Capítulo 36. ¿Ahora qué?

895K 53K 9.9K
                                    

No contesté la pregunta de Frank. Lo había dicho solo para molestar a mi madre. Pero él se lo había tomado muy en serio. Lo único que hice fue negar con la cabeza, y no pudo insistir más sobre el tema porque en ese momento su móvil comenzó a sonar. Cuando colgó, se despidió de mí con un rápido e intenso beso.

Joel estaba fuera. Había venido a buscarlo para acompañarlo a escoger un esmoquin adecuado, ya que, según Frank, no estaba acostumbrado a usar ropa elegante. Si por él fuera, iría a la fiesta con los tejanos desgastados, una camiseta con alguna leyenda de su grupo favorito y unas botas.

Estaba sexy de cualquier manera. Pero al final cedió en alquilar un traje.

Cuando se fue, entré en mi habitación. Esa noche tenía que salir bien. Trataría de pasármelo lo mejor posible antes de hablar con mi padre sobre mi relación con Frank. No sería para nada fácil. Solo esperaba no tartamudear o quedarme sin palabras. Pero, bueno, todavía no tenía por qué preocuparme por eso.

Las siguientes horas transcurrieron con rapidez, pronto llegó la noche. Por la tarde, mi madre y yo ayudamos a Melina a elegir un vestido para la fiesta entre todos los que tenía. Al final se decidió por uno largo de color negro, muy bonito, y muy del estilo de una mujer madura como ella.

Le dije que igual conocía a alguien en la fiesta. Pero ella frunció el ceño y negó con la cabeza, como si darse la oportunidad de rehacer su vida no fuera justo. Pero mi madre me apoyó, así que a Melina no le quedó otra que sonrojarse.

Cuando volví a mi habitación, me duché y me puse el vestido. Aún no estaba maquillada ni peinada, y ya me sentía con una confianza brutal. Me encantaba ese vestido.

Alrededor de las ocho y media terminé de maquillarme. Nada exagerado, pero se me veía diferente porque, gracias al delineado y el rímel de las pestañas, mis ojos parecían más expresivos y con más brillo. Y eso avivaba la expresión de mi cara.

O, tal vez, no era el maquillaje lo que me hacía verme distinta, sino la forma como me sentía: feliz y nerviosa.

Aunque cuentes con la ayuda de un maquillador profesional que te haga parecer una princesa, si tu estado de ánimo está por los suelos, de poco servirá el maquillaje. Es tu actitud la que define tu belleza.

Cuando terminé de ondularme el pelo, me peiné los rizos con los dedos para que no se notaran tan definidos y darles un aspecto natural y suave. Me puse los tacones a juego y me miré en el espejo de cuerpo entero. Suspiré. Estaba lista.

En eso, unos golpes en mi puerta me hicieron apartar la vista de mi reflejo. ¿Y si era Frank? No estaba preparada para que él me viera.

―¿Sí? ―pregunté con nerviosismo.

—¿Estás lista?

Era mi madre.

Abrí la puerta. Estaba guapísima. Llevaba un vestido largo dorado y se había recogido el pelo. Tenía un aspecto superelegante. Al percatarse de mi cambio radical, me miró con gesto de sorpresa.

―Estás preciosa ―dijo con una gran sonrisa.

―Gracias, tú también. Papá se volverá loco cuando te vea.

Hizo un ademán con la mano como si su vestimenta no fuera gran cosa.

―Es hora de irnos. ¿Y Frank? ―preguntó.

Me encogí de hombros. Hacía dos horas que se había ido y no había dado señales hasta ese momento.

―¿Eres su novia y no sabes dónde está? ―Negó con la cabeza haciéndome sentir fatal.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora