Claroscuro.

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Claroscuro,

 El hombre acababa de tener una fuerte discusión con su chica. Salió de la cabaña donde vivían desde hacía quince días, y se encaminó al bosque, herido por dentro. "Esto es el fin", se dijo mientras se sentaba sobre un tronco caído, recostada su espalda contra un árbol aún enhiesto, y las lágrimas comenzaban a caerle por los ojos a raudales.

 Allí, en el bosque, a solas con los árboles, con el sol aún bajo, porque hacía poco que había amanecido, se sentía en completa libertad para poder llorar sin que nadie le viera. Sin que le viera ella. Sin que se viera él siquiera. No pensaba en nada, veía imágenes difusas de lo que había pasado en los meses que habían pasado desde que la había conocido, y lloraba con su alma rota en pena, porque sabía que ya no podrían seguir juntos. No era qué había pasado, era lo que sentía por dentro. No se arrepentía de nada de lo que había pasado, pues eso era todo suyo. Y quizá de ella. Pero no renunciaría a ninguno de los segundos pasados con ella. Pero esa misma convicción de posesión de lo vivido la tenía de que ya no era posible continuar con esa historia de amor, romántica y bonita como pocas. Pero que ya se había agotado.

 Y allí, solo en el bosque, entre los árboles, desnuda su alma inmersa en la naturaleza, lloró, el hombre lloró. Las lágrimas le caían a raudales, pero sus sollozos no se oían. Eran mudos como lo era todo el ambiente, hermosísimo, que le rodeaba. Hermoso epitafio para un amor que habría sido perfecto si hubiera durado más de once meses.

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