Quiere comprarme y no acepta sobornarme con algo que yo quiero, es un mal negociante. Peter se había ido para buscar algunas cosas que él necesitaba y me dejó sola, observando con añoranza la última mantequilla de maní que había en la sección. No sé si eran cosas mías o que de verdad era un acto divino; pero el frasco estaba siendo iluminado desde arriba y un coro de ángeles cantaba.

—¿Necesitas ayuda?

Giré mi rostro y pude ver cómo un chico oriental, apuntaba a la mantequilla y tenía ambas cejas levantadas. Asentí rápidamente y lo miré con ambas manos juntas. Él se acercó un poco más al estante y tomó mi segundo precioso sin el menor esfuerzo. Me lo entregó y yo lo tomé con cuidado entre mis brazos. El chico me miró con una sonrisa y una ceja alzada.

—Me recuerdas a mi novia —dijo con aire pensativo.

—¿En que soy una lunática que abraza a la mantequilla de maní como si fuera su hijo?

Déjame con mi Orgullo [DISPONIBLE TAMBIÉN EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora