Capitulo I

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"Pasando corriente"


Un día más en la ciudad de Los Ángeles, los rayos del sol apenas se asomaban a través de las cortinas de la habitación de un hombre que aún descansaba tras una noche agitada. A su lado, una hermosa mujer se hallaba durmiendo plácidamente cubierta con las suaves sábanas, la alarma sonó haciendo que Aiden abriera sus ojos lentamente y con pesadez se levantara de la cama. Caminó en dirección al cuarto de baño y se dio una rápida ducha; minutos después se alistó para su primer día dando clases en la universidad.

Antes de ir hacia la cocina a preparar el desayuno se paró a lado de Amanda, quien seguía tranquilamente dormida con su cabeza recargada en la almohada. Le zarandeó sutilmente por el brazo para interrumpir su sueño. Después de llamarla varias veces, al fin comenzó a abrir los ojos.

–Hey, despierta... –se dirigió a ella con un rostro serio.

–Aún no, por favor. Es temprano. Recuéstate conmigo un rato –dijo aún adormilada tomando la mano de Aiden e intentando jalarlo hacia ella.

–Conoces las reglas, preciosa. Debes irte antes de que yo despierte, esa es la dinámica. Te dejé dormir un rato. Ahora si quieres toma una ducha, y después vete a tu casa. Debo salir pronto al trabajo.

La chica se levantó de la cama mientras recogía las prendas de ropa esparcidas por el suelo de la habitación para después vestirse e irse del apartamento. A ella no le extrañaba ese trato que recibía de parte del hombre, puesto que desde un principio había dejado las cosas claras: nada serio; sabía que no era la única: había otras mujeres que transitaban por esa misma habitación como un hotel de paso. A pesar de que muy en el fondo le molestaba no ser diferente al resto, Amanda había estado de acuerdo: tenía claro que a Aiden no le importaría en lo más mínimo si al final ella decidiera dar por terminada la relación que ambos mantenían.

Después de su desayuno-exprés y tras haberse despedido de Amanda, Aiden salió de su apartamento con su maletín en mano y sus llaves, bajando por el ascensor hasta el estacionamiento.

Mientras tanto, no muy lejos de ese lugar se encontraba Virginia Marlow, una joven estudiante universitaria que debería haber estado despierta desde hace un buen rato para ir a clases, sin embargo el nombre "Virginia" y "puntualidad" no se llevaban en absoluto.

El despertador, cansado de tratar de cumplir con su función, había dejado de sonar, puesto que aquella señorita no se dignaba en despertarse de su sueño profundo. Ella seguía inerte a cualquier cosa hasta que un chorro de agua fría cayó justo en su cara. El líquido se había metido por su nariz, causando que ella tosiera descontroladamente.

Despertó confundida y furiosa al escuchar una sonora carcajada. Al enfocar su vista, siguiendo el sonido vio a su hermano quien sostenía el con la mano izquierda "arma homicida" y con la derecha se agarraba el estómago que para este punto ya debería dolerle después de semejante ataque de risa, supo entonces que él le había vaciado el contenido de un florero encima.

– ¡Lucas! ¡¿Qué demonios?! ¡¿Acaso estás loco?! ¡Pude ahogarme o sufrir un infarto! –exclamó arrojándole una almohada. –Ya estás grande para estas bromitas. –reclamó, levantándose de mala gana.

Lucas soltó una estrepitosa risa– Y tú también ya estás grande para seguir usando tu ropa interior de conejitos. –contraatacó tomando aire e intentando calmarse.

– ¡Eres un idiota, te he dicho un millón de veces que no entres a mi habitación!

– ¡No es mi culpa si sólo duermes con una camisa y tu ridícula ropa interior!

El Reflejo de VirginiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora