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CUIDADO CON LAS MENTIRAS DE LOS CASH


El cuerpo de Henrik dentro del ataúd era una imagen que, durante todos esos años, no había podido olvidar.

Me recordé allí ese día, en el interior de la funeraria. Había gente que hablaba y le daba el pésame a mi madre. Yo estaba de pie junto al ataúd, mirando el cadáver: la piel de un pálido mortecino, el cabello castaño peinado hacia atrás, la expresión serena, los ojos cerrados con una línea de pega, las manos con pequeñas cicatrices sobre el pecho... Todo eso me había dejado suspendida de la impresión, pero lo que no paraba de pensar era que había escuchado que su cabeza, por detrás, estaba destrozada, que la caída le había partido el cráneo y había dejado un desastroso charco de sangre y sesos a su alrededor.

Y yo solo no podía imaginarme ese agujero en el lugar en donde debía ir su cerebro, solo no podía... Ahora, incluso sin haberlo visto, el agujero estaba clarísimo en mi mente. La sangre también, la descomposición de su cuerpo, el hecho de que no iba a levantarse jamás. Tal vez incluso el instante en el que lo encontraron tirado frente a la mansión Cash.

Mi hermano sin duda alguna estaba muerto. Ese mensaje tenía que haber sido enviado por alguien más. Alguien que sabía sobre él tanto como yo como para llamarme vengadora.

—Hablaremos en mi habitación —le dijo Aegan a Adrik de manera conclusiva.

Su demandante voz me hizo volver a la realidad, en donde me estaba poniendo el resto de la ropa a toda velocidad, en donde tenía el corazón latiéndome a mil y el cerebro hinchado de preguntas. Lo vi darse vuelta para salir y esperar a Adrik allá, pero las palabras salieron de mi boca con rapidez junto a un temblor extraño:

—Vi ese mensaje, Aegan.

Él se detuvo y se dio vuelta con cierta lentitud. El movimiento acentuó la anchura de sus hombros y la imperiosidad de su figura, siempre más alta, siempre más formada, siempre superior. Pensé que tendría que enfrentarme a una de sus comunes descargas de furia por querer meterme en sus asuntos, pero me enfrentó con una expresión bastante seria y esa misma repentina frialdad indiferente en los ojos.

—¿Y? —fue lo que respondió.

—¿Ese es un nuevo problema o...? —volví a preguntar.

La mirada de Aegan se deslizó hacia Adrik con una súbita severidad. Sus cejas se hundieron un poco en algo de molestia. Adrik apenas estaba sentado en la cama, todavía desnudo, poniendo los pies en el suelo mientras se apretaba los ojos con dos dedos para aclararse.

—¿Ves lo que pasa cuando no cumplimos las reglas, imbécil? —le reclamó Aegan a su hermano como si yo no estuviera allí—. Te follas a alguien y se cree con el puto derecho de preguntar algo.

Listo, eso me enfureció. Si tenía los sentimientos encontrados, enloquecidos e inestables por lo que acababa de suceder, esa imbecilidad de Aegan solo sirvió para que todo se mezclara como en un experimento de química y la reacción fuera una explosión de ira.

—¡¿Quieres dejar los malditos secretos por una vez?! —le solté con fuerza.

Aegan ni siquiera se alteró por mi reclamo. Solo mantuvo ese aire de indiferencia hacia mí, de la misma forma que lo mostraría ante una basurilla que se atravesara en medio del estúpido camino de oro por el que él caminaba siempre.

—Primero recuérdame quién eres para tener que darle importancia a lo que dices —me respondió sin mirarme.

—¿Qué tal una de las personas que te está ayudando en este momento a que no te maten? —repliqué con obviedad.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora