Capítulo XXIX

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—¿kookie?

Jungkook alzó su cabeza y sonrió, sonrió aunque doliera, porque no quería preocupar a Jin y porque no podía hacer nada más que sonreír.

—¡Jin! ¡Te extrañe! —expresó abrazándolo con fuerza, ocultando su dolor.

Jin correspondió el abrazo y retrocedió un paso aún abrazados, luego cerró la puerta de la habitación.

—¿Qué sucede? —preguntó calmadamente, comenzando a acariciar el suave cabello del menor.

Jungkook sollozo en silencio y lo abrazo con más fuerza.

—Lo siento... —murmura con voz quebrada, preocupando al rubio.

Jin observo a su alrededor, sonrió agradecido cuando el demonio desapareció de la habitación.

Aunque sabía que escapa de la conversación que tenían segundos atrás a cerca de su herida y que tal parecía que podía moverse sin problemas.

Dejó eso de lado y se concentró en el cuerpo entre sus brazos. Lo guió hasta los sofás y lo obligó a sentarse a su lado.

—¿Qué pasó, kookie? Necesito que me digas para que te ayude.

Cabizbajo, el castaño claro negó con su cabeza.

—Aunque te dijera no me podrías ayudar, Jin —respondió sorbiendo su nariz.

Jin lo miró en silencio algunos minutos.

—Esto... Tiene que ver con ese otro demonio, ¿Cierto? —supo que acertó al ver cómo el cuerpo del menor volvía a temblar ligeramente.

Jungkook no negó nada, de quedó en silencio apreciando cuando su hermano tomó su mano y entrelazo sus dedos.

—Pasaste estos dos días con el, cierto —Jungkook sabía que no le estaba preguntando, Jin sabía la respuesta a eso—. También está lo que sucedió el primer día que llegamos aquí, con el corte en tu mejilla.

Jungkook decidió que era más interesante mirar sus zapatos que enfrentar la mirada de Jin.

—¿Qué sucede realmente entre él y tú kookie? ¿Te hizo algo? ¿Te forzó a hacer algo?

Jungkook suspiro sabiendo que ya no podía ocultarlo más, alzó su cabeza para enfrentar la preocupada mirada de Jin.

—Cometí un error, Jin. Yo he pecado...

Sin habla, así se encontraba Jin mientras observaba sorprendido a Jungkook.

Eso no podía ser posible, Jungkook era demasiado puro e inocente, no lo veía capaz de pecar.

—¿Cómo...? —preguntó saliendo de su asombro.

—Me enamoré cuándo no debía y de quién no debía —respondió con una mueca.

—No me digas...

—Sí... De él, de ese demonio... —respondió confirmando las sospechas de Jin.

—Oh Kookie...

—Sí, pobre de mí... —murmuro mordiendo su labio inferior al ver que temblaba.

—¿Cómo...? Si ustedes nunca... —pregunto acercándose para abrazarlo.

El castaño claro suspiro y escondió su cabeza en el cuello del otro Ángel.

—El ya me seguía cuando estábamos en el mundo humano —comenzó—. Me hizo cosas extrañas, cosas que me provocaban sensaciones raras y emociones que no entendía...

—Ustedes... Se acos-... Acosta-...

—No —respondió comprendiendo que intentaba preguntar el rubio.

El Omega del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora