Capítulo 02: Desde el miedo

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Mis días suelen ser una mierda, así que vamos a evitar hablar de ello y a centrarnos en lo importante. No quiero aburrir con mis dramas adolescentes, porque ya hay demasiados blogs en internet llenos de esa mierda.

Ha pasado una semana, o aproximadamente eso, desde la entrada anterior. Fui a la librería sola, aunque Billy quiso acompañarme. Le dije que tenía que estudiar y prefería hacerlo sola. Aunque no me creyó, por alguna razón entendió que no quería que me acompañe, así que no lo hizo. Salí temprano del instituto y me dirigí a ese lugar al que nadie va, con las expectativas puestas en que estaría vacío, pero no fue así.

Si quieres una descripción del lugar, lo que puedes hacer es imaginar una gran iglesia llena de estanterías y mesas por todas partes, todas llenas de personas. De alguna manera, a la gente le gusta ir a esa biblioteca a leer, y nadie de mi edad esperaba encontrarse con una escena como esa.

Cuando entré vi a una mujer de alrededor de veinte años detrás de un escritorio sobre un cartel que decía "recepción". Me acerqué a ese lugar y, en cuanto la mujer me vio, alzó la mirada hacia mí y sonrió con dulzura. Esperaba encontrarme con el cliché de la anciana amarga y maleducada que apenas recuerda en dónde dejó sus lentes, pero no. Ahí tenía a Catherina, la hermana mayor de Billy.

—Eh, Billie—me dijo a modo de saludo—. ¿Vienes con Billy?

No supe cómo decirle que en realidad estaba evitando a su hermano, y tampoco tenía idea de que trabajara ahí. Quiero decir, ¿quién va a las bibliotecas a buscar empleo en pleno siglo veintiuno? La miré de arriba abajo, esperando encontrar alguna señal de que me equivocaba y ella no trabaja allí, pero no tuve resultados positivos.

—No—respondí entonces—. Me dieron una tarea en historia y quise venir a buscar algunas noticias, o lo que sea que pueda servirme.

—Ah, genial—ella echó la silla sobre la que estaba sentada hacia atrás y se puso de pie de inmediato, para rodear el escritorio y llegar a mi lado—. Acompáñame, tenemos diarios guardados en una habitación al fondo.

La seguí a través del pasillo que formaban las mesas. En un momento ella llamó a un joven que se veía mayor y le indicó que fuera a la recepción. Tras esto, abrió una puerta que se encontraba justo cuando terminaba la sección de política, y entró. Dudé por un segundo de si debía seguirla también, pero lo hice, llegando así a una pequeña habitación sin nada más que cajas que tenían escritas años y meses en cada uno de sus costados.

Catherina puso los brazos en jarra y me miró.

—¿Qué buscas exactamente, cariño?

Llevaba un chaleco y, tal como había hecho Billy, guardé la hoja con la noticia en el bolsillo izquierdo. Lo saqué, sintiéndome apenada porque estaba bastante arrugado y roto, y pensé en una respuesta que fuera a servirle a Catherina.

—Tengo que investigar sobre un asesinato que ocurrió en esta ciudad hace unos... veinticinco años.

Ella me miró a mí, y luego observó el papel que tenía en mis manos. Una de sus cejas se arqueó, y reconocí ese mismo gesto en Billy, quien lo hacía cada vez que algo no encajaba.

—Dulce, ¿te refieres al niño que fue asesinado en tu casa? ¿Buscas noticias sobre eso?

—¿También lo sabes?—pregunté, algo sorprendida.

Catherina comenzó a reírse sin demasiado disimulo, y una parte de mí se sintió ridícula al pensar que no lo sabría. Honestamente, no esperaba que así fuese. Y la verdad es que doy la impresión de esperar muy pocas cosas de mi entorno.

—Claro que lo sé. Tengo veintisiete años, literalmente viví escuchando cosas sobre esa familia—sus ojos observaron algo a mis espaldas, hasta que al parecer encontraron lo que buscaba. Dio dos pasos y comenzó a buscar entre las cajas—. En aquel entonces, Ghael no es la ciudad que es hoy. Apenas teníamos una plaza central y una gasolinera que hoy es un hotel, así que todo el mundo vivía viajando constantemente a Gunnhild y, por supuesto también, todo el mundo se enteró de la tragedia.

La observé buscando con tranquilidad hasta que encontró una caja que decía "Septiembre, 1993". Sacó una pila de diarios y por más que intenté leer los títulos, no logré hacerlo. Ella era más rápida, buscando entre los mismos hasta llegar a uno en específico.

—Lo triste del asunto es que la familia tardó alrededor de 10 años en disolverse luego de la tragedia, y aunque al principio fue un boom en las noticias, se habló muy poco de todo esto. Ya sabes, respeto y esas cosas.

Extendió tres papeles en mi dirección. En ellos los titulares hablaban de tragedias ocurridas una noche de aquel entonces, así que los tomé con la intensión de llevármelos a una mesa para examinarlos, pero Catherina siguió hablando.

—Si quieres que te sea sincera, no encontrarás información importante en ellos—explicó con tristeza—. Puedes preguntarme lo que sea, pero lo más probable es que tus vecinos o gente más grande y residente de Ghael pueda darte los detalles que seguro quieres. Pero como gustes, Billie.

Le di las gracias por la ayuda y pensé en tener en cuenta su comentario. En serio que lo pensé, más que nada cuando leí de principio a fin las tres noticias que me consiguió y sólo obtuve más de lo mismo. El niño que murió tenía alrededor de catorce o quince años, sus amigos le hicieron miles de memoriales y dieron tristes testimonios sobre lo aparentemente feliz que habían sido junto a él, y su familia estaba destruida. Un hombre entró a su casa con un cuchillo, o buscó uno en ella, no se detalla bien eso, y asesinó al pobre niño que dormía en su habitación. Así, sin más, como si no fuese la gran cosa. Ese hombre era Jahzeel Graham, un profesor de alemán en Gunnhild, y estaba detenido. O eso parecía.

Pero no decía nada más. Ni siquiera daban la dirección de la casa, aunque yo estoy segura de que se trata de la mía. Sin embargo, sigo teniendo la insaciable necesidad de conocer lo que sea, pero algo que resulte interesante.

No sé, que fue asesinado en mi habitación, quizás.

Bah, es broma, eso me aterraría, pero vamos, no puedo negar que sería escalofriante pensar que en donde se ubica mi cama un inocente fue acuchillado. No quiero decir que pensar en esto me quite el sueño, pero es la clase de detalles que quiero.

Hablé con Billy y le pregunté si podía acompañarlo a almorzar con sus padres el viernes. Accedió, pero es obvio que me preguntó por qué de repente quería estar cerca de su familia. Habló con su hermana, Catherina, y ella le contó de mi visita a la biblioteca, por lo que no fue difícil para Billy conectar puntos.

—Quieres preguntarles por el niño que murió en tu casa, ¿ah?—me preguntó al instante tras sonreír un poco con demasiada picardía.

Claro que me había atrapado, pero tampoco le era tan difícil hacerlo.

—No puedes esperar llevarme una noticia como esa y no obsesionarme con el tema.

Mis palabras parecieron causar cierto interés en él. Estábamos en la puerta de la clase de Historia, la suya. El timbre ya había sonado y tenía que entrar, pero no había rastros de la profesora así que me sentía tranquila. Billy estaba recostado sobre el marco de la puerta y absolutamente toda la clase podía vernos, pero las personas parecían distraídas, metidas en sus cosas, así que tampoco me apresuraba por ese aspecto.

—¿A qué te refieres?—cuestionó.

—Que necesito saber cosas. O algo interesante, pero lo que sea—respondí—. Todo lo que consigo son noticias nefastas que dicen que alguien murió y que es una tragedia y sí, es una pena, pero necesito que...

—¿Te digan algo como que murió en tu cama, cortaron su cabeza y la dejaron escondida en el armario? ¿Necesitas algo como eso, Billie?

Una débil sonrisa me delató, pero me aseguré de borrarla al instante en el que me di cuenta de que la llevaba. Le golpeé un poco el hombro, como si eso fuera a cambiar algo.

—Diablos señorita—dijo Billy entonces—, eres una puta masoquista.

Así que sí, iré a su casa el viernes. Eso es mañana, y son las doce de la noche. Aún no cené nada y Sarah Lynn me matará si no lo hago, pero es probable que a la larga me perdone cuando le cuente que estoy detallando con palabras algo que, es posible, vuelva a cambiar nuestras vidas. O, al menos, espero que así termine siendo.

La inexistencia de todas las cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora