Familia equivocada

1.1 "Internado" {✓}

Dicen que todos tenemos derecho a tener una vida perfecta, pero qué aburrido sería si en realidad fuera así, ¿no?

Desde que naces crees que tus padres son las mejores personas del mundo, que nunca te faltarán, que mientras estés a su lado nada malo pasará, pero no siempre es así...

Mi nombre es Hayley Johnson, tengo 25 años y soy doctora. Estoy en proceso de terminar mi carrera y llevo un mes haciendo mi servicio social en el hospital "Hope Stace" de Los Ángeles.

Se rumora que medicina es una carrera muy difícil de cursar. Se equivocan. Es fácil ponerle empeño. Lo difícil se basa en que prácticamente no duermes y el estrés comienza a consumirte lentamente hasta a veces llegar a un punto donde enfermes gravemente.

Al inicio pensaba "Los estudiantes que se quejan que no duermen y que no tienen tiempo para nada mienten, sí se puede, siempre y cuando organices bien tu tiempo". Luego de mi primer mes de cursos comprendí que me equivocaba y ellos no mentían.

También dicen que para entrar a medicina debes de tener un estómago fuerte. Todos piensan "Esto es porque verás mucha sangre y cosas desagradables" cuando en realidad no es así. Debes de tener estómago para aguantar los días que no te de tiempo de comer algo, así como para todos los días que tomarás café y te desgastará por dentro a largo plazo. Debes de tener estómago para los días de examen final en los que estés nervioso y sientas que vas a sacar lo que acabas de comer o incluso desmayarte, que es común ver esto. También para la gastritis con la que terminarás luego de los nervios y el café juntos.

En conclusión, medicina es una carrera muy hermosa, pero a la vez muy desgastante. No por nada los médicos tenemos una enfermedad característica si no nos cuidamos, el síndrome de Burnout* o síndrome de desgaste profesional.

Prácticamente al ser doctor eliges acabar con tu vida, entregarlo todo, para salvar vidas ajenas.

Como doctor esperas poder ayudar a más personas de las que mueran en tus manos. Esperas no equivocarte y cumplir siempre con todo como se debe.

Aunque a veces eso no depende de ti.

Era 15 de Agosto, un día como otro en la sala de partos del hospital. Había mucho movimiento, pero bueno, así es un hospital. Desafortunadamente nunca estará tranquilo.

Hoy me tocaría atender un parto, cosa que nunca había hecho y que por lo mismo me ponía de nervios. Por lo general me tocaba hacer operaciones en general o ayudar con las molestias de algunos pacientes; pero, ¡hoy trataría con un recién nacido!

No es que no me gusten los bebés, sino que simplemente siento que son muy frágiles y que cualquier movimiento en falso les hará daño. Además de que un parto es una de las operaciones más complicadas y delicadas, en el que cualquier paso que te saltes podría ocasionar la muerte de la madre y del bebé.

Siempre me había gustado ver cómo las señoras embarazadas entraban preocupadas pero salían felices con sus hermosos bebés. Era algo que me hacía recordar a diario la razón por la cuál había elegido estudiar esta carrera, y pensar que pronto estaría ayudando directamente a toda esta gente me alegraba aún más.    

-Hasta que llegas, Johnson- interrumpió mis pensamientos el doctor Burton, mi jefe. -5 minutos más y hubiera sido tarde para ti- reprendió limitándose a ver sólo la libreta que traía en sus manos.

A decir verdad no estaba nada feo. Era joven, sólo que me llevaba unos 20 años, y sí, a pesar de sus 46 se veía muy bien, ni siquiera tenía una sola línea de expresión. Saldría con él, si no fuera porque tenía esposa.

-Lo lamento, señor-

Sabía que esto me quitaría puntos, los cuales necesitaba 300 para pasar.

-Que no se vuelva a repetir, ahora prepárate que tienes dos partos que atender en 10 minutos.- 

¿Escuché bien? ¿Dos partos? Según yo era sólo uno. ¡Voy a morir!

-¿Dos partos, señor?- pregunté temerosa y titubeando.

-Sí, uno ya estaba programado, pero una señora acaba de llegar con contracciones. Estamos preparándolas a ambas para comenzar todo y tú te harás cargo de ambos bebés sin ningún tipo de pretexto, ya que no hay más personal disponible.

¡No tenía experiencia alguna! Sin olvidar que estaba muy nerviosa. Trataba de lidiar con la idea de un parto ¡y ahora me encuentro con que tendré que atender dos!  

-Pero, señor, aún sigo siendo residente. Necesito algún tipo de supervisión y apoyo en caso de...- esa voz ronca me interrumpió alzando el tono de voz que provocaba tanto miedo a cualquiera que  

-¿No me has escuchado, verdad? ¡No hay personal! Los atenderás sin problema alguno. Ahora vete que haces esperar al paciente y eso nunca debe ocurrir.- sentenció el doctor.

Molesta di la vuelta y entré a la sala de esterilización para prepararme debidamente. No era algo que disfrutara mucho, puesto que era un momento a solas conmigo misma, además de que para lavarnos las manos correctamente dilatábamos minutos. 

Me apresuré a ponerme mi camisa y pantalón médico para poder entrar al quirófano. Mi estómago rugía. Ni siquiera me había tomado la molestia de desayunar algo sólido, solo un licuado que había preparado la noche anterior.  O el ruido era de coraje y frustración, o de nervios, no sabía muy bien. 

Estaba muy nerviosa y el sentir el agua fría tocando mis manos me provocaba escalofríos. Colocaba lo más rápido que podía mis guantes, cuidando que no se rompieran, ya que eran muy delicados y en prácticas siempre se terminaban rompiendo al no colocarlos correctamente.

Ahora sí, ya estaba lista.

Suspiré.

Esperaba poder con esto sin echarlo a perder.

*El síndrome de burnout es un padecimiento que es ocasionado por estrés prolongado en el organismo ante los factores que se presentan en el trabajo; que provoca cambios repentinos de personalidad, agotamiento, agresiones, dolores de cabeza, insomnio, ansiedad y negación de lo ocurrido.