Capítulo 22

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 Julieta se maldijo varias veces mientras regresaba a casa. Ariel la confundía constantemente con sus momentos de amabilidad y dureza. Se sonrojó al recordar su voz cuando le dijo «gracias» y sacudió su cabeza como si así pudiera quitarse la simpleza del tono, con tanta suavidad. Pero era porque estaba vulnerable y enfermo, se recordó.

Para despejarse de todo aquello que le recordara a Ariel, una vez que llegó a su casa se puso a ordenar toda la ropa con el equipo de música a todo lo que daba. Tan fuerte sonaba Aerosmith que no escuchó las veces que golpeó su padre la puerta para alcanzarle el teléfono inalámbrico. Tenía una llamada de Caro. Julieta le hizo señas de que no quería hablar con ella.

—Ya le dije que estabas en casa, hija —se disculpó su padre apenado.

Rodó los ojos, con fastidio y se colocó el auricular. Después del eufemismo que había usado para que se fuera lejos del colegio, no entendía qué era lo que quería ahora. Como si ella le fuera a quitar a ese idiota de Leonel.

—¿Qué hacías? —le preguntó Caro del otro lado, como si nada—. Te llamé dos veces hace un rato, pero no estabas en tu casa.

Julieta pensó bien antes de dar una respuesta.

—Estaba ordenando mi ropa.

—Se escucha música copada, también —dijo su amiga—. Che, ¿salimos?

—¿A dónde? —inquirió Juli, que se la vio venir—. Yo no tengo ganas de salir a bailar —se excusó, mientras trataba de pensar algo convincente.

—¡Julieta! Desde lo de Sergio que no hacemos más nada, ya pasó. Ya fue. Tenés que cambiar tu vida de una vez por todas. Hoy venís conmigo sí o sí. Y se acabó mujer. A divertirse un poco.

Julieta inhaló con cuidado, para que no la oyera su amiga. Menos mal que hablaban por teléfono porque si le viera la expresión, podrían discutir. Lo más seguro era que estuviera el colorado. No quería verlo, había algo en él que hacía que sus instintos se pusieran en alerta. Sumado a las conjeturas de Carmen.

—¿Qué vamos a hacer? —quiso saber. Tal vez podría darle una oportunidad a Leonel, aunque lo dudaba. Su instinto casi nunca le fallaba.

—Vamos a bailar. Hay un solo local bailable en todo Carillanca, Ju'. ¿Qué más vamos a hacer? —se rio.

—Dejame pensarlo, en un rato te llamo. Besos —cortó el teléfono.

Segura de que sus padres no la dejarían y tendría la excusa más perfecta, todo se derrumbó cuando ellos la dejaron ir, y alegaron que sería bueno siempre y cuando volviera a la hora que le pedían. Esos no eran sus padres normales, y justo cuando necesitó de su severidad, le otorgaron permiso.

—Pero, ¿están seguros? —les preguntó Julieta, buscando el no, todavía incrédula.

—Queremos que vuelvas a ser la de antes —contestó Amanda—. Aunque eso signifique dejarte salir con Caro, que mucho no nos gusta...

—Pero confiamos en vos —se apresuró a decir su papá, para evitar conflictos.

A su pesar, puso su mejor cara y se preparó mentalmente para salir con Caro. Todos lo dijeron por su bien, entonces no debía estar mal, la errada era ella que no quería salir excepto al único lugar donde podía olvidarlo todo.

Ni siquiera se molestó en producirse como una modelo. Se calzó sus jeans preferidos que tenían varios tajos deshilachados, sus botitas de lona negras y una polera blanca con campera roja de gabardina. Se contempló en el espejo y se hizo una mueca, chasqueó con su lengua. No podía ser tan paranoica. Y bajó las escaleras, porque Caro ya la esperaba en la sala.

© Tardes de Olvido [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora