Capítulo 52: Muerte

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Nota de autora: Este capítulo es MUY largo, pero es extremadamente importante, por lo que es necesario leerlo hasta el final.

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El bosque siempre representó para mí cierto misterio inaccesible. Es hermoso en su forma: los miles de árboles conformando cada centímetro, que cambian su color con cada estación; los animales para los cuales este lugar es su hogar, quienes viven su vida diaria con cierto deje de despreocupación, a excepción de aquellos que temen ser cazados por otros, que viven sus vidas con constante miedo, que tienen que pasar cada segundo alertas y huyendo. Los claros del bosque, los claros... Considero que es lo más hermoso de un bosque, aquel lugar en el que por algún motivo no crecieron árboles, ese pequeño espacio de césped plano donde la luz del sol llega sin ningún problema, pues no existen ramas que se interpongan en su camino. Pero al mismo tiempo el bosque tiene un contraste oscuro y aterrador: Es enormemente solitario; resulta fácil perderse en él, y de noche... de noche su belleza cambia, y dependiendo de cómo lo veas puede ser aterrador, o hermoso.

Para mí, justo ahora, resulta una combinación de ambos adjetivos. Hay dos cosas a la distancia, o bueno, más bien dos personas —si se le puede llamar así al más oscuro de ellas—. La luna se cierne sobre el lugar, iluminándolos a ambos sólo levemente, y la mansión Aldrich, o más bien, la cerca de la mansión, sólo está a unos cincuenta metros de donde yo estoy parada. Pero escuchar su voz fue lo más aterrador de todo, y verle frente a Charles es incluso peor.

Corre...

Corre...

Corre...

Primero la voz de Charles, luego mi propia voz. Ambas están de acuerdo en que debería de correr. Ése es el plan que armamos en el auto de camino a este lugar, el plan que debería de estar siguiendo, pero sólo crucé un par de palabras con Charles antes de continuar con mi camino, y ahora no puedo evitar pensar en qué pasaría si esta es la última vez que lo veo.

Pero alguien muerto no puede hacerle daño a otro muerto, ¿o sí? Eso es lo que intento repetir en mi mente una y otra vez, no puede pasarle nada a Charles, incluso aunque provenga de este demonio, o lo que sea que es.

Cuando soy consciente del sonido fuerte de mi respiración, me llevo la mano a la boca, tratando de opacarla, para evitar que Aldrich me escuche. A pesar de intentarlo con todas mis fuerzas, no puedo evitar que el agua se acumule poco a poco en mis ojos; ahora el problema principal no es el sonido de mi respiración entrecortada, sino los sollozos que causan mi llanto. Aquí estoy, presa del pánico, después de pensar que podía aguantarlo todo. Pero él genera una energía que no puedo explicar, una energía que tal vez resulte soportable para Charles, pero para una simple mortal de carne y hueso como yo, esto es algo que comienza a derribar mis defensas.

Llevo ambas manos a la tierra cuando pierdo el equilibrio y por poco caigo de lleno al suelo. Cierro con fuerza los ojos, haciendo que las lágrimas caigan con ímpetu; a la vez aprieto los labios, evitando que algún sonido innecesario salga de mi boca. Sólo me doy el lujo de soltar un suspiro cuando siento que me estoy quedando sin aire. Debo ser fuerte, por todos.

Decido volver a echar un vistazo, pues además de terrorífico, a su vez resulta extrañamente atrayente.

Está aquella alma hermosa, pura y caritativa; y luego está aquel ente oscuro, sin forma, pero con voz; una voz profunda, rasposa, casi inaudible por ratos. No hay forma alguna de compararlos a ambos. Lo único que tienen en común es su innegable naturaleza sobrenatural. Charles emana cierto atractivo cada vez que su piel, casi transparente, se ilumina con la luz de la luna. Aldrich, por lo contrario, ni con la más fuerte de las luces parece ser iluminado; existe en él cierta oscuridad no sólo visible, sino también energética.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora