El profesor Zhou Ran tenía una rutina. Se calzaba la bata blanca y entraba a su laboratorio con la misma y parsimoniosa actitud, siempre.
Se enfrentaba a la mesa plagada de controles digitales deslizables y observaba fijamente durante un rato al cubo negro de unos 20 cm de lado, oscuro y sin brillo, que se encontraba sobre ella.
Cuando se sentaba, deslizaba los indicadores hasta que las ondas Delta se convertían en Theta, esperaba un momento y volvía a deslizarlos hasta que las ondas predominantes oscilaban entre los 8 y 14 cps y los dejaba en frecuencia Alfa durante un breve período de tiempo. Nunca más de 10 minutos.
Después establecía la vibración en pre-Beta, entre 13 y 15 cps, y recitaba solemne aunque sabía que todavía el cubo no tenía forma de escucharlo.
—¡Buenos días, Li!
Seleccionaba el programa de aprendizaje que correspondía a ese día y se relajaba totalmente.
La impaciencia no era un rasgo que poseyera su personalidad, por lo que su mente revisaba otros temas mientras aguardaba.
Era habitual que en sus períodos de espera volviera sobre su primera ecuación, cuando estableció la existencia del lenguaje como algo innato en los seres humanos. Revivía el momento de claridad en el que percibió que la ecuación era incompleta y escribió, casi instantáneamente, las modificaciones que la convirtieron en lo que hoy se conocía como la Ecuación Fundamental del Lenguaje. La existencia del lenguaje como una constante el universo.
Fue el primero en concebir conceptual, matemática y lingüísticamente el significado de esa ecuación.
Abandonaba periódicamente sus recuerdos para mirar el terminal visual que permanecía totalmente transparente, inmutable.
Hacía más de 100 años que la industria de la inteligencia artificial basada en redes neuronales electrónicas se había establecido en el mercado. Pero el Profesor Zhou explicaba que aún estábamos en pañales.
Repitió incansable a quien quisiera escucharlo.
—Nos falta un salto cualitativo. La neurona es la célula básica de comunicación en el cerebro. Al estimularse por un extremo y superar el umbral, dispara un pulso eléctrico que se propaga a todas las vecinas conectadas con ella. Esta cadena de impulsos forma la red que compone nuestro cerebro, pero, aunque lo imitemos con las redes neuronales digitales, aún estamos lejos de hacer lo que hace el cerebro humano. No importa que la tecnología para desarrollar componentes cuánticos ya esté madura... nos falta un paso más.
Su epifanía le permitió determinar que ese paso era establecer los umbrales de conducción de las neuronas digitales a los valores que la ecuación lingüística necesitaba. La red de neuronas debía ser, de alguna manera, la garantía de que se cumpliera la ecuación fundamental del lenguaje.
Primero acomodó las neuronas en grupos y permitió que los umbrales para que una neurona estimule a la siguiente fueran variables. Estableció lo que llamó red neuronal probabilística.
Después dedujo que los grupos de neuronas con umbrales variables no debían estar juntos físicamente como en un haz de fibras, sino que debía estar desperdigados por toda la estructura del nuevo cerebro electrónico y eso, con la estructura cuántica del cerebro digital, no era difícil. Debían funcionar como un haz de fibras sin serlo físicamente.
Y por último inventó cómo realizar ese conexionado y validar los umbrales de forma tal que cumpliera con los requisitos de la ecuación fundamental del lenguaje.
Según el profesor, era cuestión de tiempo que un cerebro electrónico provisto de una red neuronal de este tipo percibiera el lenguaje y aprendiera a hablar por sí mismo. Solo escuchando el lenguaje, tal y como lo hacían los niños.
ESTÁS LEYENDO
Cuentos: Construyendo un mundo
Science FictionLibro de cuentos de ficción especulativa (ciencia ficción) Un experimento: voy a hacer un worldbuilding abierto donde los cuentos describen al mundo donde se ambientara la o las futuras novelas. El experimento consiste en construir el mundo para esc...