Capítulo 56 - Los dos cuadros

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Se hizo el silencio.

Nadie dijo nada, nadie se movió. Todo a su alrededor parecía contener la respiración.

No era para menos: si Darius fracasaba en su batalla, lo más probable sería que todos murieran o, en el mejor de los casos, que no pudieran regresar nunca a Remot, dejando a ese desgraciado junto al reactor, preparando otra hornada de magos a los que usurpar su cuerpo para luego deshacerse de las sobras.

La pelea era una silenciosa. En el interior de la mente de Darius, su conciencia, mezclada con la de Dantalion, trataba de imponerse; lo mismo que la del viejo hechicero intentaba exterminar a la original del cuerpo que pretendía dominar. Pero, como anunciara Dawd, el sello de Lázaro le impedía alcanzarle por medios normales. Darius había encontrado una forma de salir de su encierro, pero Dantalion no conocía ninguna forma de entrar a por él.

Un esfuerzo titánico, sin duda. Cuando supo que algo iba mal, hizo lo que mejor sabía hacer: aprender de cuanto conocía y podía ver. Cierto que la magia no sigue las normas de la causalidad, pero, igualmente, sigue varios patrones que el guardador había aprendido a identificar. Sólo Pola había llegado a hacer algo parecido y, aún así, lo hacía sin comprender las causas de fondo de todo lo que improvisaba. Darius era distinto: más que hechicero, era un estudioso. No utilizaba nada que no comprendiera por completo hasta su última característica. Así fue con las marcas de la mansión, así fue con los grimorios, así fue con el gran reactor.

Aunque le faltara confianza y agallas para explotar hasta el final las posibilidades de la magia, una vez conocía el patrón de lo que manejaba, podía hacer un trabajo mucho más preciso que ninguno de sus compañeros. Y eso, su única ventaja, era lo que estaba usando contra su enemigo.

¡Porque no tenía otra opción! Al contrario que Dawd, no le importaba dar la vida, todo con tal de eliminar cualquier clase de amenaza sobre Maribel. Lázaro, Pola, Vani, Siro, Dawd... ellos podían cuidar de si mismos, pero no podían proteger a Maribel, no ahora que su vida pendía de los dedos fijos en amenaza de Dawd. Si no lograba destruir a Dantalion, no habría ningún futuro para ella porque, estaba seguro, el gigante acabaría con ella. Y luego, el superviviente cuerpo de Darius se dedicaría a terminar con todos los magos que encontrara a su alcance, sin importar que fueran veteranos, como los que tenía delante, ya aprendices, como los que ahora dormían en sus casas, ignorantes de lo que ocurría bajo sus pies.

Berto se había jugado mucho en esta estrategia. Si lo que había comentado era cierto, después de su muerte no sabía lo que iba a ocurrir y sólo actuaba "calculando" las reacciones de cada uno de ellos.

Bien, había calculado que Darius se desesperaría. Que haría todo lo posible para liberarse. Que aprendería de la situación y lograría oponerse a Dantalion para recuperar su propio cuerpo... le estaba pidiendo demasiado. Pero le había puesto en una situación en la que no tenía ninguna otra opción.

En su jaula espiritual, dentro de su propia mente, no pensó demasiado en Dantalion y se centró en lo que tenía que pensar. Su posesor podía destruir cualquier barrera dentro de su territorio, pero el cuerpo de Darius aún no lo era. Toda una suerte que no se limitara a exterminarle...

¿...quizá porque la eliminación de almas no era algo tan simple?

Ahora que lo pensaba, Dantalion había tenido oportunidades más que de sobra para terminar con todos sus adversarios. Si le bastara con destruir sus almas, ¿por qué se molestaba en destruir sus cuerpos? ¿Porque el proceso llevaba tiempo? ¿Porque requería de una concentración concreta? ¿O quizá porque su mente que sucumbía fácilmente a la frustración no era compatible con la realización de esa magia tan especial?

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