Emma está feliz con lo que ha logrado en su vida. Su blog está creciendo de maravilla, vive en la ciudad de sus sueños y todo va marchando como debería de ser, hasta el momento en el que recibe una llamada del abogado de Tomás, su ex-novio. Tomás h...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
En cuanto tomamos la carretera, Santiago se acomoda con una almohada que trae en el asiento junto a él y cierra los ojos. No hay música, y por un momento pienso en sacar unos audífonos de mi bolsa para poder escuchar algo de mi teléfono, pero aún no he instalado nada. Instalar todas las aplicaciones que necesito es el pretexto perfecto para mantenerme ocupada un rato.
—¿Cuántas horas son de camino? —pregunto cuando noto que hemos llegado a los límites de Puebla. Han pasado alrededor de tres horas desde que salimos de casa de mis padres.
—Faltan todavía unas cuatro horas. Depende del tráfico y del clima —contesta.
Tengo ganas de preguntarle si alguna vez Tomás habló de mí pero no siento que sea el momento adecuado. Aunque, en realidad no sé si haya un momento adecuado. Volteo a ver a Santiago y sigue plácidamente dormido.
—¿Siempre se duerme así en la carretera?
—No ha podido dormir bien porque le hace falta Roki —Sonríe Rodrigo.
—¿Roki?
«Ay que no diga su perro, por favor...», pienso.
—Su perro.
«Claro», me lamento.
—¿Es muy grande?
Rodrigo junta las cejas y me mira por un momento de reojo.
—¿Te dan miedo los perros?
—Solo si son grandes y se ven amenazantes.
Lo veo apretar los labios, tratando de suprimir una sonrisa y siento una ligera presión en el pecho.
—Y así es Roki, ¿verdad? —Me toco el cuello.
—¿Has escuchado eso de que perro que ladra no muerde?
—¡Y además ladra! —Levanto las manos y sacudo la cabeza—. Genial.
Escucho reír a Rodrigo y mi corazón da una voltereta. Su risa es hermosa. Y ni qué decir de su sonrisa. No sé si es porque no lo había escuchado reír o qué, pero me siento bien de que ría por mí. Aunque sea para burlarse de mis desgracias.
—No te preocupes. Roki es el perro más noble del mundo. Yo me preocuparía más por Pancha.
—Tengo miedo de preguntar quién es Pancha...
—Ya la conocerás.
Es imposible dejar de notar cómo su tono de voz se escucha divertido y trato de no sonreír. Pero es que es cómica la situación. A pesar de que me dan miedo los animales, no puedo negar que de niña me hubiera gustado tener un perro o un gato, pero entre que a mí me daban pánico y que a mi hermano le daban alergias, lo más cercano a una mascota que tuve fue un pez beta. Y no era tan divertido.