Capítulo 1 -Carne de roca-

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Cuando está a punto de posarse en el antebrazo, una flecha de luz azul lo alcanza y lo desintegra.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué demonios?! —bramo, al mismo tiempo que alguien empieza a tararear una melodía que me pone enfermo—. ¡Muéstrate!

—Por supuesto —escucho detrás de mí.

—¿Quién eres? —pregunto, volteándome.

—¿Qué soy? ¿Quién soy? ¿Qué somos? ¿Qué seremos? —Se pausa y luego pronuncia con un tono melódico—: Somos hijos y somos padres; somos hermanos y somos nietos; somos y seremos. —Sonríe y deja a la vista una dentadura de colmillos negros.

Aparte de la macabra sonrisa, apenas percibo la forma que tiene. El ser se camufla entre los diferentes planos. Fuerzo la visión hasta que obtengo una imagen clara. La piel es negra y está cubierta por pelo oscuro. Es grande, me dobla en tamaño. Los ojos se asemejan a los de las serpientes pero brillan. Tiene garras en vez de manos y de los dedos de los pies le nacen unas afiladas uñas que se hunden en la tierra.

—¿Eres un demonio? —pregunto, extendiendo el brazo.

Con la punta de una garra se quita un trozo de carne de entre los colmillos y contesta:

—¿Demonio? Qué poca imaginación que tienen los humanos, a todo le llaman demonio. —Ríe y añade con tono burlesco—: Mamá, he visto a un monstruo fornicando con las gallinas. Hijita, no te preocupes, ha sido un demonio. Abuelo, he visto a un bicho orinando en el pozo. Pequeño, no te preocupes, seguro que ha sido un demonio. —Abre la boca y mueve en el aire la lengua amarilla—. Los humanos son inútiles. —Clava la mirada en mis ojos y menea la cabeza—. Pobrecito, Vagalat, ¿de verdad no recuerdas nada?

—Estoy harto, se acabó —sentencio, cierro el puño y hago que una parte de mi alma dé vida una espada sagrada: a Dhagul.

Él se queda mirando cómo toma forma el arma de energía roja. No se sorprende, parece como si ya la hubiera visto antes.

—Los rumores son ciertos —afirma mientras camina hacia mí—. Has perdido la memoria.

—¡¿De qué hablas?! —Corro y le ataco con Dhagul.

—Sin memoria solo eres una sombra de lo que eras. —Para la hoja de energía con la mano—. Eres escoria. —Perplejo, veo cómo destroza la espada—. ¡Eres casi como un patético humano! —Sonríe y me golpea en la cara.

Salgo disparado, caigo sobre el carro y lo destrozo. Tomo aliento y me levanto.

—El bueno de Vagalat. —Escupe una saliva que corroe la tierra—. ¡Qué mal te sienta ese adjetivo! —Cierra las garras y los ojos dejan de brillar.

Con la rabia poseyéndome, grito:

—¡¿Qué eres?! —Aprieto los dientes, contengo la ira un segundo y espeto—: ¡¿Cómo has podido herir a Laht?! ¡¿Cómo has podido partir a Dhagul?!

—¿Herir a Laht? ¿De verdad te has vuelto tan estúpido? —Se calla, parece que percibe algo que yo no percibo. Mira hacia el espesor del bosque y le pregunta a alguien—: ¿Por qué has tardado tanto?

Se escucha una risa y pasos. Cuando veo de quién se trata, siento cómo la rabia prende con más fuerza en mi interior. Es un silente, pero no uno cualquiera, es muy antiguo. Lo huelo, es más antiguo que el que detecté antes, este tiene miles de años.

El cuerpo que ocupa está demasiado corrompido. En algunos puntos las venas negras salen de la carne y recorren la superficie de la piel. Parece como si los músculos se los hubieran exprimido hasta convertirlos en una plasta que le cuelga en forma de pellejo. Apenas conserva rasgos humanos. Se pudre, ha consumido demasiado el alma del pobre desgraciado al que le robó la vida.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora