ESTO ES RIDÍCULO...

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- Esto es ridículo - farfullo por lo bajo.

Desde luego soy tonta, pero no tonta no, sino TONTA. No se como siempre me puede pasar igual. ¿Dónde está el orgullo del que presumo? Siempre con mis aires altivos, mi voz profunda, mi expresión correcta, mi mirada inquisidora... ¿dónde narices me he dejado todo eso? Aunque desde luego no es muy fácil mantener la compostura cuando un imbécil se tira encima tuyo para caer los dos en un charco lleno de barro, agua, barro y... y barro.
Al llegar al suelo, lógicamente, mi cabreo llega a límites insospechados, así que, ni corta ni perezosa, de un empellón me quito al sobón de encima y me levanto.
Al mirar a mi alrededor doscientos pares de ojos se centran sobre mi persona, directamente sobre mi traje lleno de... de, si, ¿por qué no decirlo francamente?, lleno de mierda.
" Vale, estoy preparada para que la tierra empiece a abrirse y se me trague".
Alzo el mentón moviendo la cabeza para retirar el pelo mojado que se engancha a mi cara y me dirijo hacia la puerta. Deliberadamente lo hago a pasos pausados y tranquilos.
-¡Espera!- oigo detrás de mi.
Jodeeeer.
Me giro con calma y veo al imbécil alargándome el bolso. Se lo arranco de las manos soltando un gracias, aunque mi tono de voz se refiere más a un muérete, y sigo mi camino hacia la salida.
Cuando me alejo lo suficiente del lugar saco el móvil y marco el número de Sara.
- ¡Hola!- contesta feliz.... "Maldita".
- Si tuviera que escoger entre otra de tus citas concertadas o cubrirme el cuerpo de miel en un criadero de abejas, y te recuerdo que soy alérgica, te aseguro que no dudaría ni un momento en empezar a desnudarme.
- Vamos, vamos, tampoco habrá sido para tanto.
- Sara, hazme un favor.
- Lo que sea.
- No te acerques a mi en cuatro kilómetros a la redonda o te denunciaré por daños psicológicos.
La risa de Sara me llega como un bálsamo y me relajo de inmediato.
- Ven a casa y me cuentas.

Después de una ducha reconstituyente de humillaciones y un cambio de ropa, me siento en el sofá y pongo los pies en la mesita

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Después de una ducha reconstituyente de humillaciones y un cambio de ropa, me siento en el sofá y pongo los pies en la mesita.

- ¿Tan malo ha sido?
Miro a Sara de soslayo.
- Voy a tener que cobrarte por utilizarme de conejillo de indias. Es la tercera cita a ciegas que pruebo siguiendo tus sabios consejos de doctora amor.
- Bueno, algo divertido habrá pasado.
- Define divertido.
Sara suspira y mira al frente.
- Esta bien, tú ganas. Aun así tengo muchas esperanzas puestas en ti.
- Creo que has visto demasiadas comedias románticas. La vida es diferente, no pasan esas cosas maravillosas de las que tanto alardeas.
- Y, ¿por qué no? Solo tienes que buscarlas, observar las señales.
- ¿Las señales? Ah, ya, bueno, ¿sabes? tengo el teléfono de un buen psicólogo que...
Mi amiga sonríe.
- Escucha, tengo el número de un chico interesante que...
Me levanto y empiezo a ponerme el abrigo.
- ¿A dónde vas?
- No se, tengo dudas entre Guayaquil o Yucatán, o quizá Illinois. Te enviaré una postal.
Salgo de casa de Sara mirando al cielo y pidiendo clemencia cuando, de pronto tropiezo con algo y aterrizo en el suelo.
- Ya se, me he equivocado de universo y en este hay que caminar a gatas – farfullo.
- ¿Perdona? - Me habla una voz.

Unos brazos fuertes me levantan en vilo y me ponen de pie.
Me encuentro delante de un chico, un hombre, no un chico, bueno masculino seguro, que me mira con ojos preocupados.
- ¿Estás bien?
Me pregunta.
"Puff"
- ¿Estás bien?
Repite.
"Puff"
"No, estoy en el cielo y tú eres mi ángel de la guarda. Deja que te agradezca todo lo que has hecho por mi en los últimos dos minutos".
- Si, si - consigo balbucear. "¿Esta voz tengo?"
- Lo siento, caminaba sin mirar y, de repente, has salido de la nada y...bueno... pues...
"Vaya, vaya, mi ángel se ha quedado sin palabras.... mmmmh?".

Me mira fijamente y después dice.
- Déjame que te invite a algo para compensarte.
" ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Qué me ha pasado?"
Solo consigo asentir y sonreír. Yo soy él y me pregunto a mi misma si he leído mucho porque el don de palabra se me ha olvidado en casa de Sara.
Sara, Sara, Sara, ¡qué gran amiga! ¡Qué bien ubicada su casa! ¡Qué gran barrio!
Mi ángel apoya su mano en mi espalda. No le oigo pero me señala hacia un bar. Poco a poco nos acercamos y me deja entrar a mi primero abriéndome la puerta.
Me siento delante de él en la mesa mientras le pide las consumiciones al camarero.
¿Constantes vitales?... aceleradas pero dentro de lo normal.
¿Temblores?... bien.
¿Boca?.... seca. Bueno, ha pedido algo de beber, tiene pronta solución.
¿Lavabo?... no es el momento.
En ese instante se gira y me mira fijamente. Y me sonríe feliz. Instintivamente todos los músculos de mi cara copian su expresión y sonríen también.
- Bueno, tendré que presentarme. Soy ...
Y a partir de ahí hablamos y hablamos y hablamos y no paramos hasta que nos echan del bar.


Lo más gracioso de todo esto es que con la tontería, el "ángel", es amigo de Sara, el siguiente de la lista en sus citas concertadas, y, en el momento de nuestra colisión, iba a verla porque lo había llamado por un tema urgente y necesitaba que fuera a su casa...

"Bendita"

- ¿Lo ves? Te lo dije, te lo dije, te lo dije

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- ¿Lo ves? Te lo dije, te lo dije, te lo dije.

- Deja de dar saltos, no vas a conseguir que te dé la razón, solo confirma que, a veces, puede pasar algo bueno.

Sara me abraza.
- Me alegro mucho.
- Y yo, Sara, y yo.


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⏰ Última actualización: Nov 19, 2018 ⏰

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