XIX. Sutōmu no Omo, "El Señor de las Tormentas"

1.9K 6 0
                                    


En la parte más alta del imponente castillo que miraba altivo a los profundos acantilados del oriente, caminaba un hombre con expresión sombría  

-¡Maldita manada de ineptos! En nuestras narices han dejado que esas patéticas criaturas de Higuchi nos dejen en ridículo... No sólo no fueron capaces de traer a una mujer a mi Castillo de la Tormenta, sino que permitieron que Van Hoffen cayera a manos de sus risibles ninjas y ahora tengo que acudir ante el Shōgun para dar explicaciones...- ¡BAM! con un sonoro puñetazo mandó contra la pared al mensajero que traía la orden emitida desde Edo.

-Mi Lord Honke...- el hombre que tomó la palabra, a pesar de ser un rudo y curtido general, con más de veinte años de batallas encima se mostró indeciso, pues su amo era un ser bestial, que no conocía como se escriben las palabras "compasión" y "perdón" -Mi Lord Honke... es cierto que los ninjas que enviamos al Castillo entre las Nubes fracasaron, pero aún tenemos a una persona allí que nos puede abrir una ventana para tomar ventaja de Higuchi. En cuanto a la situación con los gaijin, podemos estar tranquilos, el asesinato del Comisionado Van Hoffen sólo traerá como resultado que ellos odien a Higuchi e incluso tomen represalias contra el Shōgun, en venganza por su súbdito muerto, eso podría acelerar sus planes...- 

Los ojos negros, profundos como un abismo de Lord Honke se clavaron de inmediato en el hombre que se tomó atribuciones de darle consejos y lo fulminó de inmediato con la simple furia que destiló de su ser:

-Estoy rodeado de estúpidos... para esta hora Higuchi habrá redoblado su seguridad y la de su concubina, y tendrá a sus agentes buscado incluso debajo de las piedras a nuestro topo, sobre el incidente con los gaijin, ellos no me sirven de nada sin el comisionado, todo el oro que invertí para meterme a Van Hoffen en el bolsillo se fue por el caño, ahora debo trabajar con un nuevo comisionado de puerto que llegará sólo Dios sabe cuando y sumado a todo eso debo lidiar con el Shōgun respirando sobre mi nuca por el ataque fallido a Higuchi... es más, estoy seguro de que me exigirá explicaciones por la baja en los tributos de los últimos tres años y por qué intenté un golpe de mano contra el hijo de su amigo de la infancia-.

-Mi Lord...- El general arrastraba las palabras mientras luchaba por mantener la compostura, pero el miedo perforó completamente su ser haciéndolo retroceder un par de pasos, ya estaba preparado para recibir una dura reprimenda; si era condenado a una semana de calabozo, sería afortunado, pues el comandante que planeó el ataque y secuestro de Nodoka, la concubina de Lord Higuchi, fue ahorcado como si fuese un vulgar ladrón y sus hijas vendidas como esclavas a los burdeles en Dejima.

-Hmpf...- Lord Honke resopló al notar la espantada de su general. -No te orines aún... todavía me puedes ser útil. Necesito que contactes a nuestro topo en el Castillo entre las Nubes y le hagas saber que pronto enviaré allá a una amiga que se encargará del asunto de la concubina sin fallar ni dejar rastro alguno...- La sombra del abismo se proyectó en la mirada de Lord Honke, justo antes de rematar su orden, más para sí mismo que para su subordinado, -Vamos a ver si alguno de ellos es capaz de resistir el tóxico encanto de Masako...-

-¡Como usted ordene Mi Lord...!- El general se marchó de allí con el rostro encogido y pálido por el espanto, él mejor que nadie en todo el Castillo de la Tormenta sabía lo cruel, viciosa y desalmada que era la mencionada mujer, pues ella causó a su hijo una ligera herida en el dorso de la mano, durante un duelo, pero eso bastó para que el muchacho muriera de una forma aberrante frente a todos en cuestión de minutos.


-¡Auxilio, ayuda!- el grito estridente del Venerable Nomori puso en alerta a los guardias ante la puerta del Castillo entre las Nubes, quienes corrieron presurosos para ayudar al clérigo.

-¡Dios Luminoso ten misericordia de esta pobre niña...!, las lágrimas corrían como arroyos por el rostro de Nomori mientras llevaba en sus brazos a una mujer de unos 25 años, la cual lucía terriblemente golpeada, con sus ropas casi despedazadas por entero y una expresión cadavérica, era como si su alma ya estuviese a punto de abandonarla. El sacerdote, con ayuda de los guardias, diligentemente transportaron a la desdichada hasta el patio de la fortaleza, en ese momento hicieron acto de presencia Lord Higuchi y Lady Nodoka alarmados. La dama de blanco no pudo evitar que un grito saliera de sus labios al contemplar la terrible escena, -¿Qué pasó Nomori?- La pregunta de Lord Higuchi no obtuvo respuesta por parte del anciano, quien estaba de rodillas frente a la joven y entonaba una plegaria desesperada mientras ponía sus manos sobre su frente, como si con ello pudiese tal vez canalizar el poder del Dios Luminoso hacia ella.  

-¡Demonios Nomori, dinos que pasó!, ¿Quién es esa mujer?- Tras el grito del Daimio, el Venerable salió de su estado de shock, sus ojos se notaban inyectados en sangre por el llanto y el espanto.

Lentamente se puso de pie y antes de comenzar a narrar lo sucedido le pidió a Lady Nodoka que supervisara el cuidado de la muchacha. La dama de blanco asintió y le ordenó a los guardias que llevaran a la mujer a uno de los aposentos libres del castillo y llamaran a los botánicos y médicos inmediatamente.

-Mi Señor Higuchi...- las palabras parecían negarse a salir de la boca de Nomori, pero con un gran esfuerzo, pasó saliva y empezó a hablar: -Mi Señor, esta mañana antes del amanecer salí de la fortaleza, con rumbo hacia los templetes a la orilla del lago, pues planeaba dejar una ofrenda a mis predecesores en el solio del Venerable... ya había cumplido con mis oraciones y ritos, así que tomé el camino de vuelta, pero luego de caminar por apenas un par de horas, la tranquilidad del bosque y de mis meditaciones se vio interrumpida por el más aterrador grito que jamás llegué a escuchar, era como si un alma estuviese siendo desgarrada por lobos infernales. De inmediato mi corazón se encogió por el terror, pues sentí como si estuviese cerca de la entrada a una cámara de tortura. Con cada paso lento y temeroso que daba se hacía más pesada esa insoportable sensación.

Pronto descubrí el motivo de el alboroto... a unos veinte metros del camino, entre los arbustos un hombre pateaba sin mesura alguna algo en el suelo, me agaché para no ser detectado mientras me obligaba a mí mismo a permanecer en silencio. Al acercarme un poco más pude ver que lo que ese salvaje pateaba era una persona, y esa persona era una mujer quien luchaba con más voluntad que fuerza por defender su vida y virtud de aquel infeliz. 

Con todo mi ser entoné entre dientes una súplica al Dios Luminoso para que me permitiera hacer algo por aquella pobre niña... y fui escuchado. A mi lado pude sentir un trozo de madera grueso, el cual tomé entre mis manos. Como si estuviera poseído por el espíritu de algún diablo, sin medir consecuencias me aventé hacia el hombre y le propiné varios golpes con toda mi alma, fuerza y voluntad. Por gracia del Dios Luminoso, el tipo fue tomado por sorpresa y huyó del lugar con el rabo entre las piernas... el resto ya lo han visto ustedes-.  

Tras el relato del Venerable Nomori, el rostro de Lady Nodoka se puso pálido y sintió como sus piernas se hacían débiles, fuertemente aferrada al brazo del Daimio, comenzó a llorar como si aquella tragedia le hubiera ocurrido a un ser querido suyo. Por su parte, Lord Higuchi pensó por un momento y giró una orden:

-Capitán, quiero que envíe una patrulla por los alrededores del lago en un radio de 30 kilómetros y capture a cualquier extraño que encuentren... según el relato de Nomori, el hombre debe tener varios golpes recientes. No permitiré rufianes en mis tierras, y menos animales que crean que pueden mancillar la virtud de nuestras mujeres. Por ahora nos encargaremos de salvarla, y ya veremos luego... Nodoka, encárgate de vigilar que no le falte nada...- Para cuando Lord Higuchi dejó de hablar, la dama lo miró con reverencia, le dedicó una sonrisa llena de afecto y luego partió para cumplir con el encargo.

Nomori, de inmediato se excusó y se retiró hacia sus habitaciones, ya adentro, suspiró pesadamente, se dejó caer sobre una silla, cubrió su rostro con ambas manos y dejó salir una plegaria lastimera: -Oh Dios Luminoso, te ruego perdón... espero que esa mujer sólo sea una espía más y no traiga el desastre consigo...-  

SHIRO NO HANA "LAS FLORES DEL CASTILLO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora