Emma está feliz con lo que ha logrado en su vida. Su blog está creciendo de maravilla, vive en la ciudad de sus sueños y todo va marchando como debería de ser, hasta el momento en el que recibe una llamada del abogado de Tomás, su ex-novio. Tomás h...
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Después de acariciar a Roki no puedo prestar mucha atención a la casa. Sigo emocionada porque por primera vez en mi vida he podido tocar a un perro, pero al mismo tiempo me siento un poco inquieta por haberme quedado como estúpida viendo a Rodrigo. La realidad es que el hombre me intriga. Demasiado. Aún así tengo muy claro que estoy aquí por compromiso, nada más. Y no sé si eso es lo que me intriga más, la verdad. Además de que no está nada feo. Es un hombre bastante atractivo a pesar del horrible carácter que parece cargarse.
Me siento en la cama y observo mi cuarto. Es amplio y huele a madera. Lo único que pude notar mientras caminaba por el pasillo es que toda la casa tiene vigas de madera en el techo. Las paredes de mi cuarto son blancas y están decoradas con un par de fotos de flores en blanco y negro. Tengo un buró junto a la cama y un sillón en la esquina. Todo parece un poco sobrio, pero entiendo que es el cuarto de visitas. Lo mejor de todo es que tengo un baño aparte y ya con eso me siento mucho más tranquila. Por lo menos tendré un poco de privacidad.
Acomodo algo de mi ropa en la cómoda que se encuentra bajo la ventana antes de mirar a través de ella. Mis labios se parten cuando me doy cuenta de la vista que tengo. Parece que la casa está en lo más alto de una montaña porque tiene una vista de valles y colinas impresionante. Por un momento, me siento como en la cima del mundo.
Tocan a la puerta e inmediatamente cierro el cajón con mi ropa interior.
—Me dijo mi papá que te trajera unas cobijas para la noche —dice Santiago todavía con voz soñolienta.
—Gracias.
Las deja sobre mi cama antes de sentarse en el sillón.
—Me puedes decir Santi como mi papá y mis amigos me dicen. Sé que eres buena persona porque mi tío siempre hablaba de ti.
—¿De verdad? —pregunto sorprendida.
No tenía idea de que Tomás hubiera hablado de mí alguna vez. Santiago—ahora Santi, asiente con la cabeza.
—Gracias por dejarme decirte Santi.
Le quiero preguntar más por Tomás. Muero por saber qué ha dicho de mi, pero me da cosa. Siento que igual le puede dar tristeza porque su tío ya no está con nosotros, y mejor me quedo callada antes de sentarme sobre la cama, cruzando las piernas.
—¿Eres chef también verdad? —pregunta.
—Sí —Sonrío.
En ese momento, alguien más toca a la puerta.
—¿Santi, estás ahí?
—Si... —dice un poco inseguro, como si hubiera estado haciendo algo malo.
Se abre la puerta y Rodrigo asoma la cabeza.
—No molestes a Emma, Santi. Yo creo que debe estar cansada del viaje.