1

53 6 1
                                    

No me interrumpas, ¿vale? La historia es larga y enrevesada y no quiero perder el hilo. Cuando termine, podrás hacerme todas las preguntas que quieras. Ahora limítate a sentarte, relajarte y escucharme. Pero una cosa te digo: vas a escuchar cosas extrañas, cosas raras y descabelladas que te harán sonreír por lo incrédulo de la situación. Pero te juro que todo esto en verdad pasó. Lo viví en mis carnes, con los ojos que ahora te miran, los mismos que tú estás examinando. Así que te pido que, por favor, intentes abrir tu mente y catalogues todo lo que oigas como "remotamente posible". Dame un voto de confianza.

Bien; empecemos.

Hasta donde sé, o hasta donde puedo recordar, esta historia empezó en verano de hace unos cuantos años, con el gato gris de rayas negras.

Y empezó como todas las historias de este estilo: como un cáncer prematuro, asintomático pero decidido e irrefrenable. No pasaba nada, pero era evidente que algo no iba bien. No sabrías decir el qué exactamente.

Era una sensación similar a la que sientes cuando recorres la misma calle durante semanas y un día percibes algo diferente. Tu yo consciente no es capaz de verlo a simple vista, pero tu subconsciente, que durante ese tiempo ha ido absorbiendo todos y cada uno de los detalles de ese sitio, hasta el más mínimo y absurdo, te indica que algo no encaja.

Por aquel entonces yo vivía en Mallorca, cerca de Palma, en una pequeña localidad colindante a la ciudad. Se llamaba o, mejor dicho, se llama Pont d'Inca.

En sus orígenes, allá por mediados del siglo XIX, estaba formada por una única calle de dos sentidos, la avenida Antonio Maura, en honor a un famoso arquitecto de la isla.

Esta calle conecta con una de las grandes arterias de Palma: la calle Aragón.

Desde la avenida de Antonio Maura se fueron erigiendo edificaciones y, por supuesto, de manera paralela esas edificaciones se comunicaron mediante carreteras más pequeñas y secundarias a la avenida principal.

Con el tiempo esto se fue extendiendo hasta formar diversos barrios que se arremolinan en torno a la calle principal.

La principal carretera que parte de la avenida Antonio Maura es un doble carril con dos sentidos, que avanza en dirección norte atravesando los barrios de la Cabana y Son Macià, donde yo vivía hasta el momento de la historia.

La Cabana y son Macià están separadas por un puente con dos rotondas, que salva la autopista que va de Palma a Inca.

La Cabana se divide en dos: a la izquierda de la carretera, edificios de apartamentos que se cimentan sobre negocios varios, como bares, ópticas (de donde saqué estas magníficas gafas) e incluso un local de tatuajes y piercings. Tambien había peluquerías, un ambulatorio, un colegio y una farmacia.

A la derecha, chalets y casas unifamiliares, así como parques, pistas de pádel y tenis y residencias para personas adultas e incluso una escuela de pilotos, además de muchas otras cosas que son irrelevantes para la historia.

Más allá del puente, en la zona en la que yo vivía y donde mi familia sigue viviendo hoy día a pesar de ésta extraña historia, se levantaron urbanizaciones y chalets, nada de edificios.

En la zona que me vio crecer hay un campo de fútbol, dos gimnasios, un gran parque exuberante de vegetación y cercado por fosos de enormes rocas ,y un colegio, así como un supermercado.

Pero, además de todo esto, había algo más. A la izquierda de la carretera principal, alrededor de la cual se había asentado Son Macià, más allá de las urbanizaciones, el ayuntamiento había decretado una zona verde que no podría ser edificada.

Es un extenso campo, salpicado por árboles como pinos, alcornoques y demás que no sabría identificar. También matorrales y malas hierbas. Este campo discurre en paralelo a la carretera que cercaba las urbanizaciones y, además, está fragmentado por una profunda herida natural: un torrente.

En los libros lo llaman torrent gros, torrente grande para que nos entendamos. Pero los que vivíamos por ahí lo conocíamos como "el torrente", llanamente. Así que de ahora en adelante me referiré a él de esa manera, ¿vale?

Ese torrente llega hasta la sierra de Tramuntana, el principal sistema montañoso de las islas baleares, situado al norte de Mallorca. Concretamente, está conectado con las fonts ufanes.

En otoño e invierno, cuando las precipitaciones son comunes y abundantes, el torrente se llena hasta arriba, pero no hay peligro de desbordamiento. Y, en caso de que pasara, nadie se vería afectado, creo yo.

En verano y en primavera está seco la mayor parte del tiempo.

Una breve excursión te permitiría comprobar el estado en el que se encuentra. El torrente forma un valle en forma de V, cuyas pendientes se encuentran forradas por vegetación mayormente rala, aunque a veces he visto hierbas tan altas como yo.

Justo en el límite superior de la pendiente, donde empieza el campo horizontal, a veces hay árboles, como almendros y otros de troncos gruesos.

La superficie del torrente está formada por decenas de rocas, erosionadas hasta la médula por años y años de agua fluyendo sobre ellas y arrastrándolas, chocándose entre sí.

También hay objetos de lo más extraños, como gomas de neumáticos, secciones de tuberías, matrículas, chapas metálicas irreconocibles, etc. Ya te haces una idea.

Es incómodo caminar por ese yermo, pues el terreno es irregular y los pies sufren. Pero de vez en cuando se puede intentar.

Tengo la fuerte creencia de que en verano, cuando las noches son cálidas, algunos vagabundos usan los árboles en la pendiente para dormir, pues a veces he encontrado esterillas, almohadas sin funda, bolsas, restos de comida y mochilas desvaídas.

También coexisten diferentes especies animales, como ratas, conejos y murciélagos.

Es un buen barrio, hablando con propiedad. O al menos lo era cuando me marché.

Tengo buenos recuerdos de mi vida allí.

Incluso este extraño y confuso episodio no ha desgastado la calidez que siento en mi corazón al acordarme de él. 

El Ladrón de ManzanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora