Colgados en familia.

Start from the beginning
                                    

Y Matteo se hartó. Perdió todo el buen humor de golpe y no hubo manera de tragarse ninguna palabra malsonante:

-       ¿Sabes qué? – dijo Matteo con mala leche.

-       ¿Qué? – respondió el crío con chulería.

-       Yo a tu edad no estaba tan malcriado y consentido. Mi madre no tenía las tetas operadas y no tenía un padre frustrado con su vida y con su clase social. Y, cuando yo esté con mi novia, en mi yate o en mi Lamborghini, tal vez leyendo un libro de ésos que los futbolistas no leemos porque somos muy incultos, tú estarás aburrido, jugando con tu consola barata en un restaurante barato mientras tus padres hablan sobre ajedrez, sobre cirugía plástica o sobre lo infelices que son por tu culpa.

Qué a gusto me he quedado. Si es que… Los críos de hoy en día… Ya no se educa como antes. Pero, ¿qué digo? ¡Parezco un viejo prematuro! ¡Bah, que se fastidie!

El niño comenzó a llorar a moco tendido.

-       ¡Mamá! – corrió a abrazarse a su madre, mientras sollozaba escandalosamente.

Su madre abrió los brazos para recibirlo, pero no dijo nada. Era extraño, aun mantenía una expresión lasciva.

Matteo se subió al coche y arrancó.

-       ¡Mamá! – gritó el niño de nuevo, entre lágrimas.

-       ¿Y ahora qué te pasa? – por fin la madre abrió la boca.

-       ¿Es verdad que tienes las tetas operadas? – preguntó él con cara de espanto.

Entonces, algún instinto poco maternal despertó en el interior de aquella mujer. Un instinto que la llevó a propinarle un buen bofetón a su hijo.

-       No quiero volver a oír hablar del tema – amenazó ella.

Y el niño rompió a llorar de nuevo. El padre los miraba con horror. No sabía quién era peor, si su mujer o su hijo.

Matteo pisó el acelerador y se alejó de allí. Las nubes, grises y oscuras, se cernían sobre Milán.

                                                                                          ***

Salí de la habitación de Matteo en bikini. El mal tiempo no era excusa para no darme un buen baño, la piscina de Matteo estaba cubierta y además, la temperatura del agua estaba regulada por un climatizador. Sofía también se había puesto el bañador. Me había invitado a propósito para darle una sorpresa a su hijo, que estaba a punto de regresar. Matteo debía de haber aterrizado hace media hora más o menos.

Pero Sofía e Inés no eran las únicas que estaban en casa de Matteo. Con esto de organizar una fiesta sorpresa, se había corrido la voz y medio barrio estaba ya nadando en la piscina del futbolista. Todos los vecinos se habían ido presentando como amigos íntimos de Venanzi, habían traído bebidas, alcohol, pastelitos y, algún invitado de lo más estrafalario se había atrevido a traer hasta una cachimba. Sofía los dejó pasar a todos, pensando que, efectivamente, eran buenos colegas de su hijo.

Yo los miraba a todos con desconfianza, pero lo que dijera Sofía iba a misa, ¿quién es la novia de su hijo para quejarse de algo? Nadie, a menos que prefieras que tu suegra te haga un placaje, y más sabiendo cómo se las gasta. Aún así, yo tenía la sensación  que Matteo no conocía ni a la mitad de todas aquellas personas. En fin, su madre es la que manda, ¿no? ¡Pues a la piscina!

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Where stories live. Discover now