VOLVER A SER

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Candy,

¿Cómo estás?

Ha pasado un año.

Estuve pensando en volver a estar en contacto contigo después de que pasó un año, pero otro medio año ha pasado por mi indecisión. Pondré esto en el correo.

Nada ha cambiado en mí.

No sé si esta carta te llegará o no, pero quise asegurarme de que lo supieras.

T.G.G.

•·.·'¯'·.·•·.·'¯'·.·•

Verte aquí es contemplar.

Lo que fue, lo que será.

Mi vida, mi vida junto a ti.

―¿Estamos cerca?

Una risa suave llegó desde atrás y, luego, unos brazos fuertes, pero suaves y reconfortantes la rodearon. Candy sintió la sonrisa iluminar su rostro mientras respiraba su aroma. Terry presionó sus labios en su mejilla antes de susurrar en su oído:

―Ya llegamos ―y le quitó la venda de los ojos.

Candy no estaba preparada para la imagen que se encontraba frente a ella. Terry la había llevado al Parque Fort Tyron. Sus ojos se entrecerraron y los protegió con la mano a modo de visera cuando su mirada intentó abarcar los acres de bosque que se extendían delante de ella.

Ambos comenzaron el ascenso hacía Los Claustros y una vez coronada la cima, Candy vio los barcos que se movían apenas reconocibles en el río Hudson. Con medio siglo a sus espaldas, Candy volvía a recordarle a la quinceañera de la que se había enamorado. Sus ojos tenían ese brillo vivaz y entusiasmado que los iluminaba cuando por aquel entonces se encontraban en la segunda Colina de Pony. Excitada y desbocada como en sus mejores tiempos, cuando impregnaba a Terry de esa energía contagiosa que exudaba por cada poro de su piel. Y Terry se dejó arrastrar en ese torbellino de vitalidad con suma complacencia.

―Es hermoso ―alabó todavía tratando de asimilarlo todo.

Terry sonrió y apoyo su frente contra la suya, sus ojos azules la miraban tan profundamente que estaba segura podía ver dentro de su alma.

Terry dejo la cesta debajo del árbol que Candy había elegido para el picnic y ambos empezaron a degustar los bocadillos que el ama de llaves de Eleanor había preparado.

Estaban a punto de comer la tarta de chocolate, cuando una música comenzó a sonar suavemente desde algunas de las mansiones cercanas. Era una melodía que ambos reconocieron al instante.

Terry, de nueva cuenta, la miró a los ojos, esos hermosos ojos que se veían ahora tan claros, tan limpios, libres de las sombras que los habían oscurecido durante tanto tiempo. Él se levantó y extendió su mano, con una suave y hermosa sonrisa persistente en sus labios.

―Princesa Julieta, ¿puedo tener el honor de este baile?

Ella río suavemente y tomó su mano.

No podía haberse negado en ese momento, incluso si hubiera querido. El aterciopelado tono de su voz la había deslumbrado una vez más, evocando el recuerdo del festival de mayo.

Candy apoyó la cabeza contra el pecho de Terry mientras dejaban que la melodía le inundara los sentidos, estaba sonriendo mientras la abrazaba y se movían lenta y suavemente. Ella se sentía volando, pero eso probablemente tenía mucho que ver con que estuviera tan cerca de la persona que amaba más que cualquier otra cosa en el mundo.

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