Capítulo 8.- El don

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—Niño, ¿cómo te llamas? —Preguntó Penélope sin mirar a su compañero, su vista hacia adelante, al edificio frente a ellos

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—Niño, ¿cómo te llamas? —Preguntó Penélope sin mirar a su compañero, su vista hacia adelante, al edificio frente a ellos.

Este estaba en llamas, había humo y fuego mezclado a lo largo y ancho del mismo. Los bomberos corrían hacia todas direcciones, tratando de coordinarse en apagar las llamas y rescatar a los heridos.

También habían policías, tratando de impedir el paso de quienes estaban afuera, a fin de evitar que resultaran más heridos.

—Mi nombre es Marco —Respondió al momento que levantaba su dedo para señalar hacia el frente a una pareja que discutía con un policía— ellos son mis papás.

—Yo soy Penélope —la niña fijo sus ojos en la pareja, lucían desesperados por no encontrar a su hijo, pedían a gritos poder entrar al edificio por su pequeño pero no les daban el paso— se ven muy tristes, me recuerdan mucho a mi papi.

—Estan tristes porque estoy perdido. Mamá siempre dice que no debo subir solo a la azotea del edificio, pero no le hice caso.

Comentó con nostalgia lamentando el no haber obedecido a su madre. De haberlo hecho, no estaría en esta situación.

—Yo quería ver las estrellas porque son muy bonitas, salí cuando mamá preparaba la cena. Pero cuando llegué a la puerta de arriba estaba cerrada con llave y no la pude abrir. Cuando quise bajar había mucho humo muy negro y no podía ver nada. Escuché gritos y corrí asustado hasta arriba para tratar de abrir la puerta otra vez, pero no pude y el humo me alcanzó y ya no podía ver nada bien y me dio mucha tos.

—Mi mami murió y por eso la perdí —confesó la pequeña— pero creo que tú sigues vivo todavía...

Frente a ellos una luz blanca se formó, era muy intensa y hermosa, como un rayo del sol del color de la leche. Firme y hermoso estaba naciendo frente a ellos, nadie más podía verlo.

—Viene por mí —Marco estaba seguro de ello y dio un paso hacia ella.

—¡No!

Penélope giró y se abrazó a su cintura, lo apretó con toda la fuerza que su débil cuerpo tenía. Cerró sus ojos con miedo de perder a su nuevo amigo, cerró sus ojos con temor de perderlo al igual que perdió a su mamá.

—Penélope, la luz está llamándome, es momento de partir, puedo sentir que me habla, todo estará bien. —Susurró con voz suave y con dos de sus dedos tomó a Penélope por la barbilla y se encontró con su mirada llorosa.

Cuando sus miradas se cruzaron, todo se volvió distante, muy lejano a ambos, los ojos de la pequeña se dilataron por un breve segundo y juntos se perdieron de allí...






Cuando sus miradas se cruzaron, todo se volvió distante, muy lejano a ambos, los ojos de la pequeña se dilataron por un breve segundo y juntos se perdieron de allí

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Me niego a morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora